El Secretario

lunes, 27 de enero de 2020 00:48
lunes, 27 de enero de 2020 00:48

La detención el jueves último de dos jerarcas policiales –el extitular de Drogas Peligrosas y segundo jefe de la fuerza, Carlos Kunz, y el subcomisario Norberto Valdez- volvió a colocar en el centro del debate al narcotráfico, tema de preocupación permanente. Habla bien del gobierno que, desde una semana antes, contaba con información fehaciente que venía una purga y nada hizo por detenerla. También de la Justicia Federal en Catamarca que, al ordenar la detención, le puso un moñito a una investigación seria, trabajada y exenta de influencias políticas. Ahora comienza otra historia. Ya se sabe que la Policía local, como en varias provincias, está involucrada en los turbios negocios de instalar el narcotráfico, si es que no está instalado.
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Kunz y Valdez, por las pruebas que existen en el expediente, especialmente comprometedores videos, son por estas horas dos cuentas de un rosario que, se sospecha, compromete a otras personas de la misma institución policial. Los casos de Santa Fe, Córdoba o la provincia de Buenos Aires demuestran que, en un cajón de manzanas en mal estado, no se soluciona el problema con marginar a las más visibles. Por analogía, esa situación traslada las mayores responsabilidades al gobierno que, así como fue eficaz colaborador de la Justicia, deberá observar sistemas de control que permitan detectar los focos de corrupción que puedan existir. Lo repetimos. Desde ahora, estamos seguros, nada será igual y prontamente pueden surgir novedades. Si sirven para exterminar el flagelo de la droga, bienvenidas sean.
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En cuanto a detenidos, ellos podrían aportar grandemente sobre las eventuales bandas que puedan estar operando en el territorio. Su defensa será que tenían tratos con personajes del submundo criminal y que, en verdad, era su estrategia para llegar a tomar a los peces gordos del inmundo negocio. El “cuentito” puede ser atractivo, pero como oficiales de carrera no podían hacerlo sin dar cuenta a los superiores. Tiraron a la basura el uniforme y no les queda más expediente que colaborar. Sería síntoma de arrepentimiento.
El Esquiú 
 

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