Comunidad Cenáculo en Catamarca

Renacer después del infierno de la droga

Informe: Adriana Romero.
domingo, 2 de septiembre de 2018 00:00
domingo, 2 de septiembre de 2018 00:00

En una pequeña casa rodeada de montañas, en Los Molles, distante a unos 37 kilómetros de Capital, antes del ingreso a El Rodeo, departamento Ambato, un grupo de chicos le da batalla a la droga. Lo hacen de una manera diferente, porque encontraron algo que le da sentido a sus vidas. 
En este lugar campo adentro, funciona el hogar de recuperación de jóvenes con adicciones “Virgen del Valle”, a cargo de la Comunidad Cenáculo, una obra nacida hace 35 años en tierras italianas, que hoy cuenta con 70 hogares diseminados en varios países del mundo. Desde hace un año hizo pie en nuestro suelo y es una de las 4 cuatro casas de este tipo existentes en Argentina, la única en el Norte del país, ya que las otras tres se encuentran en Buenos Aires. 
En nuestra visita al solar, compartimos los testimonios de jóvenes cuyas vidas estuvieron marchitadas por la droga y hoy florecen desde una experiencia de  fe transformadora. Mientras esto ocurría, fue inevitable remitirnos a Víktor Frankl, el neurólogo y psiquiata austríaco sobreviviente de los campos de concentración nazi, fundador de la logoterapia y autor de la obra “El hombre en busca de sentido”, en la que expone que, incluso en las condiciones más extremas de deshumanización y sufrimiento, el individuo puede encontrar una razón para vivir, basada en su dimensión espiritual. Una simple digresión, ya que de eso se trata: encontrar el sentido de la existencia. Y en este camino está la Comunidad, a partir de una propuesta basada en tres pilares: oración, trabajo y amistad verdadera. Algo que conoceremos de la mano de quienes encaminaron sus vidas y se quedaron para ayudar a otros a salir del infierno de la droga, demostrando que a pesar de todo vale la pena vivir.
Gabriel Coria (34) y Omar Alfredo Alegre (35) son ex adictos y hoy acompañan a los chicos que están haciendo su camino de recuperación en Catamarca. Ambos son oriundos de Buenos Aires y están en Cenáculo desde hace cinco y diez años, respectivamente.


Sentados en el comedor de la pequeña casita levantada gracias al aporte del Papa Francisco, en el predio donado por el Obispado, cuentan cómo se conectaron con la Comunidad. “Pasé por muchas clínicas, comunidades terapéuticas, granjas, incluso estuve internado bajo juez, porque era menor de edad cuando me drogaba y delinquía, desde los 16 años. Estuve en búsqueda en muchas comunidades, tanto evangélicas como católicas. Después de muchos años, un amigo me habló de la Comunidad Cenáculo; no le presté atención en ese momento. Estuve un año dando vueltas y en el 2008 ingresé a la Comunidad”, relata Omar. 


Gabriel comenta que abrazó esta opción en 2013, “después de haber pasado por otros lugares, aquí encontré algo totalmente diferente, que es un encuentro con Dios. Eso me hizo enamorarme de este lugar y querer seguir, porque era con Dios la cosa, no era de otra manera”.


Ambos decidieron dedicarse de lleno a otros jóvenes y hablan de la casa: “En la actualidad hay 14 chicos, algunos extranjeros, de Colombia, Paraguay, Brasil; también hay un catamarqueño que volvió de la casa de Buenos Aires, donde hizo el camino de tres años y vino acá para preparar su salida, estar con sus hijos, reinsertarse en la sociedad”.
Gabriel describe la dinámica y el estilo de vida de la comunidad: “Es sencilla, es una vida de trabajo, de oración, de compartida, de corrección fraterna, vamos marcando las cosas que vemos mal del  otro. El sostén de nuestra comunidad es la oración, los tres Rosarios que rezamos al día, la Coronilla de la Misericordia a la noche, la adoración personal en la capilla y la Misa. Los viernes hacemos ayuno. Esa es la fuerza de nuestra comunidad”.
Omar confiesa que “cuando llegué pregunté por qué rezamos tantos Rosarios, y el responsable me dijo que así como alimentamos nuestro cuerpo también el alma necesita alimentarse. Por eso son tres Rosarios, porque al final nuestra lucha en la comunidad la hacemos en base a la oración. Nuestra terapia es el Santísimo expuesto; después trabajo, oración y amistad”.
Con relación a la respuesta de los chicos a la oración, Gabriel relata su experiencia: “Llegué a la comunidad con poca fe, después de muchos fracasos de toda la vida, pero en el fondo sabía que venía por el lado de la oración, porque cuando estaba afuera rezaba y andaba un poquito mejor. Pero a los chicos que llegan hay que darles tiempo, a veces en dos meses lo entienden, hay otros que demoran más. Pero después el que logra entenderlo sabe que el punto de nuestra comunidad es ése”.
Omar dice que “hay un chico que está hace casi un año y sigue sin creer en Dios, pero yo me enamoré de la Comunidad porque la fe se hace visible cuando ves a un chico que se levanta alegre, ya no es más violento, es más tolerante, más dócil, perdona más rápido, se enoja menos. La eficacia de la oración se ve en esa parte. Los chicos en el momento no lo entienden, después sí, y se van quedando porque ven algo diferente”. 
Desde su experiencia afirma que “cuando entré a la comunidad en Pilar vi en los chicos una sonrisa, un brillo en los ojos, les preguntaba por qué eran tan alegres. Primero pensé que era teatro, que lo hacían para que me quedara; los fui observando y descubrí que no era una actuación, que lo vivían, que vivían la fe, que eran felices, a pesar de las dificultades. Cuando crucé el portón de la comunidad sentí en el corazón algo inexplicable, sentí que había un lugar de paz, tranquilidad, y el peso que tenía en mi espalda se iba”. 


Las tareas inician muy temprano y cada uno tiene una responsabilidad dentro de la vida comunitaria. Para Omar, “compartir es como una terapia, los más ‘viejos’ escuchamos a los más nuevos, y sabemos cómo están viviendo, si están tristes, en abstinencia, si extrañan; alguno se acerca, lo habla, le da un consejo, lo acompaña”. 
Esto es importante pues “no estamos acostumbrados a hablar en nuestras familias, entonces se desarrolla el espacio para que la persona se vaya abriendo, compartiendo lo que vive y siente. La compartida es un carisma de la comunidad”, señala Omar, especificando que “no se puede andar solo en la casa, siempre de dos”, porque “cuando estamos en la droga experimentamos la soledad, nos vamos aislando de la familia, la sociedad, y terminamos solos en la calle. Entonces la Comunidad pone a alguien que te acompañe en los momentos de abstinencia, de crisis, para que sentientas que no estás solo”.
El servicio es gratuito y la confianza en la Providencia es un rasgo de la obra. Muchos colaboran, incluyendo a los mismos chicos que aportan su trabajo. 
Gabriel destaca que “la fundadora Madre Elvira dijo que ningún chico tiene que pagar, que debemos confiar en la Providencia de Dios, en María; y que la primera providencia son nuestras manos para trabajar. Ninguna casa cerró por falta de providencia”.
“Hay grupos de trabajo, tenemos huerta, jardín, hay quienes se encargan de cortar el pasto, regar. También contamos con la leñera porque hacemos el pan al horno y proveemos a la caldera; la obra que se está construyendo, terminamos los baños hace poco; y las tareas de limpieza”.


Con relación a por qué caen en la droga, Omar asevera que “es una pregunta que nos hicimos toda la vida. Madre Elvira dijo que somos personas muy sensibles. En mi caso siempre sentí una carencia afectiva, nunca me sentí querido en mi familia. Fui dándome cuenta que era sensible, y cuando escuchas la historia de los chicos a casi todos les pasa lo mismo. Nos drogamos para no encarar las dificultades, no nos gusta sufrir, es una fuga al dolor, al rechazo, descargamos nuestro sufrimiento en algo”.
“Yo probé cambiar de ciudad, pero el problema es igual, porque el problema no era afuera sino adentro, era yo. Lo descubrí al hacer esa sanación. Las cosas que fui viendo en mi historia las vi siempre de rodillas ante el Santísimo. Me pasaba horas en la cama mirando el techo, buscándole la vuelta a la vida, pero me ponía todos los días 5, 10 minutos delante del Santísimo, y me iban pasando las imágenes, las cosas en la cabeza, las respuestas. Ahí me daba cuenta que era yo el que debía ir sanando esas heridas”, confiesa.


“Lo que propone la Comunidad es una conversión de vida. A los chicos no los obligamos a que sean de nuestra religión, se la vamos mostrando con el testimonio de vida. Ellos ven que hay algo diferente, porque ese vacío existencial que queremos llenar con la droga, con otras cosas, sólo se llena cuando uno empieza a tener fe, cuando empieza a rezar”, manifesta convencido.
Tienen una disciplina muy rigurosa, es una comunidad muy exigente, “de todas las comunidades en las que estuve ésta es la más exigente, no te deja estar cómodo un segundo, no te deja en paz, te exprime al máximo, porque tenés tus desiertos y tus días, hay días en que no crees en Dios, otros en que tenés más fe, somos inestables, como todo el mundo, pero a nosotros nos cuesta más”.
Esta disciplina incluye los empeños de revisión, que llevan adelante durante un mes, donde cada uno aporta lo que observa del otro para corregir. “Es una de las cosas que Madre Elvira con sabiduría lo vio, un drogadicto ayuda a otro drogadicto”, expresa Omar.

Desde la experiencia
Gabriel: “La Comunidad me salvó la vida a mí y a mi familia, hallé lo que no encontré en otros lugares: la amistad verdadera. En esta vida sencilla encontré ese cariño que afuera no lo tenía”.
Omar: “Mi vida fue un desastre, un calvario, perdí la ilusión de la vivir, no confiaba en nadie. Cuando entré a este lugar vi la esperanza, siento paz en mi corazón, soy feliz con el tesoro que encontré”.

“Quise creer en los jóvenes: no es verdad que son vagos, que son miedosos, que son indiferentes; ¡no es verdad! Son capaces de lucha, de compartir, de hacer sacrificios. Se dieron cuenta enseguida que lo que los interesaba no era  la droga, sino su vida para reconstruir junto a la nuestra en un camino de verdad. ¡Y han respondido!”.
Madre Elvira

 

Origen de la Comunidad


La Comunidad Cenáculo nació el 16 de julio de 1983, en la colina de Saluzzo (Italia), por iniciativa de la religiosa Rita Petrozzi (Madre Elvira). Después de años de espera y oración, recibió las llaves de una casa abandonada, que abrió para acoger a jóvenes, que veía vagar tristes, desilusionados, desesperados, adictos a las drogas y personas en general, que buscaban la alegría y el sentido de la vida. 
Desde entones se fue extendiendo por distintos países del mundo. Actualmente colaboran con la Comunidad, voluntarios, consagrados y familias que viven y operan a tiempo completo y en total gratuidad al servicio de esta obra.
 

“Lo hacemos de todo corazón, son nuestra familia también”

Gabriela Fuentes integra el grupo de Amigos de Cenáculo, que brinda su servicio a la Comunidad. Su aporte se cristaliza en dos líneas: apoyo en los coloquios, y en la logística, donando su tiempo y esfuerzo. 
“Es un grupo de personas que comparten la vida en oración y hacen un servicio desde afuera para la Comunidad”, cuenta, especificando que “hay algunos amigos que tienen un compromiso mayor, que es dar los coloquios a los chicos que se preparan para ingresar, y a los padres”.

Coloquios
Los coloquios se ofrecen cada 15 días, el 1º y 3º sábado de cada mes, a las 10.00, en el Colego Fasta. Son importantes “porque es una tarea difícil de encarar”.
“Dentro de los coloquios para padres están aquellos en camino, que ya tienen a los hijos en la comunidad; y los coloquios para los padres nuevos, que están haciendo los primeros pasos, la etapa previa que busca concientizar a quienes quieren que el hijo se recupere. El chico a su vez hace el coloquio, porque el ingreso para recuperarse es voluntario”, explica.

La logística
Gabriela describe que “hay otros amigos que ayudan acercando alguna providencia y materiales”. 
Se reúnen para coordinar actividades de las que participan los padres. “Hacemos empanadas y locro para vender. Los chicos también colaboran haciendo dulce”.
Gabriela es abogada y colabora en la parte administrativa,  “tenemos un pequeño fondo de las donaciones para pagar servicios de luz, gas, y otros insumos”, dice.
“Tenemos buenas experiencias de chicos que se han recuperado, pero les cuesta conseguir un trabajo y salario digno” afirma.
“Siento un compromiso muy fuerte, lo hago de todo corazón, estoy pendiente de ellos, son nuestra familia también. Uno lo hace con amor y ganas, hay muchos dispuesto a colaborar”.

Impulsor de la obra en Catamarca
 

El padre Antonio Bulacio es el impulsor de la obra en Catamarca. Incansable y dedicado empeñosamente a los chicos atrapados por la droga, desde 2011 vino realizando un trabajo de hormiga llevando a muchos de ellos a Buenos Aires para que hacer su recuperación. Hoy su salud está muy afectada, desde esa situación nos abre su corazón y confiesa que “fue una gracia haber descubierto la Comunidad Cenáculo, que después de muchos años de paciente espera ha decidido abrir la casa en Catamarca”. 
Desde una mirada de fe dice que esto es fruto de “la responsabilidad y el esfuerzo que hemos puesto para ir armando los grupos y enviando a los chicos a Buenos Aires a recuperarse. Hemos podido conformar un equipo de contención, con el apoyo del Obispo. Hemos gestionado en la Comunidad en Italia, y luego con la ayuda del Papa Francisco pudimos hacer la casa, que tiene que seguir creciendo, porque es pequeña”.

¿Qué lo llevó a encarar esta obra?
- Me movilizó mucho el hecho de trabajar como capellán en el Hospital San Juan Bautista, donde vi que los chicos caían, lo cual me llevó a pensar en una solución para ayudar. Logré plantear a mis hermanos sacerdotes la necesidad de abrir una casa para dar una respuesta como Iglesia a este drama que viven los jóvenes. El obispo me pidió que visitara la casa de Cenáculo, así lo hice, lo conocí, me enamoré, me gustó mucho la forma en que viven, en que rezan, el orden, la disciplina, la Providencia, y de esa manera comenzamos a trabajar hasta el día de hoy.
El Padre Bulacio es oriundo de Belén, y en este camino que emprendió ayudando a los chicos con problemas de adicciones manifiesta que muchas veces se introducen en este vicio debido a “la crisis que hay en la familia, no hay contención, la situación económica, la falta de acceso al trabajo, no logran tampoco terminar sus estudios, la pobreza. Ante todo es una crisis de valores que lleva a los chicos a refugiarse en la droga, esto hace que haya violencia, inseguridad, roban para drogarse y eso preocupa. Hay una gran preocupación de la Iglesia de Catamarca para dar una respuesta”.
Respecto de cómo llevó adelante este proyecto, asevera que “fue muy lindo, muy llevadero, porque encontré personas muy buenas con vocación de servicio, muchos padres que han tenido a sus hijos en las adicciones. Es gente que quiere trabajar en esto, dar su tiempo, no sólo abrir la casa sino mantener y ayudar a los chicos para que estén bien, que no les falte nada. Cada uno colabora según sus capacidades, el tiempo que dispone, entre todos  hacemos algo”.
“Desde 2011, llevamos a chicos a Buenos Aires, muchos de ellos están bien, otros no, lamentablemente no tienen la ayuda de la familia, pero la mayoría está bien”, dice.
En esta acción es clave el acompañamiento de la familia, por ello, les dice “a los papás, que cuiden a los chicos, los escuchen, que estén atentos a lo que hacen, que los que han caído, hay esperanza, a través de casa ofrecemos una salida, no preguntamos si son católicos o no, si tienen plata o no, simplemente los recibimos, les damos otra oportunidad en la vida”.
 

71%
Satisfacción
27%
Esperanza
0%
Bronca
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Tristeza
0%
Incertidumbre
0%
Indiferencia

Comentarios

23/2/2019 | 14:17
#149005
Como se hace para coloborar
3/9/2018 | 18:33
#149003
Dónde puedo ir a colaborar
3/9/2018 | 18:33
#149002
Dónde puedo ir a colaborar
2/9/2018 | 13:29
#149001
In solo catamarqueno hay alli?so objetvo no abarca a mas poblac.De Catam.El probl. de la drove aca es my grave.
2/9/2018 | 02:12
#149000
Al leer la nota se me llena ell alma de felicidad..saber que se sigue adelante con tan prolija y hermosa obra...Dios eligió a estas personas para decirnos que él existe que está entre nosotros que las dificultades de la vida sólo se solucionan si el esta presente.....cada amargura cada sufrimiento es algo que cuando se vence nos da fuerza y nos enseña el camino...Ojalá que cada día que pase existan menos chicos que sufran este flagelo Pido al señor que hilimine y cuide al padre Antonio..lo necesitamos mucho...y que el padre Raúl nos bendiga desde el cielo......los amo y estoy con ustedes....

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