Religiosas

Las lecturas de Fray Mamerto Esquiú

En una nueva entrega dominical, el profesor Mario Daniel Vera nos ilustra sobre aspectos de la vida del Venerable Fray Mamerto Esquiú.
domingo, 16 de diciembre de 2018 00:00
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¿De dónde provenía la sabiduría del Padre Esquiú? Además de los consejos de sus padres y de la eficiente instrucción y guía de los padres franciscanos catamarqueños, ¿qué lecturas influyeron en su sólida formación? 

Qué leía el Padre Esquiú
Muchos biógrafos aseguran que el niño Mamerto aprendió a leer a temprana edad. Sin duda, el estímulo de sus padres y la orientación de su primera maestra, Teresa Bravo quien le en-señó sus primeras letras en su pueblo de San José de Piedra Blanca, fueron muy importantes a la hora de adquirir el habito y la pasión por la lectura. “Su padre poseía media docena de libros y él se dio a la lectura con pasión. Todos eran libros religiosos: el Ejercicio Cotidiano, los Ejercicios Espirituales, de San Ignacio de Loyola, las Verdades Eternas, las Epístolas, de San Pablo, y la Biblia. En las horas del día, leía solo para sí. Por las noches leía en voz altapara sus padres y hermanitos”. (Manuel Gálvez. La vida de Fray Mamerto Esquiú. Buenos Aires, 1933, pag. 19).
Don Félix Avellaneda nos dice: “Sus entretenimientos desde niño fueron los libros: la Historia, las Escrituras, la Tradición, los Santos Padres y el estudio en las aulas….el niño Mamerto, en los albores de la razón, bebió la leche de las virtudes en el ejemplo de los habitantes de este Convento, que lo eran los inolvidables Padres Ángel, Bautista, Gavica, Antonio, Archeverroa y otros tantos ejemplares” (Félix Avellaneda. Fray Mamerto Esquiú. Datos biográficos. Stella, Catamarca, 1917, pág. 7). 
Su amigo Nicolás Avellaneda, cuando lo conoció en Tucumán, allá en febrero de 1856, dijo que “el Padre Esquiú tenía sobre la mesa en el Convento de Tucumán los siguientes libros: el volumen segundo de la Filosofía Fundamental de Balmes; el ensayo sobre El Liberalismo y el Cristianismo, de Donoso Cortés; la Imitación de Cristo, de Kempis y otros textos sobre mate-máticas y agricul-tura. (Alberto Caturelli. Mamerto Esquiú. Vida y pensamiento. Córdoba, 1971, pag. 32).

Libros en el convento catamarqueño
En el domicilio particular del ex presidente Nicolás Avellaneda, un grupo de amigos charlaban sobre el Padre Esquiú. El dueño de casa le pregunta a don Félix Avellaneda ¿y qué libros leía el Padre Esquiú? “Balmes, el Padre Ventura Ráulica, Donoso Cortés, A. Nicolás, etcétera. Los autores que nombramos fue porque tuvimos ocasión de ver, en la celda del Rdo. P. Reinoso, una biblioteca llena de libros que el Padre Esquiú, al partir para Tarija, dejó para que los ven-diese, debiendo entregar a las hermanas el dinero que obtuviese.”. (Félix Avellaneda. Op. Cit. Pag. 69).
Recordemos que la biblioteca del convento de San Francisco de Catamarca data desde 1745 y en ella encontramos, a la fecha que el niño Mamerto Esquiú llegó a sus aulas, más de 700 libros con obras de Teología, Filosofía, Derecho Canónico, Apología, exposi-ción de los Sagra-dos Libros, Literatura, Historia sagrada, de la orden y profana, Legislación, diccionarios geográ-ficos, Física, Mate-máticas, idioma español y latín, idioma quichua, etc. Las obras venían des-de Buenos Aires, de Río de Janeiro, de Chile, del Perú. En los casi treinta años que Fray Ma-merto Esquiú estuvo residiendo en el prestigioso convento, seguramente leyó la mayoría de estos valiosos libros. La biblioteca del convento catamarqueño crecerá con los cientos de vo-lúmenes que el Padre Esquiú compró en su viaje por Roma y Tierra Santa. 

Lecturas con método en Tarija
“El poco estudio que voy haciendo desde que llegué a este Colegio (Tarija), se dirigía a fin de reparar las propias ruinas; con este propósito me di al estudio de la Sagrada Escritura comen-zando por las Epístolas de S. Pablo explicadas por S. Juan Crisóstomo y Santo Tomás de Aquino; leía el capítulo VIII de la primera que es dirigida a los Romanos; comenzaba mi estu-dio a la edad de trein-ta y seis años…”.  (Fray Mamerto Esquiú. Diario de Recuerdos y Memo-rias, pag. 30).
En los dos años de Tarija (1862-1863) estudio con método y profundidad las Escrituras, los Santos Padres y diversos autores re-ligiosos. Sus homilías fueron fruto de mucha lectura y oración. A menudo se trazaba un plan de lecturas a fin de profundizar su formación intelec-tual, e incluso periódicamente se examinaba sobre ese punto. Durante muchos días, e inclu-so meses, escrutaba los textos sagrados, rezando y leyendo comentarios patrísticos o de grandes maestros como Santo Tomás de Aquino o Fray Luis de Granada. Sintió una particular predilección por San Juan Crisóstomo a quien admiraba como modelo de predicador y pastor. 
En su Diario de Recuerdo y Memorias hay numerosos comentarios sobre sus lecturas y deja constancia de los autores: San Juan Crisóstomo, San Agustín, San Pedro Crisólogo, San Juan Clímaco, San Gregorio Magno, San Ambrosio, San Gregorio Nacianceno, San Hilario de Poi-tiers, San Bernardo, Santo Tomás de Aquino, San Buenaventura, Santo Tomás de Villanueva, Fray Luis de León, Fray Luis de Granada, San Roberto Belarmino, San Alfonso María de Ligorio, Luis de la Puente, Alonso Rodríguez, Ventura de Raúlica, Lohner, Cornelio Alapide, Scio, Be-rault, Bereastel, Melchor Cano, Perrone, Scavini, Ollendorff, Gratry, Dron de Gasset, La Pon-te, Mach, Maldonado, Curci, Darras, Bellecio, Mislin, Bonifacio de Ragussa, Perinaldo, Fray Lavinio, Guerin, Ganme, Mamachi, Huguet. (Carlos Oscar Ponza. Semblanza. Fray Mamerto Esquiú). 

Formación e influencias predominantes
El filósofo Alberto Caturelli nos dice que Fray Mamerto Esquiú. “… estudio con pasión las Sa-gradas Escrituras; desde sus prime-ros escritos, alrededor de 1851, hasta 1883, año de su muerte, se encuentran citadas con tal profusión que demuestra un conoci-miento poco co-mún de ellas; sobre todo, los cuatro Evangelios, las Epístolas de San Pablo, el libro De la Sabi-duría y el Eclesiástico.
En 1862 declara que lee De Doctrina Christiana, De Cathechizandis rudibus y demás obras de San Agustín. Cuando volvió de Eu-ropa en 1878 trajo consigo una edición de las obras de San Agustín y las obras de San Buenaventura. En su Diario dice: “…formarán mi lectura exclusiva con las cualidades posibles de estudio las obras de Santo Tomás, de San Juan Crisóstomo y de Fray Luis”. También dejó constancia que leyó los siguientes libros: las Instituciones Filosóficas, de Palmieri; las obras de Dionisio Areopagita; los escritos de Franzelin; Theología Moralis de San Alfonso María de Ligorio; el comentario de Francisco Toledo a la Suma Teológica; las Le-zioni sopra il Vangelo, del Padre Curci; los escritos de Alonso Rodríguez, San Francisco de Sa-les, San Bernar-do, Ricardo de San Víctor, Fray Luis de Granada y a otros filósofos y teólogos. (Alberto Caturelli. pags. 27 a 34) En los últimos años de su vida utilizó las Praelectiones Theo-logicae de Melchor Cano.

La biblioteca del convento catamarqueño crecerá con los cientos de volúmenes que el Padre Esquiú compró en su viaje por Roma
y Tierra Santa. 

Leyendo en Tierra Santa

Durante su estadía en Tierra Santa estudio con entusiasmo. Aunque conocía muy bien los Evangelios, los profundizó a través de los libros del Padre Curci, de Cornelio Alapide, de San Alfonso María de Ligorio y de las homilías de San Buenaventura; y escribió interesantes comentarios sobre estas obras. Dedicóse también a los estudios arqueológicos. Algunas tumbas antiguas lo apasionaron (Manuel Gálvez. pag. 115). 
En su celda se pasaba leyendo o estudiando. Para mejor seguir las huellas del Señor, adquirió y leyó la obra de M. V. Guérin, Descripción Geográfica, Histórica y Arqueológica de Palestina. 
Es importante resaltar que el Padre Esquiú, además de su lengua materna, el español, tenía un excelente dominio del latín; hablaba con fluidez y corrección el italiano y el francés y tenía un buen dominio del idioma alemán. 
 

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