Columna de Opinión

¡No hagas lo que no te gustaría que te hagan!

lunes, 15 de junio de 2020 01:16
lunes, 15 de junio de 2020 01:16

(*) Rodrigo Morabito
Hace unos días, se juzgó en los tribunales penales juveniles un caso de encubrimiento por receptación, pero ¿qué es el encubrimiento por receptación? Para ser práctico, este es un delito en donde una persona adquiere, recibe u oculta dinero o cosas provenientes de otro delito; el caso más común es el de aquella persona que recibe, compra o tiene en su poder cosas robadas por otras personas en desmedro de otras personas.  


Cuesta entenderlo, pero la realidad cotidiana nos dice que si no se consumiera lo que se roba, difícilmente habría delito. 
En otras palabras, el delito existe porque existe una industria del delito en donde funciona la demanda y la oferta a precios muchas veces irrisorios. 


El origen del delito es social, de eso hoy en día no existen dudas. La pobreza, la falta de oportunidades, la imposibilidad de acceder a los derechos humanos fundamentales, el consumo de drogas ilícitas, etc., son algunas (y tan solo algunas) de sus fuentes, no obstante, también es una causa de importancia que origina al delito, el consumo de lo que se roba y, generalmente, ello proviene de la misma sociedad, ¡sí, claro!, de esa misma sociedad que muchas veces despotrica en contra de la Policía y la Justicia o las instituciones del Estado encargadas de la investigación y sanción de los delitos, pero que por otra parte, cuando tiene la oportunidad de comprarle a un pibe un celular (el que tiene a su vez en el mercado habitual un valor elevado o exorbitante) a un precio irrisorio, lo hace sin moralidad alguna. Supongo que el único momento en que la mayoría de las personas pensamos en las injusticias, es cuando nos suceden a nosotros, caso contrario, el otro no importa. En otras palabras, somos tolerantes a los males ajenos e intolerantes a los males propios. Es una cuestión de la naturaleza humana ¿egoísta? ¡SÍ!, pero no deja de ser la realidad actual del delito y sus consecuencias.


Por supuesto que a ninguna persona en el mundo le gusta que le roben y, mucho menos, si las cosas que les quitan (a veces hasta con violencia) son compradas con mucho sacrificio, en ocasiones, aun debiendo continuar pagándolas a pesar de ya no tenerlas y suponiendo que aquello que le costó tanto sacrificio adquirir (hasta quizás ahorrando por bastante tiempo), será vendido a un precio mucho más bajo y hasta a veces ridículo, ergo, por lo general, los pibes y pibas lo hacen para obtener drogas para su consumo y la desesperación por consumir los hace entregar estos bienes de origen ilícito en forma rápida y sin razonar. 


Es aquí donde aparecen los que se aprovechan de la situación apremiante de las personas que cometen delitos, a veces, siendo hasta los propios vecinos (hasta quizás, al que creemos el “buen vecino”), pues, aunque no se lo crea, pasa y es más común de lo que parece. 


El delito tiene origen social ¡sí, por supuesto! Pero la sociedad somos todos y si realmente queremos que no nos roben y que nuestras cosas a su vez sean comercializadas y entregadas clandestinamente por dos pesos, debemos comenzar a pensar en NO HACER LO QUE NO NOS GUSTARÍA QUE NOS HAGAN. 
 

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