Cinco personas que viajaban en un colectivo fallecieron en Santa Fe, cuatro de Lomas de Zamora y un quinto, el chofer, era un santiagueño domiciliado en Fernández, Robles, al chocar en la ruta 34 con un camión entre Casas y Las Bandurrias, departamento San Martín.

El colectivo había partido de Los Núñez, Santiago del Estero, y tenía como destino final la provincia de Buenos Aires. 

Allegados a las víctimas señalaron que se trataba de un tradicional “tour de compras”.

El choque ocurrió en el trayecto entre Casas y Las Bandurrias, a 120 kilómetros de Rosario.

Según los peritos, el accidente involucró a un colectivo de larga distancia al mando de Omar Antonio Orellana (50), con residencia Fernández, Robles. 

La mecánica del impacto se ignora aún. Sí se sabe que el vehículo de carga cayó debajo del terraplén de la banquina y quedó varado. 

El camionero (37) provenía de Paso de los Libres, Corrientes, resultó ileso.

Las peores consecuencias lo sufrieron los ocupantes del colectivo que salió de la cinta asfáltica y se estrelló contra un árbol. 

Orellana sufrió gravísimas lesiones, al igual que tres de las pasajeras. Los cuatro murieron al instante.

Fueron identificados como Omar Antonio Orellana, de 50 años y domiciliado en Fernández (Santiago del Estero); Rosana Ramona Rojas, de 83, de Berazategui (Buenos Aires); Elena del Carmen Montenegro, de 58,  de la misma ciudad que la mujer anterior, y Margarita Cinecia, de 76, de Lomas de Zamora, Buenos Aires.

Otras 15 personas que viajaban en el ómnibus fueron trasladadas con lesiones de diversa consideración a centros de salud de distintas localidades de la zona.

Más tarde dejó de existir la quinta víctima que viajaba como pasajera del colectivo y que había sido trasladada a un sanatorio de El Trébol. 

Se llamaba Artemio del Valle Soria, tenía 79 años y residía en Lomas de Zamora, Buenos Aires.

En el lugar trabajó personal de la Dirección Provincial de Seguridad Vial, de Gendarmería Nacional, de Corredores Viales, de bomberos y de las comisarías de Pueblo Casas, Colonia Belgrano, Cañada Rosquín, y Sastre.

Orellana, según consigna El Liberal, dividía sus energías entre su hijo, el fútbol y el comercio. Residía en plena ciudad y en los últimos años había emprendido un negocio de venta de ropa.

De lunes a viernes llevaba adelante la venta de vestimentas y los fines de semana se entretenía con un grupo de amigos, apegados al fútbol como la excusa perfecta para hacer deportes y disfrutar de la cotidianidad.

Ferviente trabajador, siempre procuraba un poquito más. Desde hace poco tiempo conducía un transporte para viajes hacia provincia de Buenos Aires. 

También, con personas habituadas a la compra por mayor de ropa para posterior venta en Santiago u otros distritos. 

Su muerte provocó profunda consternación. Grupos de whatsapp y redes sociales plasmaron líneas de emoción y pésame. 

El momento de mayor emotividad unió a familiares, amigos y vecinos, al arribar sus restos y realizarse la consiguiente ceremonia de sepultura.