Ayer se cumplieron 36 años de aquel histórico 10 de diciembre de 1983, cuando en la Argentina, tras largos y penosos años de la última dictadura militar, asumía como presidente elegido por la voluntad popular en el marco de la democracia, el Dr. Raúl Ricardo Alfonsín (al momento de escribir estas líneas no se conocía si la UCR local tenía previsto una recordación por tan feliz acontecimiento). Días antes, el pasado sábado puntualmente, la gobernadora peronista Lucía Corpacci, con la presencia del presidente electo del país (también peronista), Dr. Alberto Fernández, dejaba inaugurado el Parque Urbano “Raúl Ricardo Alfonsín” en el predio donde otrora funcionaba el servicio penitenciario provincial, en homenaje al fallecido líder radical, emblemática figura democrática que se agiganta con el paso de los años. Impecable cierre para los ocho años de la gestión Corpacci, dueña de dos gestos políticos que habrán de perdurar por mucho tiempo en la memoria de los catamarqueños: aquel de renunciar a otra reelección –con todas las posibilidades de ganar al amparo de una Constitución que el dueño de la UCR local  se negó a reformar- y éste, de homenajear a un símbolo radical imponiendo su nombre a una obra de su gobierno. Nos imaginamos que ese mismo sábado, el “presidente” de la Unión Cívica Radical de Catamarca, electo diputado para que tenga algo de mosca para la movilidad (juró y ahí nomás salió cinco meses de vacaciones…cobrando todos los meses como si los hubiera trabajado, claro), apellidado Páez y llamado Alejandro, habrá enviado una nota a Lucía Corpacci destacando y agradeciendo el reconocimiento a Alfonsín, en nombre de todos los radicales de la provincia. O tal vez imaginamos mal: Páez debe estar muy ocupado, ensayando cómo proponer para senador nacional (¡por millonésima vez!) a su amo, el Oscar, que no es un premio de la industria cinematográfica. Páez sabe que para eso fue puesto como “presidente” (vale el entre comillas) del partido radical. Para obedecer lo que el dueño manda. Y ojito con protestar o hacer un mohín tipo chiquito caprichoso. Al amo se le obedece, como obedece el resto de la tropa, o su gran mayoría, para no meter a todos en la misma bolsa.
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  Sobre la ausencia del único capacitado para ser senador nacional al acto del pasado sábado (“Una cosa que empieza con O…”), digamos que está plenamente justificada por dos motivos esenciales: el primero, porque le dedica varias horas del día a preparar la rendición de cuentas al pueblo de la provincia de todo lo actuado en el Congreso de la Nación; segundo, porque no soporta hacer el ridículo y pasar papelones. En esto es muy cuidadoso, más allá de que se le escapa la tortuga muy a menudo. Por otra parte, celebramos que un puñado de radicales (entre ellos Marita Colombo, Tiago Puentes y Natalia Herrera) haya asistido a la inauguración de la obra que lleva el nombre de Alfonsín. Lo cortés no quita lo valiente. Y hablando del gran demócrata argentino, nada mejor que recordarlo con una de sus frases que marcaron para siempre una huella distintiva en el terreno de la política: “La recuperación de la democracia fue una conquista colectiva de la sociedad argentina y afirmar esto no implica ni un gesto de humildad ni un intento de compartir responsabilidades en los logros y en las no correspondidas esperanzas depositadas en la democracia. Asumo la enorme cuota de responsabilidad que me cabe por haber sido elegido para presidir la Nación y por haber tomado las decisiones que tomé durante mi gobierno. Creo, sin embargo que, como ciudadanos y como sujetos políticos, tenemos la imperiosa necesidad de ponderar la distancia entre las demandas insatisfechas y el ideal de democracia, de modo de apreciar el camino recorrido y los logros alcanzados en función no sólo del ideal que es nuestro horizonte, sino del punto desde el cual partimos. Eso es lo que nos salvará del cinismo desencantado y la desconfianza desmovilizante”. Recordamos también que el 30 de octubre se cumplieron 36 años de la victoria de la fórmula Alfonsín-Víctor Martínez para presidir el país. En Catamarca y en especial en ciertos radicales, no todo está guardado en la memoria. Viene a cuento del título de la nota anterior en este mismo espacio: “Para que no nos gane el olvido”. De algo estamos seguros: algunos diputados, como Páez, no se olvidarán de pasar por ventanilla para  cobrar enero, febrero, marzo, abril. Usted dirá: “¡no puede ser, si en esos meses estuvieron de vacaciones!”. El irrepetible Minguito diría: Sé igual. ¿O lo vamo a desmentí?