En medio de tanta poquedad, donde abunda el vale todo y el sálvese quien pueda. Donde el odio y el fanatismo caminan de la mano sin pudor alguno, para alegría de la mezquindad. Donde se hace uso y abuso de las libertades, ayer, en el Día del Amigo, sinceramente se los extrañó a los dos. Es que las figuras del curita Santiago José Sonzini y el bioquímico Abraham Lejtman no pasaron por la vida por solo pasar nomás. Dejaron ejemplos y valores, esas virtudes que escasean por estos días y que son muy pocos los que intentan imitarlas. Ambos fueron declarados CIUDADANOS ILUSTRES en los ámbitos legislativos, distinción alcanzada por sobrados méritos. El padre Sonzini hizo sus estudios primarios en la escuela 66 “Clorinda Orellana Herrera” de Chumbicha y a los 12 años ingresó en el Seminario. El 14 de agosto de 1982 se sirvió el primer plato de comida en la parroquia Santa Rosa de Lima para las familias pobres. En 1993 se inaugura una de sus grandes obras: el hogar “Mamá Achachita”, en el sector norte de la Capital, donde se daba de comer, en un principio, a 300 niños y jóvenes, algunos estudiantes del interior de la provincia. Después el servicio se extendió para  mayores y ancianos de escasos recursos. A mediados de la década del 90, la emisora FM Catamarca -que por ese entonces funcionaba en Galería Leo III- concretó una programación especial desde las 4 de la madrugada hasta las 12 de la noche, de la que participaron todos sus periodistas,  locutores y técnicos. Se cortó el tránsito por calle Sarmiento al 700, donde se montó un escenario en el que actuaron   numerosos artistas locales. Todo lo recaudado -desde muebles hasta materiales de construcción- fue para el hogar “Mamá Achachita”. El gran sacerdote falleció un 14 de julio de 2011. El curita que daba las gracias con un fuerte abrazo y lágrimas en los ojos.

********

Por calle Tucumán al 700 dejó un legado de trabajo, honestidad y solidaridad: los laboratorios con su sello y la cuidada continuidad de sus hijos Rubén y Néstor. El querido y recordado Abraham Lejtman, que un día llegó desde su Curuzú Cuatiá natal para quedarse para siempre entre nosotros. En septiembre de 2016 tuvo su merecido homenaje: durante la gestión del Dr. Ramón Figueroa Castellanos, el Laboratorio Central del ministerio de Salud lleva su nombre. Junto a otra gran y recordada hacedora como fue María Luisa Sesín, motorizaron todas las gestiones para hacer realidad la obra de la Escuela Diferencial en nuestro medio. El Radio Club Catamarca lo tuvo entre sus principales animadores y el Club de Leones tuvo en su persona a un socio destacado. Alguna vez pensó en brindarles un momento de alegría a los ancianos internos del Hogar de calle Salta y avenida Belgrano. Y allí se hizo presente un domingo con amigos y un grupo de folcloristas. Después, esos felices domingos se prolongaron en los jóvenes leones: el buen ejemplo había caído en tierra fértil. Jamás se negó a un pedido de favor para que atienda a una persona gratis, de escasos recursos y sin obra social. Firmamos con los ojos cerrados este gesto repetido. Como buen correntino, gustaba de la música de Teresa Parodi, de lo que pueden dar fe su esposa Sarita y sus hijos Ariel, Rubén, Néstor y León, una familia que guarda los valores de Abraham como cual preciada joya. Se extraña la mano amiga en el hombro del curita Sonzini cuando se pierde un ser querido como es un padre. Se extraña el “¡hola, hermano!” de Abraham y su franca y generosa sonrisa. Hasta eligió el día para su muerte: un 20 de julio de 2003, justo en el Día del Amigo. Se los extraña a los dos. Diría el canto de Carlos Bazán: “Esa condición de gente no se encuentra en todas partes”.

Kelo Molas