Comentario Político

domingo, 12 de diciembre de 2010 00:00
domingo, 12 de diciembre de 2010 00:00

Estado de situación política a tres meses, o menos de tres meses, de las elecciones para elegir gobernador y vice, intendentes, senadores de ocho departamentos y concejales: no hay fecha determinada de esos comicios, no hay candidaturas (salvo las que se consiguieron en una muy complicada interna del PJ) y se habla de re-reelecciones como si se tratara de algo normal o aceptado por la sociedad. Es más, hay aprestos para violar las cartas orgánicas municipales y permitir continuismos, sin que nadie diga nada, de las mismas caras que gobiernan desde hace largos años. A 27 años de la restauración democrática, lo digamos suavemente, los catamarqueños no estamos en condiciones de presumir de institucionalidad.
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Por supuesto, para que ocurran estas anomalías del Estado de Derecho, que no nacieron de la casualidad, hay responsables concretos. Por empezar, el instaurador de los planes para eternizarse en el poder fue el peronismo, y más precisamente el saadismo reformador de la Constitución en el año 1988. Complementariamente, hay que señalar al radicalismo quien, por las piruetas que tiene la política, fue el beneficiado de la joda de las elecciones en marzo y de la reelección indefinida que hoy puede disponer sin obstáculos Eduardo Brizuela del Moral.
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La prehistoria de las anomalías ya quedó en el recuerdo. Lo que está mal, aquí y ahora, es que jamás exista una reunión de partidos políticos, en la Casa de gobierno o en cualquier parte, para acordar mayor institucionalidad. Es que si no hay previsibilidad en la política, jamás podrán ser elegidos los mejores. Sí los mediocres, como contemporáneamente ocurre. Por lo tanto, ofrecemos un buen consejo para el día después de las elecciones: reunirse, y ya sin urgencias electorales, acordar reformar la Constitución en los artículos que patentizan los excesos. No hacerlo será un cargo de responsabilidad para el ganador, por no proponerlo inmediatamente, o para el perdedor, por no protestar hasta el cansancio hasta conseguir resultados.
 

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