Por falta de recursos para pagar un alquiler o construir una vivienda
Viven desde hace cinco meses en un colectivo por no tener casa
La familia vive en la unidad donada por la empresa. La adaptaron de acuerdo a sus posibilidades.Desde hace cinco meses una familia vive en un colectivo por no contar con los recursos económicos para construir una vivienda. La falta de trabajo de la pareja luego de que la panadería en la que trabajaba quebrara y no pudieran continuar pagando el alquiler derivaron en esta situación.
Ante ello y al no contar con una vivienda en la que habitar, Laura decidió solicitar a la propietaria de la empresa GM un colectivo que estaba en desuso para adecuarlo y vivir allí junto a su hijo de tres años y su pareja.
La solicitud de la unidad de transporte llegó y la empresa accedió al pedido y se lo donó. Fue allí cuando inició el proceso de adaptación, que requirió de quitar asientos, barandas y ubicar las pertenencias. Vivir en el colectivo no resultó fácil, como lo habían supuesto, ya que las bajas y altas temperaturas se padecen por el material de la unidad.
El paso del tiempo y las consecuencias que fueron surgiendo y la falta de respuestas a los pedidos realizados a los organismos gubernamentales llevaron a que la familia haga pública la necesidad de acceder una vivienda.
Actualmente, la familia cuenta con el ingreso de los trabajos esporádicos que realiza el padre del niño de tres años que vende verduras, mientras que Laura se esfuerza para recibirse de profesora en Lengua y Literatura, para lo cual le resta rendir solo una materia.
La familia solicitó a los organismos de gobierno asistencia con un módulo habitacional pero hasta el momento no consigue respuestas.
La difícil experiencia
En diálogo con este diario, Laura comentó la situación que atraviesa junto a su hijo y su pareja. Al respecto, comentó: “Todo comenzó cuando mi pareja se quedó sin trabajo y nos prestaron una parte de una vivienda en la casa de un familiar, no estábamos bien. Yo no me quedé quieta y fue cuando averigüé formas de vida en internet y vi lo del colectivo, ni pensar las consecuencias: cuando uno tiene un hijo, las debe pensar. Pasaba por la empresa y veía el colectivo estacionado. Me lo donaron, me hice cargo de los papeles y empezamos a ver qué podíamos hacer en esa estructura. Armamos todo con las cosas que teníamos”.
En la misma línea, Laura dijo: “A nadie de mi familia le gustaba la idea de que yo viva acá, mi familia Me ayuda pero con las limitaciones que tiene. Todos lloraban y me decían que no era vida esto en un colectivo. Con el tiempo me di cuenta de que realmente no estaba haciéndolo bien. Pero a pesar de eso, limpié el terreno que nos donó una tía y trajimos el colectivo. Era nuestra única opción”.
Sobre la experiencia de vivir en la unidad, la mujer contó que no es fácil. “No me di cuenta de lo que era vivir acá hasta que llegó el invierno: las chapas se congelaban, hacía frío al punto que tuvimos que llegar a dormir tapados con hasta diez colchas y abrigados. Nos levantamos con dolor de cabeza del frío que nos hacía. Tratábamos de verle el lado positivo y pensábamos en que no nos mojábamos con la lluvia, pero después llegó el calor. Con el calor llegaron los bichos, los alacranes. A las 9.00 se vuelve imposible estar acá, todo tengo que hacer de noche, limpiar, lavar ropa, estudiar”.
Continúan luchando días a día en busca de una mejor calidad de vida, condiciones a las que tienen derecho a acceder pero no pueden solos.
“Le pidieron a mi hijo que dibuje su casa y dibujó el colectivo”
Laura comentó la situación que le reforzó la necesidad de buscar una vivienda. “Mi hijo va al jardín. Si bien ahora no lo nota y es una aventura para él vivir aquí, nos ve comer juntos y hablar, estamos bien. El otro día pasó algo que me hizo el click: le pidieron en el jardín que dibuje su casa y un compañero le dijo que no era su casa, que era un colectivo y él se puso a llorar. Eso me puso muy mal y me hace seguir luchando por una mejor forma de vida para mi hijo”.