Columna Política

sábado, 4 de septiembre de 2010 00:00
sábado, 4 de septiembre de 2010 00:00

La encuesta realizada entre los lectores de El Esquiu.com, para conocer su pensamiento sobre la reelección indefinida del Gobernador de Catamarca, dejó un resultado previsible: la oposición de más del 70 por ciento de los votantes. Ocurre que, al margen de la afinidad que se pueda tener con algún candidato en particular, y aún de la ideología que se defienda, una mirada objetiva sobre el asunto indica que la alternancia en el ejercicio del poder es condición esencial del juego democrático, y el hecho de que una misma persona se eternice en una función marcha contra la salud institucional del sistema. Para respaldar esta idea no es necesario poner el micrófono en boca de opositores, sino entre los propios oficialistas, siempre que se tome la precaución de bucear un poco en los archivos y recordar lo que opinaban cuando estaban fuera de la Casa de Gobierno.


Claro que la situación que se plantea en Catamarca es más que especial, porque las eventuales aspiraciones re-reeleccionistas de Eduardo Brizuela del Moral, no exigen ningún trámite engorroso ni implican enfrentar costo político alguno. Bien se recuerda cuando Carlos Menem decidió extender su mandato por un segundo período (al cabo fue una década Presidente de la Nación, añadiendo a los seis años originales la posibilidad de acceder al nuevo período, reducido a cuatro años). El líder riojano debió soportar el asedio interminable de toda la oposición, porque postularse nuevamente le exigió impulsar una reforma constitucional, paso que recién se le allanó cuando Raúl Alfonsín lo bendijo con el Pacto de Olivos. Pero incluso Menem insinuó su continuidad por un tercer mandato (con la interpretación de que la nueva norma comenzaba a regir desde 1995), y desistió en el camino.


Para Brizuela del Moral, si es que finalmente se postula, el único requisito es su propia decisión. Y cuenta además con un handicap políticamente envidiable: la oposición peronista no puede acusarlo de apetitos desmedidos por el poder o de aferrarse al cargo, porque la plataforma sobre la cual camina el jefe de Estado no es otra que la Constitución Provincial diseñada a medida de Ramón Saadi. Ningún peronista imaginó, al establecer las actuales reglas de juego, que le estaba sirviendo en bandeja a un radical, la posibilidad de hacer lo que ningún político hizo en la historia local: postularse como gobernador para seguir en el cargo por un tercer periodo.

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