Las disputas entre facciones promineras y antimineras que, en la ciudad de Andalgalá, se exponen con toda crudeza, se ramifican de diversas formas y hasta llegan a los medios de comunicación, sobre los que se habla en tonos diferentes y con variados intereses, conforme a la lupa con que se los mire. Lamentablemente se hacen algunas trampas que, a esta altura de los acontecimientos, resultan denigrantes y no hablan bien de sus voceros, ni siquiera de sus convicciones sobre un tema tan delicado como la minería. Por ejemplo, días pasados, incluimos un comentario de Martín Aguirre al que, solamente en homenaje a la libertad de expresión, le dimos cabida. Su texto incluía groseras calumnias e injurias contra quienes, desde su punto de vista y conocimiento, defienden la posición antiminera.

Por lo motivos expuestos, la profesora Julia Teresita Nieto, una docente de correcta trayectoria en Andalgalá, nos escribió una carta, firmada con su puño y su letra, como corresponde hacerlo, donde revela cosas que no están bien y que deberían ser atendidas por sus enemigos circunstanciales y autoridades provinciales, sean éstas ejecutivas o de la Justicia. Teresita va más allá de los cargos de Aguirre, y acepta que las posiciones confrontadas en “La Perla del Oeste” son evidentes, tanto que llegan a los peligrosos límites de la agresión. Dice que los promineros les apedrean las viviendas, los inoportunan con llamadas anónimas a altas horas de la noche, discriminan a niños y jóvenes, y hasta hacen detener a inocentes con cualquier pretexto.

Si la mitad de esto es cierto, que nadie tenga dudas de que estamos en presencia de algo muy grave. Nadie, ni siquiera invocando necesidades de Estado, puede transformar la vida de los que piensan distinto en una mortificación perpetua. Tampoco los grupos que defienden el ambientalismo deben, con los mismos métodos, devolver gentilezas que pueden llevar a una guerra entre ciudadanos humildes y de un mismo pueblo.