La “libertad de vientres" fue una de las primeras medidas de la Asamblea XIII, decretada en la sesión del 2 de febrero de 1813. Después de los considerandos del decreto, que acudía a ideas de humanidad y libertad, se determinaba que:

"(...) sean considerados y tenidos por libres, todos los que en dicho territorio (de las Provincias Unidas del Río de la Plata) hubiesen nacido desde el 31 de enero de 1813 inclusive en adelante, día consagrado a la libertad por la feliz instalación de la Asamblea General (...)"

En esa fecha, ya eran muchas las naciones europeas que habían abolido en sus posesiones el tráfico negrero, si bien es cierto que este proceso se desarrollaba con grandes resistencias, en especial por aquellas potencias coloniales que mayores intereses tenían en un fluido aprovisionamiento de mano de obra esclava.

En América, las revoluciones tambaleaban aún, en especial hacia fines de 1813, cuando Fernando VII recobró su corona al grito de "¡Vivan las cadenas!". Por eso, aunque la Asamblea General no declaró la independencia política, sus medidas fueron de corte revolucionario para el orden social vigente hasta allí.

En ese contexto se enmarcó la declaración de la llamada "libertad de vientres”. Este proceso no estuvo exento de resistencias, y prometía futuros conflictos civiles. En el orden internacional, la abolición agravó los problemas con el imperio portugués, que veía en sus fronteras el peligro de una república revolucionaria que fomentaba, según todos los indicios, las rebeliones de sus esclavos, y les inculcaba el deseo de transfugar más allá de la frontera.

El del 4 de febrero, es decir, sólo dos días después, otro decreto de la Asamblea ordenaba que:

"(...) todos los esclavos de países extranjeros que de cualquier modo se introduzcan desde este día (jueves 4 de febrero) en adelante queden libres por sólo el hecho de pisar el territorio de las Provincias Unidas. (...)”

Gorla y otros