“Muchas mujeres con el virus se empoderaron pero queda todo por hacer”

Lo destacó Patricia Pérez, presidenta de la Comunidad Internacional de Mujeres Viviendo con VIH (ICW).
sábado, 1 de diciembre de 2012 00:00
sábado, 1 de diciembre de 2012 00:00

A veinte años de la creación de la Comunidad Internacional de Mujeres Viviendo con VIH (ICW), su presidenta Patricia Pérez destacó que “logramos que todas las mujeres que pasan por la organización se empoderen, pero en materia del sida queda todo por hacer si pensamos que la mitad de las personas infectadas desconocen su estado”.
“La organización logró que las mujeres que viven con VIH se animen a hablar, que tengan una autoestima distinta. Vos pasás por acá y te llevás esa fortaleza, porque te das cuenta de que podés hacer cosas, podés decidir sobre tu vida y sobre tu salud”, señaló Pérez, quien participa desde el comienzo de ICW.
No obstante, a la hora de plantear los desafíos, la presidenta de la organización, quien fue además elegida por Michelle Bachelet como asesora ad-honorem sobre el tema en ONU Mujeres, fue determinante: “Está todo pendiente, si vos tenés la mitad de la población sin tratamiento no entiendo qué se festeja”.
La dirigente se refirió de esta manera al espíritu que sobrevoló en la última Conferencia Mundial de SIDA que se realizó en Washington durante agosto pasado: “No entiendo por qué se dice que estamos en el principio del fin del SIDA, porque estamos a treinta años del inicio de la epidemia y ésta sigue avanzando y la gente se sigue muriendo”.
Pérez reconoció que “existen logros científicos, pero si éstos no llegan a toda la población no podemos hablar del fin de la enfermedad, porque no se trata sólo de los tratamientos, es un tema político”.
Patricia Pérez trabajaba como profesora de Educación Física cuando, a los 24 años, supo que tenía VIH: “Era una época muy difícil, los tratamientos no existían, no sabías a quién preguntarle, cuando vos hablabas de sida la gente te hacía a un lado, y los que se quedaban con vos no sabían qué decirte”.
Sin respuestas claras de los médicos, sin poder compartir su problema por la discriminación y con la única certeza de que se iba a morir en dos años, Pérez recordó aquellos primeros tiempos como “de gran confusión, incluso primero quise alejar a mi hijo, que no dependiera tanto de mí, cosa que me hacía muy mal”.
“Después de un tiempo pensé que si me iba a morir quería que fuera de la mejor manera -relató- entonces traté de empezar a vivir intensamente, que no es descontrol, sino empezar a darle a las cosas un valor que hasta ese momento no le daba. Me refiero a cosas como cuidar la salud, o por ejemplo, no irme de mi casa enojada porque en verdad, nadie sabe cuándo se va a morir”.
Esos primeros pasos en soledad se fueron convirtiendo de a poco en un andar con personas que iba conociendo en los servicios médicos, con quienes comenzó a compartir experiencias.
Al tiempo conformó un grupo de voluntarios que durante diez años funcionó en el Hospital Muñiz, donde atendían las angustias y necesidades de información de personas viviendo con VIH-sida.
En 1991, y pasados los dos años que le habían dado de vida cuando le dieron el diagnóstico, la mujer viajó a Inglaterra a un encuentro de personas viviendo con VIH: “Casi no había mujeres, era mi primer viaje, extrañaba mucho, anochecía temprano, no hablaba inglés y por momentos me preguntaba: ´¿qué hago acá?´”
En su relato recordó que al año siguiente se hizo la Conferencia Mundial de Sida en Amsterdam. “Un grupo de feministas, conociendo lo que había pasado el año anterior, decidió apoyar para que las mujeres se inscriban, entonces ya éramos más”.
“Vimos que todas teníamos los mismos problemas: el tema del embarazo, la discriminación, la violencia. Entonces dijimos: `creemos una red´, aunque no teníamos ni idea cómo hacer, no teníamos un mango, había diferencias culturales y no hablábamos el mismo idioma, sólo nos unía la necesidad”, recordó.
 

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