El Papa Francisco pone en marcha la limpieza de la Curia vaticana

El día 4 peregrinarán todos a Asís donde saldrá a a la luz parte de lo que se avecina en el futuro.
domingo, 29 de septiembre de 2013 00:00
domingo, 29 de septiembre de 2013 00:00

«La revolución comienza el uno de octubre…» Se nota inquietud en la Curia vaticana. Está sucediendo algo que no controlan y que va a tener un enorme impacto en el futuro de la Iglesia, no sólo en su estructura burocrática central… Algunos, los más mezquinos, temen por su «carriera», pues habrá «poda» de organismos y plantillas en un Vaticano que ha dejado de ser trampolín para medrar en la carrera eclesiástica. Otros, habituados a las estructuras rígidas o a orientarse sólo con la brújula del Derecho Canónico, temen el caos.

En cambio, quienes de verdad entendían a Benedicto XVI, se entusiasman con lo que está haciendo Francisco. El Papa emérito puso las bases teológicas de la revolución que ahora estalla y añadió la espoleta: el «shock» de su renuncia para dar paso a alguien «más vigoroso».

La operación es como un río subterráneo, con mucho más alcance de lo que parece a simple vista. Aunque pocos se enteraron, empezó hace dos años, cuando el Papa Benedicto explicó en Friburgo su proyecto de una Iglesia «desmundanizada» y pobre, llamada a centrarse en «la adoración a Dios y el servicio al prójimo». No va a cambiar la doctrina pero sí, y decisivamente, la actitud de la Iglesia.

El Vaticano contiene el aliento en vísperas de la primera reunión del grupo de ocho cardenales creado por Francisco para ayudarle en la reorganización de la Curia y «en el gobierno de la Iglesia universal». Trabajarán a puerta cerrada con el Papa del 1 al 3 de octubre. El día 4, fiesta de San Francisco, peregrinarán todos a Asís, donde saldrá a la luz parte de lo que se avecina en el futuro.
El «G8» del Papa

El «grupo de los ocho» está formado por gigantes del trabajo pastoral, elegidos para presidir asambleas episcopales continentales. Han consultado a sus colegas de cada continente y encarnan las antípodas de los problemas de la Curia vaticana: el «carrierismo», las «cordadas» de protegidos, la pasividad, el clericalismo… El pasado 13 de abril, cuando los grandes expertos curiales esperaban ser convocados para opinar sobre la reforma, Francisco les sorprendió creando un grupo formado enteramente por «outsiders». Como el problema está dentro, la solución tiene que venir de fuera.

El «G-8» está presidido por un cardenal del Nuevo Mundo, Oscar Rodríguez Maradiaga, antiguo presidente del episcopado latinoamericano (CELAM) y presidente desde hace seis años de Cáritas Internationalis, que engloba todas las Cáritas del planeta.

Como las mayorías absolutas de los fieles católicos están en América, hay otros dos cardenales americanos. Francisco Javier Errázuriz Ossa, de Santiago de Chile, antiguo presidente del CELAM, y Sean O’Malley, de Boston, experto en «hacer limpieza» en diócesis corroídas por los abusos sexuales.

Una reforma es más que una mejora del «management», pero la incluye. El cardenal de Múnich, Reinhard Marx, presidente de la Comisión de los Episcopados de la Comunidad Europea (COMECE), volvió a calificar de «escandaloso» que el banco del Vaticano (IOR) «haya estado acarreando descrédito a la Iglesia durante décadas».
Divorciados vueltos a casar

La «hoja de ruta» del cambio de rumbo que ahora se ve, fue trazada por Benedicto XVI en dos encíclicas, «Deus Caritas Est» (2005) y «Caritas in Veritate» (2009), y en el discurso a los «católicos activos» pronunciado en Friburgo el 25 de septiembre del 2011. En cambio, la mejor guía para entender lo que está pasando es el Papa Francisco, que lo ha explicado a la Prensa. El pasado 28 de julio, en una entrevista con la televisión brasileña «Globo News» en Río de Janeiro, el Papa dijo que «la reforma de la Curia es una cosa muy seria. Calculo que necesitaremos dos o tres reuniones (del «G-8») antes de que se note algún cambio».

En su encuentro con los periodistas durante el vuelo de regreso a Roma, añadió que, aparte de la reorganización de la Curia —en la que «hay muchos santos» aunque «hace más ruido un árbol que cae que un bosque que crece»—, las reuniones de trabajo con los ocho cardenales abordarán también el problema de recepción de sacramentos por parte de los divorciados vueltos a casar.

Lo estudiarán «en el contexto del conjunto de la pastoral matrimonial» —que incluye dejar clara la seriedad del matrimonio antes de que los contrayentes acudan al altar—, y teniendo en cuenta la experiencia de la Iglesia ortodoxa «que da una segunda oportunidad» a la parte inocente.

Hace una semana, en la entrevista publicada en 16 revistas de los jesuitas, el Papa advertía que «muchos creen que los cambios y las reformas pueden llegar en un tiempo breve. Yo opino que se necesita tiempo para poner las bases de un cambio verdadero y eficaz». Probablemente, un par de años. En todo caso, «las reformas organizativas y estructurales son secundarias, es decir, vienen después. La primera reforma debe ser la de las actitudes. El Pueblo de Dios necesita pastores, y no funcionarios, clérigos de despacho».

En cuanto al Vaticano, «los dicasterios romanos están al servicio del Papa y de los obispos: tiene que ayudar a las Iglesias particulares y a las conferencias episcopales. Son instancias de ayuda. Cuando no son bien entendidos, corren el peligro de convertirse en organismos de censura. Los dicasterios romanos son mediadores, no intermediarios ni gestores». La revolución está servida.
ABC.es

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