33 de mano
Con el respeto que Urbanc no se merece
El hombre luce intolerante y autoritario. Suena a muy agresivo por momentos. Muy desafinado, por lo que representa. Y ya son muchas las perlitas de un collar que cada vez se pone más pesado. En Polcos lo llamarían “collar de sandía”. Veamos:
*En setiembre de 2009, al referirse a la situación social de Catamarca dijo: “Dejemos de echar la culpa a los que están arriba. El pueblo está enfermo, y si el pueblo está enfermo elige a enfermos y la enfermedad sigue”. Que el pueblo se equivoca seguido a la hora de elegir a quienes nos van a gobernar, es absolutamente cierto y de esto los argentinos tenemos experiencia. Pero de ahí, a tratarlo de enfermo por errores de elección, hay un largo trecho. Del hombre y su investidura se espera otra cosa. ¿Acaso tuvo una sobredosis de soberbia porque los obispos no se someten a la voluntad popular para ser elegidos y por lo tanto no están infectados de la “enfermedad” del pueblo? Puede ser. Tal vez. Quizá. ¡Vaya uno a saber!
*En marzo del año pasado, en una recorrida por La Gruta, dijo que el lugar se convirtió en “una villa miseria”. Agregó: “No puedo creer que han levantado un montón de chaperío, nosotros no podemos entrar. Le dije al intendente cómo puede permitir eso, no se puede, es un despropósito. Me da pena”. No tuvo siquiera un cachito de respeto –de misericordia ni hablemos- por las mujeres y hombres que en La Gruta instalaron sus puestos de ventas para ganarle a las adversidades de la vida y llevar el pan diario a la casa. Remató su furia en el lugar con la desgraciada frase: “entiendan que tienen que rajar de acá”. Uno de los puesteros y referentes de los venderos, Martín Ortega (que incluso grabó las expresiones del hombre de la sotana -aunque ese día andaba de pantalón y camisa-), dijo luego: “Nos trató prácticamente como delincuentes”. El miércoles 28 de marzo, un grupo de sacerdotes pidió disculpas por los “exabruptos” del jefe. El señor que trabaja de obispo careció de la humildad de tener personalmente ese gesto.
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*Hace una semana el hombre estuvo en Fiambalá y, primero, se despachó calificando a los legisladores provinciales como “calienta sillas”, instándolos a generar proyectos para la construcción de viviendas sociales sin perjudicar la tierra. Aquí, el error del personaje que nos ocupa fue meter a todos (los legisladores) en la misma bolsa de los “calienta sillas”. Si hubiera agregado la muletilla “salvo honrosas excepciones”, estaríamos en un todo de acuerdo. Esto motivó la reacción de la diputada Cecilia Guerrero: “como mujer y legisladora siento una profunda lástima que un alto dignatario de la Iglesia Católica de Catamarca haya realizado manifestaciones discriminatorias, machistas e irrespetuosas en contra de las mujeres”. Y dijo algo más: “nunca le dice a la comunidad que cobra un sueldo del Estado nacional equivalente a un porcentaje del haber de un juez federal, sin que exista contraprestación alguna”. Diría el querido y recordado Raúl Ricardo Alfonsín: “A vos no te va tan mal gordito, eh?”.
Es que el hombre, también en Fiambalá, había dicho: “Las chicas ahora quieren ser igual que los varones. ¡Laburen! Agarren un martillo, una maza, un corta fierro y van a ser iguales que los hombres, y no se les va a caer nada”. A individuos que se manifiestan así, en Polcos, les llaman “estribo”, porque aseguran: “sirven sólo pa´ meter la pata”. Además, son muchas las voces que lo acusan de proteger a curas acusados de supuestos hechos aberrantes relacionados con abusos sexuales.
A esta altura de las circunstancias, nos preguntamos: ¿y quién le da un tirón de orejas al sujeto? Parece que lo dicho, dicho está. Y viva la pepa. Mientras tanto, hay un pueblo que sigue esperando otro mensaje del llamado “pastor del rebaño” y al menos un perdón público por tantas lamentables expresiones. A propósito: quien esto escribe se considera un cristiano que profesora una enorme fe. Y con todos sus defectos, no necesita de un Luis Urbanc, actual inquilino del Obispado, para estar más cerca de Dios y la Virgen del Valle. Y también de muchos pobres que extrañan la presencia del hombre de sotana con una palabra alentadora, más gestos solidarios y una voz de esperanza. Y ya en primera persona digo: “me puede considerar la oveja negra de su rebaño, viniendo de su parte no me interesa. Me preocuparía que tal consideración hacia mi persona sea por el color de piel”. Ojalá reflexione. No es cuestión de andar con la sotana a la rastra.