Hace ya cinco días, Jimmy Lee Dykes conmocionó a todos los Estados Unidos de Norteamérica cuando paró a un colectivo escolar en la ruta de Midland City, Alabama, donde mató al conductor y secuestró a Ethan, un nene de cinco años de edad que todavía mantiene privado de su libertad.

Desde entonces, la policía se comunica con el veterano de guerra a través del tubo de PVC que une el búnker -construído tres metros bajo tierra dentro de su propiedad- con el mundo exterior, por donde, entre otras cosas, se le hacen llegar al chico las medicinas que necesita para mantenerse sano y salvo -sufrió un síndrome de Asperger y tiene trastorno por déficit de atención e hiperactividad-. El escondite tiene dos metros y medio de profundidad, casi dos de ancho y poco más de uno de largo; y está equipado con electricidad y comida.

Ethan está llamando para que vengan sus padres", lamentó Virgil Skipper, alcalde del pequeño pueblo de 2.300 habitantes que se mantiene tensión. "Llora y pide que vengan", aseguró. Pese a los reclamos del niño, su captor se niega a entregarlo y terminar de una vez con esta historia que todavía sigue con más dudas que certezas.

Los padres del niño no fueron identificados ni hicieron declaraciones públicas. Sí recibieron la visita de varias autoridades y pidieron a la gente rezar junto con ellos por la vida de su hijo. "Ellos están tratando de aguantar todo esto", comunicó Skkiper.

"Él (Dykes) tendrá que rendirse tarde o temprano, nosotros no nos vamos a ir", dijo a la agencia AP una fuente de la policía.