km 20/10

lunes, 8 de noviembre de 2010 00:00
lunes, 8 de noviembre de 2010 00:00

El fin de semana tuvo tres nuevas víctimas por accidentes. En lo que va de 2010 suman 47, un número que debería hacer reflexionar a las autoridades y a la sociedad en general, en orden a preservar la vida humana. Pero no, pareciera que peligrosamente nos estamos acostumbrando a aceptar como designio del destino que haya cadáveres por doquier y que, especialmente, los rodados de dos ruedas terminen siendo los vehículos de la muerte. En el caso de los motociclistas, ya sabemos, se trata de carne de cañón en el maremagnun urbano. Con decir que no son capaces de ponerse un casco, de comprender el límite de capacidad y que actúan con un desprecio total hacia el prójimo, estamos dando una dimensión del peligro que representan.

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En la provincia se maneja pésimo y se violan las normas de tránsito. Una vez que se admita esto, podrán discutirse si los controles son efectivos, si las rutas están mal, si las multas se aplican con afanes de lucro, etc. Son, en realidad, variables secundarias ante la responsabilidad que les cabe a quienes conducen. Las calles son una trampa mortal, y lo increíble es que la mayor amenaza son, lo repetimos, los propios conductores, que no entienden que manejando así no hacen más que viajar hacia la muerte.

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El administrador de Tránsito Municipal, Ricardo Barrientos, remarcó que durante los operativos de control, sobre todo los fines de semana, advirtieron una nueva tendencia en los infractores. Se trata, en la mayoría de los casos, de menores de 20 años y, a su vez, reincidentes en sus faltas. De las motos que se demoran, el 50 por ciento pertenece a chicos que por mes llegan a pagar arriba de 600 pesos en concepto de multas para retirar los rodados del corralón. Lo notorio es que ninguno de ellos trata de ser eximido del pago realizando, por ejemplo, tareas comunitarias. Al contrario, abonan la boleta sin pedir detalles. A la semana siguiente vuelven a cometer la misma infracción y pagan nuevamente, ya que el poder adquisitivo de sus progenitores soluciona el problema. ¡Quién como ellos!
 

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