Delitos repudiados que crecen

Radiografía de un violador

El 58% de la población carcelaria está procesada o condenada por delitos de abuso sexual.
sábado, 23 de octubre de 2010 00:00
sábado, 23 de octubre de 2010 00:00

Representa uno de los actos menos comprendidos y más repudiados por los seres humanos, sobre todo si la víctima del abuso es menor de edad. Lo cierto es que la violación o el abuso sexual se encuadran dentro de una conducta que dista mucho de lo que el imaginario colectivo ha internalizado.
Los especialistas coinciden en que, muy lejos de lo que se cree, detrás de un violador hay una persona que para los ojos de los demás es común y corriente. Cada vez que un hecho de esta envergadura estremece y desgarra a una comunidad, surge el ineludible por qué. Cómo está constituida la mente de un violador, cómo funciona, cuáles son los factores que inciden en la manifestación de esta “desviación sexual”, son algunas de las preguntas que quedan en el tapete, y que muy pocas veces tienden a ser respondidas.
Si bien los especialistas consideran que no hay un “único perfil” que represente a esta clase de individuos, existen ciertas características distintivas que los diferencian del resto de la población.

Denominadores comunes

La psicóloga Silvia Cerda, integrante del equipo interdisciplinario del Servicio Penitenciario, explica que hay denominadores comunes que diferencian a los abusadores del resto de la población penal. La mayoría de los pacientes se distinguen por ser “sumisos, obsecuentes, de bajo perfil, respetuosos, serviles, trabajadores. En el penal son quienes se ofrecen a realizar las tareas más denigrantes, no participan en motines o revueltas, no se autolesionan”.
Lo factores que llevan a esta situación son diversos. Los especialistas en salud mental hablan de la existencia de carencias y dificultades en la infancia que pueden condicionar a la alteración de la estructura psíquica. Puede tratarse de un descontrol en sus impulsos, en algunos casos fueron abusados alguna vez en su infancia, pero no siempre es así. Se trata de una desviación en el manejo de la sexualidad y un impulso sexual que no pueden controlar.
Otros aspectos comunes son la inseguridad, la necesidad de obtener la aprobación de los demás, la inmadurez afectiva; muchos de ellos son proclives a la agresividad y a tener una tolerancia muy baja a las frustraciones. Sin embargo, se trata de una conducta paradojal, porque detrás de esa personalidad existe un gran impulso que opera en el momento de cometer al acto.
El equipo interdisciplinario está compuesto por tres psicólogas. Cada una de ellas debe hacerse cargo del tratamiento de 150 pacientes, ante lo cual es lógico pensar que se trata de un sistema ampliamente rebalsado, sobre un delito cada vez más frecuente.
Cerda explica que se trata de una oportunidad que no es frecuente en la práctica individual del profesional, el tener que tratar a un paciente con este grado de padecimiento, de lo cual surge una premisa. “En mis 34 años de práctica, he tenido que tratar a pacientes víctimas de abusos sexuales, pero jamás me ha sucedido que sea el abusador el que lo solicita. De lo cual surge la premisa de que no existe una demanda genuina por parte del abusador de tener un tratamiento.
“Al trabajar en el equipo de la cárcel, somos los únicos que podemos indagar y conocer la problemática de estos pacientes”, manifestó Cerda.
En cuanto a la reincidencia que hay sobre el delito, la estadística que manejan en el penal es de casi el 7%. Cerda explica que “si el procesado no ha trabajado el hecho ni el tratamiento, y no se pueden neutralizar las conductas iatrogénicas que lo llevaron al delito, indudablemente lo va a repetir. Porque el impulso volverá a aflorar y lo único que le interesa es ejecutarlo”.

No es lo mismo


Al contrario de lo que se cree, el violador no busca obtener el placer sexual. Se trata de un acto en donde el eje fundamental de su accionar pasa por tener el dominio total sobre el otro. Primero observan el lugar: un descampado, un baldío, y recién comienzan a distinguir a las personas que transitan para actuar y cometer la violación. No eligen a las víctimas por su atractivo, sino por la fragilidad que denotan, (mujeres, niños, discapacitados).
En tanto que el abusador sexual es generalmente alguien del entorno de la víctima, manifiesta la psicóloga. Su accionar se caracteriza por crear un lazo basado en la confianza, para obtener el placer sexual. “Si son niños es más fácil para ellos, porque el menor se entrega y confía, no supone que una persona allegada pueda hacerle algún daño”, manifiesta. De esta forma, el niño está expuesto en reiteradas ocasiones.
“Hay casos en que es muy difícil comprobar un abuso, y recién después de muchos años se dan cuenta de lo que padecieron”. Muchos casos de abusos no fueron denunciados por eso. Un dato distintivo es que tanto violadores como abusadores suelen mantener el comportamiento abusivo separado del resto de su vida.
 

Mayoría

58% es la tasa de internos del Servicio Penitenciario que fueron procesados y penados por delitos contra la integridad sexual.

 

El abusador ante los ojos de la víctima

Mara Barrionuevo, psicóloga integrante del Cuerpo Interdisciplinario Forense (CIF), advierte que en los últimos años la mayor cantidad de informes que solicitan al área tienen que ver con un crecimiento en los casos de abuso sexual infantil. Lo cual significa un incremento en la denuncia contra este delito.
A través de la técnica de entrevista clínica forense, el profesional trata de dar respuesta a los puntos que solicita el magistrado de turno para que la investigación sume -o no- nuevos elementos de prueba y se evalúen las medidas judiciales a seguir.
El enfoque se centra en las experiencias traumáticas de las víctimas, los indicadores de daño psicológico que se evidencian, el estado de las facultades mentales, dependiendo de la edad de la víctima, características de personalidad, indicadores sobre cierta sintomatología, sugerencia de asistencia psicológica. Poder trabajar con el relato y observar el estado emocional, desde la clínica forense, es el aspecto fundamental de la intervención.

Técnicas

Las técnicas que se utilizan para realizar las pericias en los abusos infantiles son de tipo lúdicas, técnica proyectiva gráfica con dibujos y dependiendo de la edad, la víctima puede verbalizar lo que le ha pasado. La entrevista clínica forense es la principal herramienta desde el punto de vista psicológico para traar con la víctima. A partir de ella se abren distintas intervenciones dependiendo del grado de avance que permita el menor abusado. Barrionuevo explica que en el proceso pericial también se ejecutan entrevistas con el referente familiar del abusado. Los encuentros pueden varias entre uno y cinco, y siempre en la primera etapa se intenta lograr una aproximación a la realidad familiar del niño. “Las intervenciones se dilatan hasta que podamos reunir todos los datos que nos solicitan. Y aquello que no se puede responder, también se revela debido a la productividad del menor, el estado emocional”.
El proceso con las víctimas más pequeñas es más complejo por la dificultad para verbalizar sus hechos cotidianos. “En este caso, -explica la profesional-, tenemos una técnica gráfica con dibujos, hay algunas otras circunstancias como una hora de juego diagnóstica, se recrea un espacio, se lo provee al chico de ciertos elementos (muñecos, hojas para que dibujen, colores) para que a través de ese contacto lúdico vayan asociando ciertas vivencias, las puedan expresar y su resultado pueda interpretarse dentro de un todo. Se trata de un análisis global que no se reduce a la técnica, sino que requiere de la entrevistas a clínicos forenses, y se vinculan los elementos que se obtengan con los familiares que se evalúan”, explica.

Una marca para toda la vida

“El abuso sexual se inscribe como una vivencia traumática y hay diferentes modos de expresarla”, manifiesta Barrionuevo, y esto va a estar ligado a la edad en la que ocurre el abuso, la persona que genera el abuso, cuánto dura el patrón de abuso, qué técnicas utiliza para cometerlo, entre otras cosas.
Cuando el abuso sexual infantil está ligado a relaciones intrafamiliares, hay una vivencia traumática que deja secuelas, porque hay un espacio de confianza que genera ese abuso, y el impacto será enorme.
Por ello, las consecuencias emocionales que puede desarrollar con el tiempo una víctima, están intrínsecamente ligadas a estados depresivos, desorganización en las funciones mentales superiores, (en la lucidez, la orientación de tiempo y espacio, la noción situacional).
Si bien es cierto que el abuso sexual es un hecho aberrante y deja secuelas a corto y a largo plazo, “en muchos casos se evidencian salidas saludables a esas situaciones traumáticas, en tanto y en cuanto la persona pida ayuda”, señala.
La posibilidad de “reparar” esta situación traumática es factible. No se trata de un olvido, sino de un aprendizaje. Pero cada persona es única y particular, entonces hay casos en que pese al apoyo psicológico y a la red familiar, tiende a erigirse una respuesta depresiva y salidas erróneas, mientras que otros lograron formar familias estables, con buenos vínculos, y ser personas felices.

Contexto

“Hay contextos familiares que son muy cerrados y la denuncia no viene por parte de la familia, sino de la escuela, -aclara-. Entonces éstos hechos aberrantes quedan en una trama de silencio familiar en donde el abuso se suele dar dentro de esa esfera, y a veces el supuesto abusador suele ser el único sostén de ese grupo familiar”.

 


Sin arrepentimiento

Sin reconocimiento no hay arrepentimiento, quizá esa sea una de las tantas dificultades que deben sortear los profesionales del Servicio Penitenciario. Es que además de otorgar un tratamiento como medida curativa, impuesto por la ley 24.660, la mayoría de los penados no reconocen el delito, ante lo cual es muy difícil abordar el tratamiento. “Me buscó, me sedujo, mintió la edad, es una venganza”, son algunas de las frases más frecuentes que oyen las psicólogas.
Cuando ven que esto pasa a ser un obstáculo para obtener beneficios o permisos para salidas transitorias o laborales, recién lo perciben como una dificultad y dicen arrepentirse, explica Cerda. Sin embargo el descreimiento que surge de aquel planteo, se avizora en la mirada y en el comentario de la psicóloga: “No lo vemos como algo genuino o auténtico”.
Por esta razón, hablar de evolución en el proceso, es algo incipiente, dado que se trata de una experiencia nueva y por cierto, de un panorama aún más incierto. “De la población que tenemos, son muy pocos los que están llegando a esa instancia de reconocimiento o de aceptar el hecho”, manifiesta la profesional. “Estamos haciendo una experiencia con el equipo de la cárcel, somos tres psicólogas, y tenemos una población de casi 447, entre penados y procesados, es decir que aún no tienen condena, lo cual se condensa en 150 pacientes cada una. Cabe resaltar que este dato no se circunscribe únicamente a este delito”.
Los datos estadísticos que maneja la División Judiciales del Servicio, es que casi el 58% por ciento de la población penal ha sido procesada o condenada por delitos sexuales (35% penados, 23% procesados).
En cuanto a la reincidencia que existe sobre el delito, la estadística demuestra que es de casi el 7%. Cerda explica que si el procesado no ha trabajado el hecho ni el tratamiento, y no se puede neutralizar las conductas iatrogénicas que lo llevaron al delito, indudablemente lo va a repetir. Porque el impulso volverá a aflorar y lo único que le interesa es ejecutarlo”.

Qué es

Un abuso sexual es una parafilia, comenta la profesional. Se trata de un trastorno sexual, una desviación del impulso. Existe una amplia clasificación dependiendo de la conducta desplegada. En muchas de ellas, explica Cerda, la pauta de conducta es incluso aún más crónica que la de otros abusadores, es el caso de las personas que abusan de niños pequeños, advierte, lo que implica que la remoción del tratamiento sea más difícil.

Manifestaciones

En los más pequeños un abuso se puede percibir en el dibujo o en los juegos. No hace falta que lo expresen verbalmente. Cambios de conducta, en sus actitudes, en la alimentación, en la vestimenta. Cualquier cambio de conducta en un menor, hay que advertirlo a los padres.

Prevenir

Si bien la violación y el abuso hacia cualquier persona encarnizan una de las experiencias más sombrías e irreversibles cometidas por el hombre, las profesionales coinciden en que hasta que se pueda avanzar en un tratamiento que revierta esta alteración, el foco debe estar puesto en la prevención.
“Hablar con nuestros hijos desde chiquitos, decirles que nadie tiene derecho a molestarte, a tocarte, ni siquiera las personas allegadas. Tenés que salir, gritar, pedir ayuda y no dejarte amenazar”, manifiesta Silvia Cerda.
Y quienes están en contacto con los niños, propone Barrionuevo, padres, familiares, tutores, docentes, deben estar en alerta, “no para dramatizar cualquier situación que podría servir como un indicador de abuso, sino para leer claramente qué pasó y en qué contexto. Estar atentos, generar el espacio para que cada chico sea escuchado. Buscar al profesional que nos ayude a acompañar a que el niño pueda verbalizar lo que sucedió”, plantea.
 

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