Columna de opinión
¡Las Esperanzas del nuevo año!
(*) Rodrigo Morabito
Cada año que pasa siempre resulta en algo convulsionado para las instituciones del Estado y este no ha sido la excepción debido, incluso, a los recientes cambios en las conducciones políticas tanto de a nivel nacional como provincial.
Sin dudas que con cada nuevo cambio político siempre los ciudadanos tenemos las esperanzas que el país tenga un rumbo y que los más necesitados puedan recuperar la dignidad de vivir un poco mejor.
En la Argentina de hoy en día (con mucho dolor debo expresar lo que no es un dato irrelevante ni que debiéramos minimizar ni ignorar) aproximadamente uno de cada dos niños argentinos es pobre y uno de cada diez pasa hambre en un país que exporta alimentos para 400 millones de personas. La verdad, ello no solo que es doloroso sino también lamentable y lo peor de todo es que muchos ciudadanos padecen lo que hoy en día se conoce como APOROFÓBIA, o sea ese rechazo y aversión injustificada hacia la persona pobre que no tiene la culpa de los fracasos sostenidos del Estado.
Si hoy en día en un país de más de cuarenta millones de personas aproximadamente 15 millones son pobres, es porque las cosas no se han hecho demasiado bien y encima hacia esas personas (necesitadas e insatisfechas en sus derechos básicos fundamentales) existe por parte de otros ciudadanos e, incluso, por algunos miembros que ocupan las instituciones públicas del Estado, un rechazo a esa condición de pobreza que se materializa a través de enojos, discriminación y hasta violencia.
En este nuevo año que comienza mis esperanzas están puestas en un giro de tuerca nada más y nada menos que a la POBREZA que no es otra cosa que violencia estructural ya arraigada y hasta naturalizada por una Nación que sigue su marcha como si esas personas no fueran parte del paisaje urbano o por el contrario, conscientes de que lo son, pasan absolutamente inadvertidas, como simples figuras fantasmales, siendo víctimas no solo de ese sufrimiento estructural sino, además, por la peor de todas las enfermedades de la humanidad: “LA INDIFERENCIA”.
¿Cómo resulta posible tener semejante rechazo a la pobreza y hasta veces quejarnos de las personas en esa condición cuando es el mismo Estado el que las lleva a esa situación?
La POBREZA está asociada a múltiples factores que desencadenan en forma negativa en las personas y en el desarrollo de los Estados, pues provoca flagelos como la mortalidad prematura, la desnutrición y el analfabetismo y en estas condiciones no es posible que país alguno avance a mejores estándares de vida.
Sin dudarlo aún tengo ESPERANZAS de que la POBREZA pueda minimizarse (pues difícilmente pueda erradicarse) y que las personas en estas condiciones puedan recuperar su DIGNIDAD como HUMANOS porque es su DERECHO ESCENCIAL y que en este nuevo año que se presta a comenzar abandonemos los egoísmos y los intereses personales para tenderle una mano al prójimo que más nos necesita o al menos entender esa condición sin cuestionar, sin rechazar y sin mirar para otro lado de esa realidad como si no fuera parte de la nuestra, ergo ello es una clara expresión de nuestra incapacidad para reconocerles a los que más nos necesitan su condición de SERES HUMANOS convirtiéndonos en atroces y en lobos de nuestra propia especie lo que es inconcebible e inaceptable en estos tiempos.
En definitiva, como dice el dicho tibetano: “la tragedia debe ser utilizada como una fuente de fortaleza. No importa qué tipo de dificultades tengamos, cómo dolorosa sea la experiencia, si perdemos nuestra esperanza, ese es nuestro verdadero desastre”.