Columna Política

jueves, 2 de septiembre de 2010 00:00
jueves, 2 de septiembre de 2010 00:00

El acuerdo Nación-Provincia, refrendado el martes en la Capital Federal, dejó algunas lecturas o conclusiones políticas. La primera y principal, como se acostumbra a decir, fue que habiendo dinero en juego resulta muy difícil apartarse de algunas reglas que son comunes a los seres humanos y a las instituciones, sean éstas públicas o privadas. En este caso, el que debe (la provincia) tiene que acomodarse, de alguna manera, a las condiciones que impone el acreedor (la Nación), mucho más si va a lograr ventajas como las que ha conseguido Catamarca, ya que no sólo logra una quita del monto global, sino que durante 16 meses no le descontarán un importante monto en los envíos de coparticipación. Esto significa que habrá dinero fresco para atender las obras (varias de ellas están sensiblemente retrasadas) y la administración del Estado.


El que, “a la hora de los bifes”, dejó de lado algunas expresiones políticas relacionadas con el orgullo y la dignidad, fue el gobernador Brizuela del Moral. Llegó a Buenos Aires, fue a la Casa Rosada y firmó el acuerdo sin siquiera esbozar algunos dichos que, en la provincia, lanzara hace un tiempo y también hace poco. Por caso, se recordará que en marzo de 2009 repitió hasta el cansancio que jamás se arrodillaría ante el poder central y, de alguna manera, esta vez, terminó haciéndolo. Mas recientemente, el día 25 de agosto, en Las Juntas, habló de “extorsiones”, pero durante su encuentro con Cristina Kirchner y los ministros del gabinete nacional guardó prudente silencio. Y si habló, no fue dado a conocer públicamente.


En síntesis. Pasó otra instancia de la tensa relación política de Catamarca y la Nación y, afortunadamente, creemos que la provincia resultó favorecida. Hay ventajas, en términos económicos, que son evidentes y claramente “desendeudan”, pero también hay realidades que no pueden soslayarse, como la de agachar la cabeza en algunas pretensiones que, a la hora de negociar, son de cumplimiento imposible. Por caso, la idea de no levantar acciones judiciales que habían sido ponderadas como mojones de dignidad y federalismo.

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