Apuntes

lunes, 17 de enero de 2011 00:00
lunes, 17 de enero de 2011 00:00

Impresionante fue el desmoronamiento del asfalto que comenzó a advertirse en la avenida Virgen del Valle, entre Esquiú y República. Un pequeño cráter comenzó a expandirse de tal modo que ya no podía ser considerado simplemente un “bache”, y en la noche del último domingo hasta la Policía se movilizó para evitar que algún accidente ocurriera en el lugar. ¿Alguien imagina las consecuencias que podría tener un pozo de esa naturaleza en el camino de un motociclista desprevenido? Un riesgo enorme que no excluye a automovilistas y camiones, en particular porque en torno al pozo la superficie era inestable y seguía cediendo. Ayer mismo, afortunadamente, se iniciaron los trabajos para corregir el problema.
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Claro que inconvenientes de este tipo no se destacan por su carácter novedoso. De hecho ya hay varios antecedentes de rodados que quedaron atascados por súbitos quiebres de calles que cedieron en su superficie. Y no es un problema menor, porque se trata de la combinación de una serie de inconvenientes de larga data, cuya solución se dilata tanto en la zona céntrica como en numerosos barrios.
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En muchos casos el asfalto se rompe porque es de mala calidad (hay amplios sectores de la ciudad donde ni siquiera existe un asfaltado propiamente dicho, sino simples mejorados a base de alquitrán), y en otros la infraestructura se desmorona no por inconvenientes propios sino por efecto de un problema subyacente, generalmente cañerías de agua obsoletas cuyas pérdidas erosionan la base de la calle hasta dañarla por completo. Más de una vez, responsables de la municipalidad y la empresa que presta el servicio de agua discutieron públicamente sobre quién debía hacerse responsable de los arreglos. La frutilla del postre es que, simultáneamente, en miles de hogares falta agua. Un combo genial: canillas sin agua, caños rotos, calles con pozos y riesgo de accidentes, todo al mismo precio...

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