Urbanc en su homilía del 'Día del Milagro'
El obispo pidió que se enseñe la intervención de la Virgen del Valle en escuelas y universidades
Durante su homilía, Mons. Urbanc expresó: “Ya han pasado 14 años de esa dramática mañana del 7 de setiembre de 2004, que ha quedado grabada en la memoria de miles y miles de paisanos, a tal punto que algunos de ellos, en uso de sus facultades legislativas, han dispuesto que, a perpetuidad, se reconozca esa jornada como el ‘El Día del Milagro’, de manera que las actuales y venideras generaciones agradezcan de corazón la intervención maternal de la Morena Virgen del Valle, y la juren por celestial Protectora de cada ser humano que more en esta provincia argentina, acudiendo a Ella en sus pesares y aprendiendo de Ella a conocer, amar y servir a Dios, creador, salvador y santificador de cuantos a Él se acercan con humilde fe, confiada esperanza y comprometida caridad para con sus semejantes”.
En torno a ello, dijo que “es de esperar que el significado de ‘El Día del Milagro’ se lo enseñe en el seno del hogar y en las escuelas, colegios y universidades, al igual que la figura del gran fraile catamarqueño, el Venerable Fray Mamerto Esquiú, de manera que las futuras generaciones no desconozcan sus raíces y reciban alimento de ellas”.
En otro tramo afirmó que “además, Dios espera que sembremos ‘la paz de Cristo en nuestros corazones, que seamos agradecidos en toda circunstancia, que la palabra de Cristo habite entre nosotros con toda su riqueza, que nos enseñemos unos a otros con toda sabiduría, que nos corrijamos mutuamente, que cantemos a Dios dándole gracias de corazón, con salmos, himnos y cánticos inspirados’”.
Y apuntó: “Que nos quede claro que detrás de cada vida humana está Dios, fuente y razón de toda verdad y justicia. Este Buen Dios nos cuida con paternal solicitud y nos ha dado como tierna Madre, a la que se eligió como Madre de su Hijo, hecho hombre en sus purísimas entrañas. ¡Cuánta bondad, cuánta misericordia, cuánto Amor de Dios por la criatura humana!”.
Dirigiéndose a la Madre Morenita, suplicó: “Postrados ante tu imagen cuatro veces centenaria, queremos renovar nuestro amor a Ti, agradecer tu maternal protección y pedirte que nos sigas acompañando sobre todo en la educación de nuestros niños, adolescentes y jóvenes, presente y futuro de nuestra patria. Vuelve hacia tus hijos descarriados tu amor para que regresen al hogar de la Iglesia, casa y escuela de comunión, experimentando profunda y cabalmente la inagotable e inefable misericordia de Dios, de la que Tú eres la cara visible. Cuida de nuestros gobernantes; obtenles del corazón de tu amado Hijo la sensibilidad hacia los más necesitados y la decisión de ser ejemplo de vida para los demás por medio del servicio desinteresado al bien común de todos los ciudadanos. Ayúdanos a luchar contra las inequidades, las adicciones, la corrupción, la miseria y la venta y consumo de sustancias que destruyen la vida de la gente. Fortalece y da esperanza a los enfermos, a los ancianos, a los abandonados, a los depresivos y a los moribundos. Líbranos de los azotes de la naturaleza a la que tanto hemos dañado. Concédenos la sabiduría que necesitamos para sabernos cuidar los unos a los otros y para dejar un mundo habitable a las futuras generaciones. Danos, en fin, la humildad necesaria para estar siempre con Dios y, con su ayuda e inspiración rehacer los vínculos que como sociedad hemos destruido”.