La Cámara de Senadores expulsó al señor Ampuero, quien desde 2007 figuraba como supuesto senador de Santa María, al mismo tiempo que conducía una comunidad educativa del norte de Salta. Una incompatibilidad pocas veces vista y una desvergüenza monumental de un hombre que, cuando lo pescaron “con las manos en la masa”, optó por buscar mecanismos leguleyos para zafar. Pero como lo dijimos ayer, no cabía otra que la expulsión, tal como lo hizo el bloque del FCS. El pueblo de Santa María debe estar agradecido por la medida ya que tenía un representante que, legislativamente, jamás hizo nada por su gente y, seguramente, ni pensaba hacerlo. Aparte, los santamarianos tendrían que cobrarle la factura a los que auspiciaron la candidatura de “puero”.

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Como la conducta de los legisladores no es bien vista por la sociedad, al igual que sus instituciones, éste puede ser el punto de partida para terminar con los excesos, sean de la naturaleza que sean, y sin que importen los colores partidarios. Mucho más si se traspasan las fronteras de la legalidad. Por ejemplo, desconocemos que se haya reconvenido al senador Boggio por haber arrancado una faja de clausura de la hostería de El Portezuelo. Comprendemos su impotencia en aquella oportunidad, pero cometió un error y ni siquiera lo notificaron. Malo.

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El mismo escándalo de Diputados, que ya es más morbosidad que posicionamiento político, tiene que ser cortado por lo sano y lo deberían hacer, antes que nadie, los propios protagonistas del culebrón. Lo peor que podría pasar es que se quiera aprovechar un voto para lograr resultados espurios. En el centro de la escena, como se sabe, está el doctor Luis Barrionuevo, al que en 2009 le dijeron de todo menos bonito, y hoy es objeto de represalias de quienes entonces eran sus aliados. Las mismas paredes son testigos de la catarata de agravios que existió. A los que piensan en jugarretas, les decimos que las pintadas no se borraron…y están en los archivos.