Informe especial de El Esquiú

Catamarqueño condenado a perpetua por crímenes de lesa humanidad

Enrique José Del Pino, recibió el máximo castigo por homicidios y 114 hechos de secuestro y torturas. Hoy comparte celda con Videla.
sábado, 8 de enero de 2011 00:00
sábado, 8 de enero de 2011 00:00

En la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, el último 21 de diciembre, el Tribunal Oral Federal Nº 2 dio a conocer la sentencia para los represores que actuaron en el circuito de Centros Clandestinos de Detención, Tortura y Exterminio (CCDTyE) que funcionaron en el Club Atlético, el Banco y El Olimpo. Doce imputados fueron condenados a prisión perpetua y otros cuatro represores recibieron una pena de 25 años por un total de 183 crímenes de lesa humanidad.
Entre los condenados, está un reconocido ex militar catamarqueño, Enrique José Del Pino, cuyo nombre se perdió en un discreto segundo plano para la atención de la prensa, enfocada en personajes más famosos como “El Turco” Julián, que era un abonado a los programas de Mauro Viale, y las condenas que en Córdoba se impartieron a Jorge Videla y Mario Menéndez.
En una sala colmada por los familiares de los detenidos-desaparecidos, que contó con la presencia del flamante Secretario de Justicia de la Nación, Dr. Julián Álvarez, los jueces Jorge Tassara, Ana D'Alessio y María Carrigós de Rébori del TOF N°2, condenaron e inhabilitaron de por vida a los genocidas, entre ellos Del Pino, declarados culpables de "homicidio calificado con alevosía, privación ilegítima de la libertad y aplicación de tormentos".
El anuncio de las condenas fue recibido con aplausos y la emoción contenida de una multitud de jóvenes, que junto a los integrantes de Abuelas de Plaza de Mayo, Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora, H.I.J.O.S. , organizaciones políticas, culturales y de derechos humanos siguieron la lectura del fallo desde la calle en pantallas gigantes.
El capitán Enrique Del Pino, detenido en mayo de 2007 tras un año y medio prófugo, declaró entonces que durante “la guerra antisubversiva” sólo cumplió órdenes y pidió ser juzgado por un tribunal castrense. Conocido como “Miguel”, “Miguelito”, “Colombres” o “Capitán” fue el único militar sentado en el banquillo y también el único imputado detenido en Campo de Mayo. Su defensor particular es el abogado Gustavo Daniel Franco.
El catamarqueño tenía pedido de captura desde septiembre de 2005 debido a que la justicia le imputó 114 secuestros y torturas durante la última dictadura. Varios sobrevivientes recuerdan que "Miguel" cumplía funciones de "interrogador, torturador y secuestrador", siendo reconocido como Jefe de uno de los Grupos de Tareas de "El Olimpo" y "Banco".
Se lo condenó, entre otros casos, por los homicidios de Lucila Révora y Carlos Fasano.
Del Pino es el primer catamarqueño condenado por delitos de lesa humanidad, y está preso en Campo de Mayo.

Los 16 represores hallados culpables

1. Julio César Simón, alias “Turco Julián”. Relató su experiencia como torturador ante las cámaras de TV y ya tiene dos condenas en su haber. Recibió su tercera condena. Perpetua.
2. Raúl González, alias “Mayor Raúl” o “El Negro”. Proveniente de la Policía Federal, era el segundo jefe en los campos. Perpetua.
3. Juan Carlos Avena, alias “Capitán Centeno”. Adjunto principal del Servicio Penitenciario, tuvo participación en la organización y dirección de El Olimpo. Perpetua.
4. Eufemio Jorge Uballes, alias “Anteojito Quiroga” o “Führer”. Ex subcomisario de la Federal. Los sobrevivientes lo recuerdan haciéndoles decir “Heil, Hitler” mientras los torturaba. Perpetua.
5. Eduardo Emilio Kalinec, alias “Doctor K”. Ex oficial de la Federal. Lo condenaron por participar en interrogatorios y tormentos aplicados en los centros. Siguió en funciones hasta hace apenas seis años, cuando comenzó a ser juzgado. Perpetua.
6. Roberto Antonio Rosa, alias “Clavel”. Miembro de los grupos de tareas. Perpetua.
7. Guillermo Víctor Cardozo, alias “Cortés”. Ex gendarme. Se dedicó a adoctrinar a los guardias para que no hablaran de los crímenes con nadie. Perpetua.
8. Eugenio Pereyra Apestegui, alias “Quintana”. Otro ex gendarme. Obligaba a los secuestrados a hacer esfuerzos físicos inhumanos y escuchar discursos de Hitler. Dijo que en el centro sólo cumplían “funciones de seguridad en un objetivo militar”. Perpetua.
9. Enrique José Del Pino. Perpetua (Ver “Semblanza...).
10. Samuel Miara, alias “Cobani”. Ex subcomisario, jefe de la guardia de los tres centros clandestinos. Violó a varias detenidas y golpeó a patadas a una embarazada de siete meses. Perpetua.
11. Oscar Augusto Isidro Rolón, alias “Soler”. Torturaba a los detenidos con picanas y se ufanaba de estar infiltrado en la Facultad de Derecho. Perpetua.
12. Luis Juan Donocik, alias “Polaco Chico”. Comisario retirado de la Federal. Integraba el grupo de guardias denominados “candados”, responsables de impedir que los secuestrados hablaran y de llevarlos a la sala de torturas. Perpetua.
13. Raúl Antonio Guglielminetti, alias “Gustavino” o “Mayor Gustavino”. Ex agente civil de inteligencia del Ejército. Actuó como represor en al menos seis centros clandestinos y a principios de los ’80 se dedicó a los secuestros extorsivos. Fue condenado a 25 años.
14. Mario Alberto Gómez Arenas. Fue jefe del Destacamento de Inteligencia 103 entre 1979 y 1981. En 2008 fue condenado por su actuación como jefe del Destacamento 182 de Neuquén. 25 años.
15. Ricardo Taddei, alias “Cura” o “El Padre”. Integró las “patotas” que aplicaban tormentos. Luego se ofrecía como confesor en cautiverio para impartir castigos y absoluciones: llevó un televisor para que los secuestrados vieran la misa del domingo. En 2007 fue extraditado desde España, donde vivió durante veinte años. 25 años.
16. Carlos Alberto Roque Tepedino. Pieza fundamental en la estructura de inteligencia del Ejército. Entre 1975 y 1977 fue director de Inteligencia interior de la SIDE. Del ’78 al ’79 condujo el Batallón de Inteligencia 601. Se retiró en el ’81, pero hasta el final de la dictadura se desempeñó como director general de Seguridad Interior. 25 años.
 

Semblanza de un torturador

Entre policías y gendarmes, Enrique José del Pino fue el único militar de los 16 condenados por los crímenes cometidos en la causa ABO, sobre los centros clandestinos Atlético, Banco y Olimpo.
Sin embargo, pasó casi inadvertido para los medios, que prefirieron destacar los nombres de Julio Simón, Samuel Miara y Raúl Guglielmineti (éste condenado a 25 años). Poco se ha difundido sobre la trayectoria criminal de Del Pino, con destacada actuación en la represión en Tucumán, Bahía Blanca, Capital Federal y Gran Buenos Aires.
Nacido en 1945 en Catamarca, egresó del Colegio Militar como subteniente en 1965.
Con el grado de teniente primero fue destinado al Operativo Independencia en 1975. Poco antes había hecho el curso de Técnico en Inteligencia en Campo de Mayo. Apenas llegado, integró los primeros grupos de tareas destinados por el general Adel Vilas al secuestro y desaparición de personas. Los tucumanos, a los pocos días de iniciado ese Operativo, llamaron a esos grupos “los encapuchados”.
Del Pino fue de los más activos y destacados en esa tarea, ganando la confianza de Vilas, quien además lo hizo jefe de su custodia personal.
Del Pino fue reclamado por la justicia francesa por la desaparición de Maurice Jeger, corrector de pruebas de La Gaceta, crítico de libros, librero y traductor de francés, secuestrado en julio de 1975. Antes, Del Pino comandó la patota que secuestró a Manuel Antonio Álvarez, obrero textil, secretario gremial de Setia y delegado ante la CGT Regional. Según relató su esposa, al momento del allanamiento Álvarez reconoció a tres integrantes de la patota. Dos de ellos habían sido compañeros suyos en la escuela: los tenientes Del Pino y Tamayira (a) El Japonés. El tercero era otro teniente, Cabrera. En valiente actitud, Álvarez les reprochó el procedimiento, a lo que le respondieron con un golpe de FAL en la cabeza. Alvarez fue sacado desmayado de su hogar.
Nunca más se supo de él.
El teniente primero Del Pino era un hombre de la noche. De noche operaba para secuestrar, torturar y asesinar.
Y de noche salía de juerga. Muchos tucumanos fueron testigos de su presencia en la peña El Alto de la Lechuza, en San Miguel de Tucumán.
En ese lugar marcaba a los aficionados a la poesía y el folklore que le resultaban sospechosos y después eran detenidos, secuestrados, muchos de ellos desaparecidos para siempre.
Cuando Vilas fue desplazado de la comandancia del Operativo Independencia, se llevó con él a Del Pino y a otros represores que se habían destacado por su ferocidad, entre ellos Froilán Carpincho Ruiz.
En Bahía Blanca, nuevo destino de los combatientes del Operativo Independencia, llevaron a cabo todo el repertorio de atrocidades cometidas en Tucumán. Y hasta bautizaron con el mismo nombre que en Famaillá al campo de concentración: “La Escuelita”.
En Bahía Blanca, al igual que en Tucumán, fraguaron enfrentamientos para tirar cadáveres a la vera de los caminos. Eso pasó con Mónica Morán, una docente y alumna de teatro secuestrada de su hogar y asesinada por las patotas del Quinto Cuerpo. Según reveló Vilas en sede judicial, el ya entonces capitán Enrique José Del Pino comandó el grupo que “enfrentó a cinco subversivos, abatiéndolos”.
En realidad, Vilas también confesó que había habido un solo muerto y que los otros cuatro cadáveres habían sido propia tropa, que simularon ser muertos para cumplir con lo aconsejado por los manuales de acción psicológica.
Del Pino, que revistaba en los papeles como destinado en el Batallón 601 de Inteligencia, actuó “en comisión” en Bahía Blanca entre febrero y agosto de 1976. A partir de entonces, sí, sentó sus reales en Viamonte y Paraguay, sede del 601. Pasó a comandar el GT 2, uno de los cinco grupos de tareas que actuaron en Capital Federal y Gran Buenos Aires.
Fue visto, siempre acompañado por Carpincho Ruiz, en los campos de concentración llamados Banco, Olimpo y Vesubio.
El GT 2 tenía varias brigadas operativas. Todas ellas reportaban a Del Pino, quien a su vez sólo rendía cuentas ante sus jefes del Batallón 601 de Inteligencia. Cuando se crearon estos grupos, el GT1 fue destinado a combatir al PRT-ERP y operaba desde el 601, en Viamonte y Paraguay. En ese tiempo, el GT 2 se dedicó a Montoneros y su sede estaba en la Superintendencia de Seguridad Federal, mientras los GT 3 y 4 dependían de la Inteligencia Naval y de la Inteligencia de Aeronáutica y el GT 5 de la Side. Después, al GT 2 le asignaron mayores responsabilidades, ampliaron su capacidad operativa y pasó a funcionar directamente en el 601. Los GT estaban integrados por personal de todas las Fuerzas Armadas y de Seguridad y sus brigadas operativas estaban integradas por entre 4 y 6 personas.
El momento de gloria de Del Pino y uno de los motivos por los cuales fue condenado el mes pasado, ocurrió el 11 de octubre de 1978. Ese día, la dictadura informó que en un “violento enfrentamiento” en el barrio de Floresta, las “fuerzas legales” habían logrado abatir a dos “delincuentes subversivos”, después de un “feroz tiroteo” en el que perdió la vida un oficial de la Policía Federal y resultaron heridos un agente del Servicio Penitenciario y un oficial del Ejército.
La realidad fue que, torturas mediante, un detenido dijo que en una casa había 150.000 dólares, y en busca del botín fue el grupo encabezado por Del Pino, que arrasó con el domicilio donde se encontraban Carlos Guillermo Fassano, Lucila Adela Révora y un hijo de ésta última, Eduardo Wado De Pedro, de menos de dos años de edad.
Los dos mayores resultaron muertos, salvándose únicamente el niño. Los cadáveres de Fassano y Rébora fueron vistos por los prisioneros del Olimpo. La rapiña por los dólares fue tan feroz, que los tres primeros que ingresaron a un pasillo que daba a la vivienda fueron atacados por otros integrantes del grupo, que les arrojaron una granada, matando a un oficial de la Federal y provocando heridas a un agente penitenciario y a Del Pino.
Un prisionero del Olimpo, abogado, vivió una situación casi irreal, si no fuera que realmente ocurrió: debió hacer la instrucción del episodio, tomar declaraciones a los participantes y deslindar responsabilidades en el hecho, incluida la desaparición del dinero del que se habrían apropiado.
El 28 de setiembre de 1989, Del Pino efectuó un reclamo ante las autoridades del Ejército.
Solicitó que le fuera reconocido como un “acto heroico” su desempeño en el “enfrentamiento” en el barrio de Floresta en el cual resultó “herido de bala en el brazo izquierdo”. Según Del Pino, en ese episodio demostró “valentía e intrepidez” y había “corrido grave e inminente peligro de perder la propia vida”.
El Ejército jamás hizo lugar al reclamo.
Probablemente Del Pino, al hacer su reclamo se haya sentido muy seguro: en ese momento, era muy cercano al Ministerio del Interior de la Nación.
Hasta allí habría llegado porque en su destino anterior, en el Comando del Tercer Cuerpo, había sido el oficial instructor de la investigación de una bomba que estalló el día que el presidente Alfonsín visitaba ese lugar.
El catamarqueño Del Pino pasó a retiro en 1992, con el grado de teniente coronel.
Cuando se reabrieron las investigaciones por sus secuestros, torturas y crímenes, Del Pino estuvo prófugo un año y medio, hasta que, confiado, en agosto de 2007 almorzó sin esconderse en un restaurante de Palermo.
Cuando salió del lugar, fue detenido por personal de Interpol.
Condenado a perpetua, ahora está preso en la misma celda que Jorge Videla.

Compañero de celda de Jorge Rafael Videla

Enrique José Del Pino está actualmente preso en la misma celda que Jorge Rafael Videla, condenado a cadena perpetua por el Tribunal Federal de Córdoba. Pasa sus días alojado en la celda 5 del pabellón C de la Unidad Penal 34 del Servicio Penitenciario Federal ubicado en Campo de Mayo, en el oeste bonaerense. En esa cárcel, dependiente del Ministerio de Justicia pero ubicada en el interior de la guarnición militar más grande del país, comparte los días y las noches con otros 38 ex militares de Ejército.
La custodia, tanto externa como interna corre por cuenta de funcionarios penitenciarios. No pueden vestir uniformes ni tener ninguna actividad que esté vinculada con su pasado en la fuerza. Están bajo un reglamento penitenciario propio de reos comunes y tienen una rutina similar a la de las otras cárceles. A las 7.45, la guardia entrante procede a realizar el recuento de presos para verificar que ninguno se haya fugado. Entre las 8.05 y las 8.30 deben realizar su aseo personal y el de su celda. Luego tienen desayuno, recreo, posibilidad de asistir a misa, almuerzo, siesta y, de nuevo, recreo. A las 19.45 el personal penitenciario hace el recuento nocturno, tras lo cual los presos pueden cenar y hacer sobremesa hasta las 22, hora desde la cual deben quedarse en las celdas con las puertas cerradas. Junto con Del Pino y Videla están otros genocidas.
La determinación de quiénes están en la U34 de Campo de Mayo es del Servicio Penitenciario consensuada con los jueces. Aunque en la formalidad los presos no influyen en quiénes son sus compañeros de cárcel, Luis Abelardo Patti, que proviene de las filas de la Bonaerense, quiso ser de la partida con los altos ex oficiales de Ejército. Apegados a su concepción jerárquica y de casta, no lo aceptaron, y el ex investigador del Caso Morales quedó alojado en el Penal de Marcos Paz, donde están la mayoría de los procesados por delitos de lesa humanidad. Hay sólo 39 plazas en la U34.
Hasta mediados de 2007, la mayoría de los ex miembros del Ejército acusados de delitos de lesa humanidad estaban alojados en cuarteles militares. Los atendían oficiales en actividad que, de acuerdo con su cultura, los consideraban superiores jerárquicos detenidos y no reos de la Justicia. Ahora el penal militar de Campo de Mayo es una cárcel bajo el régimen del Servicio Penitenciario Federal
Los 39 procesados y condenados de la U34 tienen establecidos un horario de tres visitas ordinarias semanales. No tienen acceso a Internet. Disponen, sí, de teléfonos fijos que pueden usar abonando con tarjeta. Tienen acceso a diarios y revistas. Leen, escuchan radio. Tienen DirecTV y pueden ver películas o la programación que quieran.

 

La espeluznante causa ABO

El Tribunal Oral Federal 2 juzgó a los imputados en la causa ABO por 183 delitos de lesa humanidad cometidos durante la dictadura militar en el circuito de centros clandestinos de detención Club Atlético, Banco y Olimpo, conocido como “ABO”. El juicio comenzó en noviembre de 2009 y la sentencia se dictó en diciembre del año pasado. Declararon unos 400 testigos, muchos de ellos sobrevivientes del mencionado circuito, por el que pasaron no menos de 1.500 personas, muchas de ellas mujeres embarazadas que dieron a luz en cautiverio y fueron despojadas de sus bebés. De ese calvario quedan registros de todo tipo, entre ellos el film “Garage Olimpo”, el depósito de automotores de la Federal en Lacarra y Olivera, del barrio de Flores, dirigido por el director chileno Marco Bechis, en base a sus propias vivencias en el lugar donde permaneció desaparecido. Del Club Atlético, sótano de un viejo depósito de suministros de la Federal, quedan incluso rastros en el paisaje urbano, ya que los cimientos de celdas y algunos objetos aún pueden verse en una excavación al pie de la autopista 25 de Mayo, sobre la avenida Paseo Colón. El juicio sufrió demoras por la composición del tribunal (foto), que finalmente quedó integrado por Jorge Tassara; la subrogante Ana D’Alessio, del TOF de Ushuaia, y la jueza de la cámara del crimen María Carrigós de Rébori, que reemplazó al renunciante Alberto Pravia, del tribunal oral federal de Santiago del Estero.

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