Comentario Político

martes, 26 de abril de 2011 00:00
martes, 26 de abril de 2011 00:00

La de hoy no es una fecha más para el Frente para la Victoria. Efectivamente es así. El 27 de abril se recuerda la contienda electoral que abrió paso para que Néstor Carlos Kirchner fuera el presidente de los argentinos. Aquel día de 2003 se realizó la elección presidencial, convocada por el presidente interino Eduardo Duhalde, que delineó el nuevo mapa político del país. Contó con un variopinto cuadro de candidatos y, dentro de la historia, se la recordará especialmente por sus peculiaridades. Por empezar, el peronismo llevó tres fórmulas distintas: las encabezadas por Carlos Menem, Néstor Kirchner y el actual senador nacional Adolfo Rodríguez Saá. La UCR, con Leopoldo Moreau como postulante presidencial hizo, con una escuálida cosecha del 2% de los votos, la peor elección de la historia. En tanto, como nuevas expresiones aparecían los ex radicales Elisa Carrió y López Murphy, logrando este último una excelente performance.
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Como recordarán quienes siguen la política, ningún candidato consiguió el 45% de los votos para vencer en primera vuelta. El caudillo riojano logró el 24,4% y allí nomás, con el 22.2%, se ubicó Néstor Kirchner, quien aventajó a López Murphi por 5 puntos. Se imponía el balotaje, que se había programado para el domingo 18 de mayo y que finalmente no se hizo. Luego de largas reuniones, en Capital Federal y La Rioja, Carlos Menem resolvió no presentarse y su rival patagónico, automáticamente, quedó consagrado. Las encuestas, en forma unánime, anticipaban una caída catastrófica del riojano.
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En la vigilia previa al retiro de Menem, contra toda lógica, sus íntimos lo alentaban a presentarse y allí nacían los representantes más conspicuos de la derecha argentina actual: Mauricio Macri y Francisco de Narváez. Ambos apostaban a vencer a Kirchner y, en el caso de quien llamaban “El Colorado”, se ofrecía para poner el dinero que hiciera falta. No hubo caso: el pueblo argentino apostaba por un nuevo líder. Así nacía Néstor Kirchner, como un verdadero revolucionario de la época. El gobierno de Catamarca, que pujaba por frenar a Luis Barrionuevo, se hizo kirchnerista para retener el poder y después traicionó a los Kirchner de la peor manera.
 

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