Desde la bancada periodística
Oscar Castillo… “y la interna que no fue”
En política no existen casualidades. Si causalidades. El mejor ejemplo de esta afirmación surge de la performance de la oposición local en la primaria del pasado domingo.
Fue derrota catastrófica. Humillante. Como pocas veces ocurrió con la UCR o las alianzas que supo encabezar, sea la antigua del Frente Cívico o ésta recién lustrada de “Juntos por el Cambio”.
Quedar a una distancia aproximada de 70.000 votos del peronista Frente para Todos resultó una afrenta parecida a la que, el 23 de octubre de 1988, en nombre de la UCR, sufriera José Alberto Furque en el “mano a mano” con Ramón Saadi –se ponía en juego la gobernación- que siguió, casi inmediatamente, a la muerte de don Vicente Saadi.
En 2011 hubo otro “Waterloo”, consecuencia de uno anterior. Por la candidatura a diputado nacional, Gustavo Roque “El Gallo” Jalile perdió por una distancia de 80.000 votos frente a Isauro Molina.
La coincidencia de tan desgraciados momentos para la UCR fue que el internismo marcó el rumbo de las frustraciones.
En 1988, la división había partido de la reforma de la Constitución Provincial, para la cual varios radicales –entre los que debería incluirse al extinto Raúl Alfonsín, que ejercía la presidencia de la Nación- apoyaron al saadismo.
En 2011, a Jalile lo castigaron los propios correligionarios que, con razón o sin ella, lo señalaban como uno de los causantes que eyectó del poder a Brizuela del Moral y, en bandeja, se lo sirvió a Lucía Corpacci.
La interna de 2018
La primaria de hace seis días registró una catástrofe que, como lo dijimos en su momento y lo repetimos en varias oportunidades, comenzó tiempo atrás. Se sumaron, en el tramo final, errores de logística y ausencia de programas políticos, lo mismo que de discursos certeros y uniformes.
Los motivos reales, sin embargo, hay que ubicarlos hace unos quince meses, allá por mayo de 2018. Fue cuando se programó una interna que, para elegir autoridades partidarias, debía realizarse el 2 de junio.
Aquel duelo estuvo plagado de trampas y las consecuencias afloraron el domingo pasado.
El castillismo se apoderó entonces de la conducción partidaria y de la convención sin que sus rivales –Brizuela del Moral, Augusto César Acuña, Ricardo Guzmán, Vázquez Sastre y otros dirigentes con peso específico propio- pudieran dirimir en las urnas.
Ocurrió que la lista de unidad, que se difundía como anhelo generalizado, se rompió sobre la hora, pero ya el castillismo tenía armado el esquema electoral, en tanto sus adversarios se vieron obligados a dibujar una lista a la que le faltaban firmas y hasta anotaba personas muertas.
Frente a esta situación, la Junta Electoral –¡casualmente castillista!- impugnó la lista opositora y lo demás ya se conoce. La Justicia Electoral comprobó las irregularidades y, colorín colorado, una facción que medra con la UCR desde hace más de 30 años, sin siquiera transpirar la camiseta, se quedó con todo el paquete partidario.
Con un presidente del comité provincial que se prestó a la maniobra (Alejandro Páez) y recibió como recompensa una candidatura a diputado nacional, durante más de un año no hubo gestos de unidad ni cosa que se parezca. ¿Para qué hacerlo si después esa unidad le iba a restar porciones de la torta de cargos electivos?
De esta manera se llegó al cierre de las listas de “Juntos por el Cambio”, el sábado 22 de junio. El castillismo volvió a maniobrar con la sagacidad y precisión que lo caracteriza. Colocó a los suyos –Fama en la intendencia, Lobo Vergara y Puente en la lista para la Legislatura-, le dio una candidatura a cada uno de los aliados y hasta quebró a los adversarios nombrándoles, por cuenta propia, a alguien que no tenía consenso general (Natalia Herrera).
Aparte, vaya a saber con qué intenciones, modificó las cabezas de lista. Manzi, que transitó casi dos años como seguro postulante a gobernador fue a parar al casillero de diputado nacional y Roberto Gómez, una figura de predicamento pero con escasísimo conocimiento público, quedó para pelear la gobernación a Raúl Jalil, quien de antemano le llevaba ocho años de sostenida y dinámica gestión.
A todo esto, los que no pudieron participar de la interna fallida, como no tuvieron agallas para disputar una primaria “a todo o nada”, se quedaron en la casa o merodeando por los bares. Después del cuarto o quinto minuto de descuento, o sea a tres días antes de la PASO, aceptaron una foto para decir que iban a apoyar.
Conclusión: la alianza “Juntos” no hizo honor al nombre. Fue una suma de voluntades individuales, no logró ni quiso la unidad y su mentor, el senador Oscar Castillo, hasta el día de hoy no dio la cara. Es consciente que la mayoría de los candidatos no tiene la culpa. Y también sabe que los problemas, por su exceso de picardía criolla, los fabricó el mismo con aquella interna trunca e infame.
Apunten contra Macri
Por si no tuviera problemas la alianza castillista, sumó otro adicional y previsible. Mauricio Macri, en mayor medida que la insania que ya desborda a Elisa Carrió, se convirtió para los candidatos en una mochila de plomo que los tiró para abajo. Desde Gómez, Manzi y Fama hasta el último concejal de “Juntos por el Cambio”, pasando por intendentes competitivos como Daniel Ríos, Orlando Savio o Gustavo Jalile.
El belicho, que siempre miró con desconfianza la figura del presidente, amén de aceptar que no se puede fabricar un candidato “en tan poco tiempo”, ya anunció que en octubre no trabajará a favor de Macri. En la misma línea, Rodolfo Santillán –jefe municipal de Ancasti- indicó que “hay que utilizar la tijera”. A este pensamiento de autodefensa, por estas horas, se están sumando otros candidatos de octubre.
Independiente del “factor Macri”, que influyó negativamente en 22 de las 24 provincias argentinas –otra “casualidad”-, los dardos contra los que fomentaron la interna o no tuvieron voluntad de remediarla, después de 72 horas de duelo, irrumpieron con fuerza brutal.
El postulante de la Capital, Flavio Fama, apuntó contra Macri y sus representantes locales, aludiendo a un eventual corte de boleta en su contra. “¿Cómo se interpreta que haya 3.000 votos más de Macri que de todo “Juntos por el Cambio” y haya votos donde estaba Macri con el resto de la boleta del Frente de Todos?”, se preguntó el rector universitario.
Rubén Manzi, que ve tambalear su diputación nacional, fue más benévolo: “llegamos con una lista que aún tenía algunas tareas a resolver vinculadas a la interna” y “nuestra oferta no fue atractiva para el electorado”.
Carlos Molina, el diputado que más defiende al PRO, respondió a varios. No dio nombres, pero obviamente tuvo recuerdos para Oscar Castillo cuando afirmó “Se tienen que hacer cargo los que arman la estrategia. Al que le quepa el sayo que se lo ponga”.
La diputada Paola Bazán lo respaldó: “Es el resultado de la división partidaria en Juntos por el Cambio”.
Como están las cosas, octubre asoma como otro calvario para la oposición. Sin embargo, tiene intereses a defender que no son otras que las bancas para controlar al gobierno. Si quien o quienes armaron el descalabro no buscan soluciones, los resultados pueden ser todavía peores. Atentos con esto. Nunca se sabe bien si algo tocó fondo.
El Esquiú