El mensaje final de Monseñor Urbanc
El Monseñor Obispo, Luis Urbanc al finalizar la procesión emitió el mensaje final que dio fin a las festividades. En la oportunidad manifestó: “A ti, Madre querida del Valle, hemos venido desde distintos lugares y realidades, confiados y suplicantes, a honrarte en este septenario para celebrar tus 122 años como Reina y Señora de esta Iglesia diocesana, y te ruego que nos concedas la gracia de ser verdaderos hijos tuyos y hermanos de Jesucristo libres de toda mancha de pecado”.
Más adelante el Obispo señaló: “Acuérdate, Virgen Santa, que eres Madre de Dios, no sólo para tu dignidad y gloria, sino también para salvación nuestra y provecho de todo el género humano. Ten en cuenta que jamás se ha oído decir que alguien que haya acudido a tu protección e implorado tu socorro, haya sido desamparado. No nos dejes, porque si nos olvidas nos perderemos; tampoco nosotros queremos abandonarte, antes bien, estamos dispuestos a crecer más en la verdadera devoción y en el amor fraterno”.
En el último mensaje mariano, Urbanc pidió a la Madre del Valle por los jóvenes, al respecto dijo: “Inmaculada Madre de Dios, Reina de los Cielos, Manantial de Misericordia, presta atención a este servidor del Sumo y Eterno Sacerdote, tu Hijo bendito que, en nombre de todos cuantos están delante de tu venerada imagen, te suplica confiadamente por los jóvenes de nuestra diócesis y de la patria, concédeles encontrarse con Jesús a quien buscan y, en no pocos casos, sin saberlo. Lo buscan porque lo necesitan como los pulmones el aire, como las plantas el agua. Así como los peregrinos que, año a año, llegan a tu santuario buscando Paz.
En otro fragmento el Monseñor Diocesano expresó, “muchos han venido a verte, a conocerte, a agradecerte y a pedirte. En estos días, esta casa tuya se ha convertido en la casa de los jóvenes; han venido a pedir que los liberes de muchas ataduras internas y externas. Consígueles con tu poderosa intercesión la verdadera libertad, la de tu Hijo; la fe verdadera y los auténticos motivos de vida y esperanza. Tú, Madre, conoces sus límites, sus sueños, sus proyectos y sus posibilidades, haz que sea fecunda su esperanza...”.