33 de mano

“Por eso mismo tata, yo quiero ser diputado”

miércoles, 20 de noviembre de 2019 00:34
miércoles, 20 de noviembre de 2019 00:34

Un informe elaborado por la Fundación Libertad, una entidad privada,  indica que cada legislador provincial catamarqueño le cuesta casi 25 millones de pesos (24,7 millones) al Estado por año. Decididamente, y sin entrar en detalles, Catamarca no está para estos lujos. Es como si, en términos futboleros, un equipo contrata por una suma millonaria a un goleador y éste –en el mejor de los casos- mete un gol por temporada. No se justifica de ninguna manera tamaña inversión. ¿Cuántos son los legisladores/as que justifican su jugosa dieta? ¿Cuántos y cuántas pueden exhibir con dignidad el rótulo de representantes del pueblo? No tenemos dudas: pocos, muy pocos/as. Se sabe: la gran mayoría llega colgada en una lista sábana y se atajan de cualquier crítica con el reiterado y muchas veces mentiroso  slogan “a mí me eligió el pueblo”. En nuestra Legislatura, como en otras tantas, habitan diputados y senadores que honran su cargo con trabajo, capacidad, dedicación, esfuerzo y honestidad. Una minoría. Y están los “otros”, la mayoría: los inservibles, los vagos, los ineptos e indecentes. Los que no podrán justificar jamás su presencia en calidad de legislador en el palacio legislativo, los que llegaron por portación de apellido, familiaridad, amistad y sólo se preocupan en preguntar ¿cuándo cobramos? Lo dijimos y lo volvemos a decir: son los legisladores representan una  casta política privilegiada que vive de injustificados privilegios (por favor: los que cumplen acabadamente con el cargo, quedarse en el molde y abstenerse de poner la cara fea). Porque de algo estamos seguros: la terrible crisis económica  que soporta desde hace un largo tiempo el pueblo catamarqueño, no pasó por la Legislatura ni por los concejos deliberantes (de los que nos ocuparemos en otra entrega). No afectó en nada a nuestros beneméritos representantes del pueblo, a los que cobran de arriba y no justifican su salario. De ellos estamos hablando. Los que cumplen, tranquilos, calma. Decía el payador uruguayo Gustavo Gichón: “manejar pleitos y leyes, hacer algún acomodo, y tener mucho de todo para vivir como  reyes; hoy mismo vendo los bueyes, la pastera y el arau´, porque soy un  avivado que sólo piensa en la plata, y por eso mismo tata, yo quiero ser diputado”.

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Termina un año de los denominados político. Y nos acostumbramos a leer en los diarios locales títulos como “No hubo sesión en Diputados por falta de quórum”. Fea la actitud. La conciencia de cada legislador/a les dirá si cumplieron con el deber ser, o no. El diputado Hugo Ávila presentó un proyecto para descontar el sueldo a los que no asistan a las sesiones y no puedan acreditar esa ausencia. Ojalá se trate en el recinto esta iniciativa y todos, pero todos, levanten no solamente las manos sinos también los pies. Como en cualquier otro trabajo: día no trabajado, día no pagado. Basta de coronitas y privilegios. Recientemente, el electo intendente de la Capital Gustavo Saadi, al referirse a la necesidad de la reforma de la Constitución, expresó: “No puede ser que tengamos una Constitución donde la Legislatura comienza a trabajar el 1° de Mayo. ¿Con qué cara le podemos decir al ciudadano  estamos trabajando para vos cuando ese ciudadano comenzó a trabajar el primero de febrero?” (Diario El Esquiú, 20-10-2019). Nos preguntamos: ¿Alguien se puso colorado/a siquiera con esa verdad tan reveladora? Siguen los privilegios inaceptables asestando sus golpes bajos. Porque la crisis económica castiga con dureza al pueblo trabajador y no a los sectores privilegiados (Guichón: “Yo no nací pal´ arau´, sino para el lujo y el ocio. Gastar plata trochemoche sin sentir la carestía, y por eso mismo tata, yo quiero ser diputado”). El propio gobernador elector, Raúl Jalil, se pronunció en favor de mutar la actual Legislatura de bicameral a unicameral, como existe en otras provincias argentinas. ¿Para qué la abundancia de lo ocioso?, nos preguntamos y seguramente se preguntarán todos. En mayo de este año, una rerereconocida diputada rerereelecta de la oposición, dijo después de una sesión: “Hoy dimos lástima”. Bueno, un cacho de sinceridad no viene mal a esta altura. Un amigo del café nos decía días atrás: “che, ¿y si muchos de estos privilegiados prueban trabajando en algo alguna vez?” Seguramente lo habrá dicho  porque más de uno/a tiene el título de alguna profesión oxidado, mejor les fue con la changuita de legislador/a: ganan bien, cobran viáticos hasta para ir a Valle Chico, faltan cuando quieren y no les descuentan el día, tienen combustible a disposición, les pagan el teléfono celular y le hacen pito catalán a las crisis que padecen los trabajadores. Y claro, tiene razón Guichón: “por eso mismo tata, yo quiero ser diputado”.
 

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