33 de mano
En pleno velorio, Oscar ríe feliz
La Unión Cívica Radical de Catamarca está de duelo. La expresión justa es: sigue de duelo. Viene en este estado desde antes de colgarse del saco –y de la billetera, particularmente- del nuevo socio político: Mauricio Macri. Algo impensado en épocas de liderazgo del querido y recordado Raúl Ricardo Alfonsín. El radicalismo viene a los tumbos desde hace muchos años a esta parte, más precisamente desde que el señor Oscar Aníbal Castillo se hiciera dueño del partido con la complicidad de conocidos dirigentes y un grupo –también conocido- de concejales, intendentes, diputados y senadores que pasaron a integrar el selecto lote de “eternos reelectos” y paralelamente alcahuetes y perritos falderos del mandamás. Claro, con tantos beneficios recibidos –léase reelecciones indefinidas- los chicos y las chicas “bendecidas” por el amo comenzaron a llenarlo de exageradas lisonjas como: estratega, líder, conductor, maestro y otras tantas alabanzas descontroladas. Faltó muy poco para que los “bendecidos” por el dedo poderoso de Oscar –e igualmente cómplices del desastre que identifica a la UCR- luzcan por la peatonal Rivadavia remeras con la inscripción “La vida por Oscar”. No miren para otro lado los protegidos del patrón de la UCR local: podrán jubilarse con un alto cargo, pero no podrán jubilar el cargo de conciencia por haber destruido a un centenario partido, por haber hecho trizas los principios de radicales dueños de claros y nobles ideales. Así, la UCR local tuvo presidentes (con el perdón de la palabra) a un tal Lobo Vergara o a un tal Páez. Títeres de ocasión. Marionetas de cartón. Todo por obra y desgracia del “genio” de la política vernácula, devenido en porteñísimo habitante del Congreso de la Nación, más admirador del obelisco que de la Cuesta de El Portezuelo, más gustoso del tango “Mi Buenos Aires querido” que de la zamba “Paisaje de Catamarca”.
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El domingo fue otra jornada de duelo para el radicalismo, que no logra despegarse del macrismo porque la plata tira más. Y en medio del velorio radical por tan dura derrota, alguien reía feliz: “El Oscar”. Detrás suyo, como haciendo el “trencito de la alegría”, Don Eduardo, acompañaba al amo. Eso sí: sin sonreír. Mudito y con cara de hombre serio. Como si le doliera tanto daño al partido que los llevó a disfrutar la vida. Porque algo queda claro: los que sufren, los que están apenados y con bronca son los verdaderos radicales. Los dirigentes honestos y los militantes de corazón. Oscarcito y Eduardito se van a jubilar pronto con más de doscientas “lucas” en el bolsillo, además de todo el dinero que ganaron durante tantos años por haber hecho uso y abuso de la política. Si alguien está en condiciones de tirar la primera piedra, por favor que lo haga y denuncie con nombres y apellidos a los que causaron tanto daño al radicalismo catamarqueño. Lo que pasó el domingo fue vergonzoso. Desde hace un par de años, se había instalado que el candidato a gobernador era el Dr. Rubén Manzi, en el marco de Cambiemos y lo que quedó del Frente Cìvico. Ya casi sobre la hora, minutos antes de comenzar el partido, llegó la orden del amo: “Que se equipe Gómez, él va a ser el candidato a gobernador”. ¿Alguien se opuso? ¿Alguien levantò la voz y pidió explicaciones por tamaño autoritarismo? (Jajajajaja, perdón…un terrible ataque de risa) ¡No! Nadie. Al amo no se le discute. Se le obedece y se le prende una vela rogando por alguna reelección. Y ahí están los resultados. “A llorar al campito” diría Pachano (bah, no todos: algunos siguen felices). Por favor, se necesitan urgente radicales dignos que levanten el dedo acusador y denuncien el crimen cuya víctima fue la UCR de Catamarca. Hay responsables. Uno en especial. Solamente se necesita un poco de coraje y amor aun partido que implora su reconstrucción.