El país está mal. Tiene una deuda imposible de saldar en los términos que fue pactada por Macri. Por lo tanto, materialmente, hay que aceptar que estamos en default y asumir lo que esto significa. Manejo cuidadoso de los recursos fiscales para que, con demasiada buena voluntad, los acreedores otorguen una especie de perdón que abra camino a la postergación de los vencimientos. Dentro de este panorama, aunque esté mejor que otras provincias, Catamarca no vive el mejor de los mundos. Los recursos de coparticipación tienen retrasos y, por un buen tiempo, no alcanzarán a la inflación récord que ha destruido el poder de compra de los salarios y la supuesta fortaleza del Estado. Por ello, queda claro, a nadie debe extrañar las turbulencias económicas que, por ejemplo, se suceden en los municipios sin que se avizoren soluciones de corto plazo.
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Durante la semana que pasó, como se informó, varios gobernadores pasaron por la Casa Rosada. Desde Schiaretti a Gerardo Morales. De Arcione a Perotti. De Quintela a Raúl Jalil. Hablaron de las penurias regionales. Unos más, otros menos, pidieron auxilio económico. La respuesta, sin embargo, fue una sola. Hay que medir los gastos, los nombramientos, la obra pública y lo atinente al equilibrio fiscal. La aclaración, entonces, es más que obvia: las cosas serán así hasta que alumbre la reactivación y el FMI acuerde una tregua con los servicios de deuda.
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Por estos motivos, crudos pero reales, resulta probable que en el paquete de medidas que eleve el gobernador a la Legislatura, se determine el congelamiento de nuevos nombramientos y vacantes en los tres poderes públicos. En este sentido, en las últimas épocas, hubo discusiones por la cantidad de “índices” que paga el Estado. Se trata de una categoría laboral que tiene que ver con los políticos, la cual puede ser objeto de revisaciones. Comprendemos que haya “índices”, pero los beneficiarios deberían cumplir con obligaciones de rigor. Más claro: si no hay contraprestación…no debería haber índice.
El Esquiú.com