El Secretario

martes, 21 de enero de 2020 00:26
martes, 21 de enero de 2020 00:26

La agresión al remisero durante el fin de semana, un acto de crueldad y cobardía llevado a cabo por seis trasnochados en la zona de los boliches, no puede quedar en aguas de borraja. Aparte de las penalizaciones que correspondan por ley, que bien pueden llegar al intento de homicidio en masa, debería mover a las autoridades de seguridad a tomar medidas que sirvan para ordenar la vida ciudadana y, más concretamente, la nocturna de Catamarca donde se yerguen con peligrosa impunidad droga, alcohol y otras prácticas reñidas con la moral. Si bien estamos lejos de las turbulencias de los grandes centros –el crimen de Villa Gesell, ejecutado por alienados mentales que practican rugby o los asesinatos de Rosario son moneda corriente-, la noche catamarqueña tiene sus cosas y son cosas negativas. Por suerte, sabemos, el hecho no habría pasado desapercibido para las autoridades.
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El tema, durante años, fue objeto de un debate donde se mezclan la seguridad e intereses comerciales. La cuestión, invariablemente, gira alrededor del horario de funcionamiento de los boliches. Cuantas veces se intentó ponerle límite al desenfreno nocturno, se elevaron eventuales derechos vulnerados, pero resulta que esos derechos se relacionan ahora con el delito, el consumo y la seguridad de las personas. Por lo tanto, con mayor ejecutividad, habría que revisar esta costumbre que los jóvenes “hagan una previa” para entonarse y, dados vuelta, concurran a los boliches con la libertad de permanecer hasta que el sol emerja en el horizonte.
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La idea de establecer un nuevo horario y que se cumpla a rajatabla existiría en los funcionarios y podría ser objeto de conversaciones entre el intendente Saadi y el gobernador Jalil. Este último, como se sabe, en su momento, sumó una cucarda de méritos al prohibir la “prostitución legal”, que existía hasta hace pocos años. Hoy, el negocio de los proxenetas es agua pasada. Si se pudo lo más, entonces, se puede lo menos. Tanto aquel, como el de ahora, son flagelos de sociedades extraviadas.
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