“Nunca pensé terminar mi gobierno de manera tan buena, con la gente y el Presidente”. La frase pertenece a Lucía Corpacci y la pronunció en la tarde noche del sábado en el parque urbano “Raúl Alfonsín”, su última gran realización en ocho años de gestión. Su satisfacción está ligada a dejar una impronta de trabajo, rectitud y responsabilidad, conjunción de valores que colocan a Lucía en la historia grande de la provincia. Agregó, asimismo, ejemplos de austeridad y vocación de servicio sin hacer ostentaciones de ninguna naturaleza. También es importante señalar en el momento que va a dejar la gobernación -hoy le traspasa el mando a Raúl Jalil- que marcó un camino virtuoso de la política, algo poco frecuente en un país pasional donde los focos del éxito atraen, pero también queman. Haber renunciado a un tercer mandato con todo a su favor fue un gesto único.
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Al margen de méritos y gestos, Lucía Corpacci empalmó sobre la hora una maniobra política que, nítidamente, marca su preocupación por Catamarca y que seguramente será aprovechada por su sucesor, otro asceta de la política en muchos sentidos. Consiguió plantar al futuro presidente de los argentinos, a 48 horas de su asunción, en una provincia que requiere del auxilio de la Nación como pocas hay en la Argentina. Seguramente Alberto nunca podrá olvidar esta bisagra de su carrera política: haber visitado Catamarca a horas de calzarse la banda presidencial. Parece un detalle, pero significa mucho para la memoria y los compromisos de un jefe de Estado.
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A propósito de los compromisos. Estos vienen de mucho antes del acto del sábado que, por otra parte, significó un homenaje póstumo a Raúl Alfonsín, aquel que inmortalizó la frase “con la democracia se come, se cura y se educa”. Fernández sabe por boca de Lucía Corpacci cuáles son las necesidades fundamentales de la provincia, lo mismo que de sus potenciales productivas y mineras. Están anotadas en su agenda como metas a cumplir.
El Esquiú.com