- Daniel Fuenzalida, responsable del Humaraya, ¿cuál es el porcentaje de deserción en el centro?

- Es variable. De todas formas desde la institución se están elaborando operativos de recaptación de pacientes. Porque uno puede poner toda la atención y un proceso de abordaje efectivo, pero si no contamos con el sostén y el apoyo de lo extra institucional, que son la familia y el contexto social, no hay mucho que hacer porque el paciente no asiste.
Sin embargo, se llama por teléfono a la familia, se lo busca al paciente en su casa, pero muchas veces estos operativos fallan.
Por eso estamos haciendo hincapié en trabajar con la familia, porque hay casos en que la composición del hogar hace que haya un solo tutor a cargo de los chicos, y con varios hijos en problemas, entonces los padres se ven desbordados.
Pero este dispositivo no es para todos los pacientes, sino para aquellos casos que son difíciles de tratar.
Entonces el equipo profesional (psicóloga, terapeuta ocupacional y asistente social) concurre al hogar e intenta trabajar con los hábitos y conductas de los integrantes de la familia del paciente adicto.

¿Cuáles son los tiempos que se manejan en un tratamiento?

- Este es justamente uno de los detonantes del abandono. No sólo por parte del paciente sino de la familia.
Hay padres que se llenan de muchísimas expectativas al momento del ingreso del chico al Centro, suponen que es una solución mágica que en menos de siete días o un mes su hijo va estar recuperado y no va a ser más adicto. Y no es así. La adicción es un proceso lento y casi imperceptible en el enfermo y en la familia; y la recuperación también es lenta y requiere de un gran compromiso. Pero hay cosas que escapan a nuestro trabajo. Esta es una institución joven que está creciendo con la demanda social de atención de la enfermedad.