Las Fiestas de la Virgen, una oportunidad para evangelizar

El flamante rector del Santuario de Nuestra Señora del Valle, padre José Díaz, analizó el sentido de estas tradicionales celebraciones y se refirió a la Misión Diocesana Permanente que se lanzó el 8 de diciembre.
domingo, 12 de diciembre de 2010 00:00
domingo, 12 de diciembre de 2010 00:00

Quince días antes del comienzo de las Fiestas en honor de la Virgen del Valle, el Pbro. José Díaz asumió como Rector del Santuario-Catedral de Nuestra Señora del Valle.
El Padre Pepe, como lo tratan cuantos lo conocen, estuvo varios años en Colombia, donde participó de la preparación y realización de la Conferencia Episcopal Latinoamericana que se realizó en Aparecida, Brasil. A su regreso, el Obispo Diocesano lo designó Vicario de Pastoral y después le sumó la responsabilidad que asumió el 15 de noviembre último. En diálogo con El Esquiú.com, el sacerdote habló de su primera experiencia como Rector del Santuario, en la organización y realización de la Fiesta de la Virgen.

“No es algo mágico”

“Yo lo he vivido como una experiencia de Gracia, en primer lugar porque es la primera vez que estoy del otro lado; siempre lo he hecho como un peregrino que venía a la fiesta cuando ya estaba toda preparada, pero que me toque prever algunas cosas o mirar, estar atento para ver qué hace falta, hace que uno comience a mirar detalles que antes no veía, entre los cuales está la atención personalizada del peregrino que necesita de evangelización, necesita que se la hable de Dios, que lo que él viene a buscar no es algo mágico sino que es “según sea Tu Voluntad”, según sea la Voluntad de Dios y que implique una conversión personal, que lo lleve a su casa, a su pueblo, como una persona renovada, que sea una experiencia de fe profunda. Esto es lo que uno desearía, porque de hecho la religiosidad popular lo que busca, en el fondo, es esto, experiencia de renovación interior, espiritual; buscada por distintos caminos”.

Identidad católica

Al término de la Procesión en honor de la Madre del Valle, el Obispo Diocesano, Mons. Luis Urbanč lanzó la primera etapa de la Misión Diocesana Permanente, que comprende 1910-1916. Al respecto, el Padre Díaz dijo:
“Hemos tratado de resumir un camino de evangelización en esto de la Misión Permanente. Porque los obispos latinoamericanos, percibiendo el notable debilitamiento de la identidad católica en América Latina puesto de manifiesto sobre todo en ese peregrinar de católicos hacia otras propuestas religiosas prendió la luz roja, o la advertencia de que algo está pasando.
Y qué está pasando. Hay una cuestión de no saber quién soy de parte del católico; de un no saber por qué hago lo que hago, por qué digo lo que digo, por qué voy a misa, por qué sostengo ciertas costumbres que son cristianas, muchas veces por herencia. Y el hecho de que tengamos en este espacio del Santuario y en Catamarca la oportunidad de recibir a tantos peregrinos y a la vez de vivir fiestas tan hermosas como las que vivimos, son una oportunidad magnífica para evangelizar, para recuperar el sentido de lo que somos.

Contemplación y acción

Los obispos latinoamericanos lo han planteado en dos categorías. Una categoría de Discípulo y otra categoría de Misionero, que son inseparables, porque no se puede ser Misionero si no se es Discípulo. Y uno se miente a sí mismo si cree que es Discípulo sin ser Misionero. O sea, hay una retroalimentación permanente, en la acción, en la contemplación, en la relación con el Señor y en la relación con el mundo. Y creo que eso es lo que nosotros necesitamos reasumir como Iglesia. Repensar, relanzar, comenzar desde Cristo, como dice el Documento de Aparecida para, con ese nuevo impulso, empezar a encontrar caminos de evangelización nuevos, para una cultura distinta, para una situación histórica, un contexto socio-cultural diferente, donde los católicos ya no somos los que éramos antes, ya no influímos de la manera en que influíamos antes. La Iglesia ha perdido ese vigor misionero que pudo haber tenido. Hay un debilitamiento notable de la identidad católica y del fervor católico. Del amor, en el fondo. Del amor a Dios y el amor al otro. Entonces esta es nuestra gran tarea en el inicio del nuevo siglo, del nuevo milenio, cobrar conciencia de que somos Iglesia Discípula-Misionera, que somos llamados para ser enviados y que es una oportunidad inmejorable para replantearnos actitudes, criterios; nuestro modo de concebir nuestra condición cristiana y nuestra relación con el mundo, renovar nuestra relación con el Señor, volver a ese ardor, propio del amor, que hemos perdido.

Establecer vínculos

El Padre Pepe se refirió luego a la Carta pastoral de los obispos argentinos con ocasión de la Misión Continental aprobada por la 153ª Reunión de la Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal Argentina el 20 de agosto de 2009. Destacó de ese documento el concepto de vínculo al pensar en la acción pastoral de la Iglesia.
“Los obispos dicen: En la tarea pastoral ordinaria la gran conversión pastoral pasa por el modo de relacionarse con los demás. Es un tema ‘relacional’. Importa el vínculo que se crea, que permite transmitir actitudes evangélicas. Como Jesús en el encuentro con el ciego de Jericó, que lo llamó, le abrió un espacio para que compartiera su dolor, le devolvió la vista, y así finalmente, en un vínculo nuevo, el ciego ‘lo siguió por el camino’. La pastoral, entonces, parece desarrollarse en lo vincular, en las relaciones, para que los programas pastorales no terminen siendo ‘máscaras de comunión’. Aquí importa en primer lugar lo que es previo a cualquier programa o acción. Antes de la organización de tareas, importa el cómo las voy a hacer, el modo, la actitud, el estilo. Así entonces las tareas son herramientas de un estilo comunional, cordial, discipular, que transmite lo fundamental: la bondad de Dios”, citó el sacerdote, del mencionado documento de los obispos argentinos. Y concluyó aludiendo a otro párrafo de ese documento: “La misión lleva al encuentro personal para transmitir a Cristo. La misión es relación, es vínculo. No hay misión si no me relaciono con el prójimo. La misión necesita de la cercanía cordial. Y el desafío, desde esta cercanía, es llegar a todos sin excluir a nadie.
 


Qué buscan

 “Año tras año, los peregrinos renuevan su amor a la Virgen del Valle, y Catamarca se ha convertido a lo largo de estos casi 400 años en un referente, para muchos, de la presencia de Dios, para otros de la presencia de la Virgen como médica de los Valles Calchaquíes, para otros tal vez como una oportunidad de esperanza, porque cuando llegan a Catamarca tienen la sensación de que algo puede llegar a pasar, como que les despierta la expectativa de algo novedoso ya sea para su salud en el cuerpo como para su salud en el alma; muchos vienen buscando no saben qué, pero vienen buscando que el encuentro con María, el encuentro con la Virgen, las fiestas populares, les signifiquen una renovación y de hecho, así sucede.

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