Opinión

Memoria, verdad y justicia

martes, 24 de marzo de 2015 00:00
martes, 24 de marzo de 2015 00:00

Por Víctor Leopoldo Martínez

Especial para El Esquiú.com


Tres palabras que simbolizan un todo histórico para una sociedad, para una comunidad, para una Nación. Tres términos cuyos valores no deben quedar encorsetados en sus significantes; por el contrario son sus profundos significados los que deben prevalecer en el tiempo.

Acertadamente se señaló en reiteradas oportunidades y por diversas razones que los pueblos sin memoria son pueblos sin futuro, pueblos condenados al fracaso como proyecto social porque siempre estarán expuestos a repetir errores del pasado. Los que cultivan el constante “olvido”, los que bregan por y para enterrar los pasados son los que se formaron y viven en la mentira, los que huyen de la verdad, los que mueren sin dejar otro signo de su existencia que el haber burlado a la justicia de los hombres porque sólo confían absurdamente en el perdón divino (el Concilio Vaticano II ratificó que la iglesia “oficial” nada tiene que ver con los asuntos temporales; una resolución al mejor estilo Poncio Pilato). Esto viene a cuento de lo siguiente; en nuestro país ciertos cruzados dictatoriales mandaron a secuestrar, asesinar, robar bebés y desaparecer compatriotas, seres humanos, en nombre de los altos valores occidentales y cristianos. Esas barbaridades por ser temporales contaron con el silencio cómplice de la “iglesia oficial Argentina”. No resulta aventurado pensar que lo resuelto por aquel concilio sirvió y sirve de excusa para que hasta el día de hoy no se conozca declaración alguna de la curia oficial catamarqueña sobre la desaparición y asesinato de 30 catamarqueños durante la última dictadura militar. Los cómplices civiles tampoco lo hicieron y no pocos de ellos hasta fueron “gobiernos democráticos” votados por una sociedad que desconocía lo sucedido ya que vio cercenado su derecho a saber la verdadera historia de su pueblo y de su provincia.

Sin embargo, la justicia comenzó a transitar por los cauces normales desde el 2005 y está llegando, tarde pero llegando, para encarcelar a los genocidas. Por suerte estoy hablando de la misma justicia que le fue negada a 30.000 personas.

Pero cierta y lamentable historia de mi querida provincia habla por sí misma.

Cuando una legisladora provincial manifiesta su oposición a que la Legislatura declare de interés una película, de la cual fui su productor y director y que aborda el tema de DD.HH. mancillados en Catamarca, argumentando que había que preocuparse por los derechos de los humanos vivos, la honestidad -si se quiere intelectual- se le escurrió como arena por entre sus dedos al no tener en cuenta su propia historia antes de hablar. Ella puede hablar, algo que figura entre los derechos de los que hoy goza; otros antes estaban impedidos porque de hacerlo pagaban con su vida. Con sólo responder a la humanitaria pregunta ¿qué hice yo en aquel presente-pasado donde se llevaban vivos a comprovincianos para asesinarlos y desaparecerlos? La legisladora quedaba inhabilitada para presentarse como una persona preocupada por los DD.HH. que pudieran estar siendo conculcados hoy.

Una “Declaración de Interés” a una película no va más allá de ser un simple reconocimiento a un trabajo histórico dentro de una manifestación artístico-cultural; simplemente eso. Las dudas sobre las responsabilidades civiles en aquel pasado las sembró la propia legisladora sin siquiera fundamentar su oposición con cierto grado de coherencia. Tampoco intentó argumentar una defensa de aquel pasado ignominioso catamarqueño porque sabía que era indefendible; y quizá esto atenúe su conducta frente a la historia provincial.

En el pasado están los aciertos y los errores, las intensiones y los deseos, las angustias y las esperanzas, los sueños y las realidades temporales, las miserias y las grandezas humanas de un pueblo. Todo eso conforma la historia, y ésta será vista, valorada e interpretada de diferentes maneras y formas según sean las necesidades, apetencias y proyectos de los actores de ayer y hoy. Pero son los hechos los que siempre resultan irrebatibles por su contundencia. Aunque también a éstos se los trató de justificar con diferentes argumentos a la hora de volcarlos en libros “educativos”. Sin embargo, la contradicción saltó cuando esos mismos hechos fueron contrastados con los que había guardado en otro cofre que logró atesorar fielmente nuestro pasado, visto y padecido desde otro lugar; ese cofre tuvo nombre concreto: memoria popular.

Paradójicamente es a partir de ciertas “justificaciones pedagógicamente inculcadas” donde el sentido común asentado en la racionalidad logra generar nuevos parámetros referenciales en busca de mejorar las relaciones humanas; recibieron el nombre de DERECHOS HUMANOS. Eran muy evidentes los abusos de poder. Lo que nunca se pudo lograr ni siquiera con la educación fue tapar hechos. El crimen fue, es y seguirá siendo crimen, el despojo fue, es y seguirá siendo despojo, La no asistencia del necesitado fue, es y seguirá siendo inhumano, la acumulación de bienes personales en desmedro de las necesidades básicas ajenas seguirá siendo avaricia, codicia, uno de los 7 pecados capitales.

Hoy se recuerda una fecha luctuosa en la historia argentina y catamarqueña. 30.000 seres humanos fueron víctimas de la más atroz de las violaciones de DD.HH.: la desaparición física; horroroso fenómeno que ni siquiera en una ley física se puede encontrar su explicación, menos aún su significado en un diccionario; no tendría explicación ni significado hasta para el propio Lavoisier. En ese lamentable número se encuentran 30 catamarqueños.

Más lamentable aún sería comprobar que la fecha de recordación de estos deplorables hechos solamente es usada para satisfacer mezquindades personales que con cierto grado de soberbia (lamentablemente otro pecado capital que no respeta cuestiones ideológicas) sólo buscan posicionamientos políticos circunstanciales. Es un tema demasiado caro para los ideales de lucha por los que aquellos jóvenes hasta ofrendaron sus vidas en busca de una sociedad más justa; y en cierto modo también resulta una afrenta a la digna memoria de los
Díaz Martínez, Burgos, Los hermanos Ponce, Yoli Borda, Herrera, el excura Gerván, Bugatti, Jorge y Aida Villegas, el Chango Balderrama, Álvarez por mencionar algunos.

También resulta penoso que hasta ahora esos nombres y sus historias no aparezcan en la currícula de Historia de Catamarca en todos los niveles del sistema educativo formal. Ésta sería una de las formas –según mi modesto entender- de hacer honor al verdadero significado de esas tres banderas que son MEMORIA, VERDAD Y JUSTICIA.

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