Por qué no todos los damnificados pueden denunciar
Hace algunas décadas, cuando el comercio de sustancias ilegales comenzaban a crecer, un audaz grupo de estafadores hizo fortunas en la frontera de México y Estados Unidos, ofreciendo un negocio tentador: vendían grandes cantidades de marihuana a precios módicos, que podía reportar grandes ganancias a quienes se atrevieran a comprarla barata para comercializarla más cara.
Operaron un buen tiempo, hasta que se descubrió que simplemente estafaban a los aspirantes a narcos, ya que en realidad les vendían literalmente bosta seca, que no tenía valor alguno.
Nunca pudieron denunciarlos, porque los compradores de marihuana a granel que se descubrían burlados no podían reclamar nada, desde el momento en que la operación que intentaban llevar adelante era ilegal.
Este mecanismo se aplicó en miles de ocasiones... Alberto J. Armando, ilustre presidente de Boca Juniors, lanzó a fines de los años 70 una gran rifa con la idea de reunir dinero para construir un estadio nuevo, al estilo Maracaná. Había miles de premios, incluyendo muchísimos autos último modelo. Muchísimos hinchas de Boca compraron las rifas, pero Armando nunca entregó los premios. Cuando los estafados fueron a protestar, se descubrió que el sorteo era clandestino y por lo tanto no podía reclamarse un premio de un juego que nunca había sido autorizado legalmente. El estadio nunca se construyó y la plata recaudada no apareció más.
Salvando las distancias, estas penurias de estafadores y estafados también se observan en el caso de las financieras catamarqueñas.
Hay muchos damnificados, algunos por cifras millonarias, que no pueden hacer la denuncia y apenas les queda la posibilidad de esperar que se les devuelva algo de dinero, con los intereses prometidos o sin ellos.
No pueden denunciar porque buscaban las ganancias extraordinarias con dinero nunca declarado. Son personas con grandes capitales que eludían al sistema bancario para no tributar, al margen de que hayan reunido esas fortunas de manera ilegal o legal.
Quedaron ahora en su propia trampa, porque si reclaman judicialmente por el dinero perdido, se verán expuestos a tener que justificar el origen de ese dinero, con lo cual al denunciar la estafa que sufrieron, pondrán a la luz la estafa que pretendían cometer ellos mismos.