Apuntes

miércoles, 1 de diciembre de 2010 00:00
miércoles, 1 de diciembre de 2010 00:00

Las marchas de la agrupación FAVIATCA (Familiares de Víctimas de Accidentes de Tránsito), que conduce el doctor Julio César Sánchez Reynoso, a la larga o a la corta tendrán su recompensa. Se trata de un proceso lento éste de hacer entender a la Justicia que quien, bajo cualquier forma de irresponsabilidad, mata a un inocente, no puede andar caminando tranquila y libremente por las calles. Indefectiblemente habrá un final en el que quedará desnaturalizado el concepto de que no existe la intención de matar y que, con tanto facilismo, aplican algunos jueces. No importa que nadie atienda a los marchantes o que alguien pretenda acusarlos de desestabilizadores. No importa. Ellos están luchando por causas justas y su acción es igual a la gota que horada la piedra. A la larga, de punta a punta, la termina atravesando.
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Lo que está mal de los familiares que sufren hasta lo indecible por sus víctimas, es desbordar a las instituciones. De ninguna forma se justifica llegar a agresiones personales, como las sufridas días atrás por el doctor José Cáceres, como atacar bienes o edificios públicos. Eso está mal. Mantener el reclamo, en cambio, es un seguro para muchos casos o para las próximas generaciones. El gran ejemplo de Gandhi para derrotar la soberbia inglesa, debería obrar como el camino adecuado en pos del objetivo de corregir a quienes, con sus conductas, desprecian la vida.
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La protesta de Sánchez Reynoso y su gente, además, ya recorre el país. Hace pocos días, sin ir más lejos, la diputada Gabriela Miccetti presentó un proyecto para modificar el Código Penal y permitir que los jueces, en los casos que los matadores viajen alcoholizados o drogados a más de 50 kilómetros, pongan las cosas en su lugar. El tema está en “el candelero” y lo repetimos: en algún momento se cambiará una legislación oprobiosa y que, algunos jueces, la aplican con un sentido de garantías inexplicable. Ojalá nunca les ocurra a ellos una desgracia como les toca vivir a quienes levantan sus carteles clamando justicia.
 

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