El Humaraya es el único Centro de Rehabilitación
El 20% de los adictos que ingresó logró recuperarse
Desde sus inicios, más de 500 chicos recibieron tratamiento. Cada día concurren cuarenta pacientes, la mayoría menores de edad.
Son jóvenes y niños que encontraron el camino hacia una nueva vida. Algunos han llegado a la meta, otros lo siguen intentando y muchos esperan despertar de ese infierno que los deja sin nada, crudos, en una existencia brutal. Para aquéllos que no pierden sus esperanzas, el Centro de Rehabilitación Humaraya les ofrece una oportunidad para salir del mundo de la drogadicción.
“Maldita droga”. Esta frase es la que resuena en la mente cuando se los escucha testimoniar a los jóvenes drogadictos que asisten al Centro de Rehabilitación Humaraya. La mayoría lo adoptó como un refugio para escapar de la soledad, de los problemas familiares, de la desesperanza. Todos dicen haberse iniciado en la drogadicción por curiosidad, por presión de la “junta” o porque simplemente no tenían nada que perder.
Por el Humaraya han pasado más de quinientos adictos desde diciembre de 2006, año en el que empezó a funcionar. Fue creado con el objetivo de dar respuesta sanitaria y social a una problemática que comenzó a hacer estragos en Catamarca, en estas dos últimas décadas. De esa cifra, el 20 % logró recuperarse, otros están en las calles, una buena cantidad transita por los juzgados. Gran parte de ellos pasó por comisarías, hasta llegar al Centro. “Lo importante es luchar por devolverles la vida a ellos y a sus familias”, señaló el director del centro de rehabilitación, Lic. Daniel Fuenzalida, quien a principios de este año asumió la difícil tarea de conducir una de las instituciones más duras, y accedió a dialogar con este diario.
Fuenzalida explicó que el tratamiento aborda básicamente las drogas ilegales. “El centro tiene un dispositivo de abordaje del tratamiento que se compone de dos procesos: uno destinado a los Tratamientos Ambulatorios, pensado para aquellos pacientes que tienen posibilidades o ciertos recursos para sostener el tratamiento ya sea en un ámbito familiar o social que los contenga; y el otro dispositivo se denomina Centro de Día; pensado para aquellos que no cuentan con recursos y que presentan mayor vulnerabilidad y factores de riesgo. Acá no hay un núcleo o un contexto que los sostenga. En este caso el paciente transcurre un periodo de tiempo en la institución”, detalló.
Los pacientes
Actualmente asisten cuarenta chicos que no superan los veintiún años, y en su mayoría son varones. Pero el proceso de adhesión y de abandono del tratamiento hace que la presencia nunca sea fija. “Al Centro de Día concurren veinte pacientes y una cifra similar recibe tratamiento ambulatorio. El dispositivo de atención está permanentemente abierto a la recepción de pacientes, pero hay periodos en que el número de adhesiones y abandonos se incrementan”, agregó su director. En este dispositivo se realizan talleres y actividades interinstitucionales que sirven para integrar al paciente. En los pasillos del Humaraya se pueden ver afiches con fotos de los talleres de carpintería, arte, educación física, gastronomía. Aunque la participación en estas actividades varía de acuerdo con el estado del chico y el tipo de tratamiento que recibe. El objetivo es terapéutico, ya que se intenta que el paciente pueda adquirir otros hábitos y costumbres que lo alejen de lo nocivo.
“La mayor parte de la población que se atiende cuando ingresa al Centro viene con muchísimos factores de riesgo, vulnerabilidad social, económica, familiar, educativa y cultural; todas estas carencias exponen a los chicos a una situación muy difícil cuando el adimento es la droga”, reveló Fuenzalida.
Hasta hace poco tiempo el mayor porcentaje de pacientes que asistían al Centro eran derivados por la justicia. ¿Qué pasa actualmente? “Hoy por hoy, el proceso con la justicia ha ido mejorando. De lo que se trata es de abordar la problemática de las adicciones de una manera institucional y de reconocer que el chico es un enfermo”, dijo Fuenzalida. Si bien hubo momentos de desborde, reconoce que ahora hay turnos disponibles y espacio para aquellos chicos que necesitan un tratamiento. “Justamente el tema de la deserción es una realidad que hace que muchas veces el número de pacientes no sea estable, y que los tratamientos sean más prolongados, ya que la falta de continuidad y de compromiso de querer salir de esa situación hace que el Centro tenga cierta rotación. Aunque esa situación no sea la ideal”, explicó.