Cómo funcionan los comedores que contienen a la población más vulnerable

Emergentes de la crisis

domingo, 13 de octubre de 2019 00:44
domingo, 13 de octubre de 2019 00:44

El tema se instaló en la campaña electoral con la presentación de un plan con el que el frente opositor al gobierno nacional, en caso de ganar el 27 de octubre, planea abordar un derecho elemental entre los derechos básicos que, hoy por hoy, no está asegurado en la Argentina: el de poder comer. La magnitud de la crisis queda reflejada en las últimas estadísticas de pobreza: 35,4 por ciento a nivel país; 40,1 por ciento en Catamarca. En números significa que, en un año, más de 31.000 catamarqueños pasaron a integrar el lote de aquellos que no tienen ingresos como para cubrir sus necesidades básicas. Las cifras del INDEC no incluyeron el impacto de la megadevaluación posterior a la caída de Macri en las PASO en precios y posibilidades de acceso a bienes y servicios, por lo que la situación social que se proyecta a futuro es todavía más dramática.


El escenario es conocido y con reminiscencias al del 2001: endeudamiento feroz (50.000 millones de dólares sólo con el FMI, que sirvieron para financiar la fuga de los que pueden comprarlos), desindustrialización, pérdida de miles de puestos laborales, ajuste, tarifazos. El modelo neoliberal vuelve a hacer estragos y muestra un deterioro sin precedentes del bienestar de las mayorías.


Poco más de un año atrás, cuando este panorama comenzaba a perfilarse, a nivel local se tomó una decisión que ahora se revela estratégica: la implementación de una red de “comedores emergentes” para contener a la población más vulnerable. Actualmente hay 17 de estos espacios distribuidos en la ciudad capital y Valle Viejo, los dos mayores núcleos poblacionales de la provincia. A través de ellos se da comida diaria a casi 3.500 personas, con un régimen en el que las familias colaboran con la preparación de los alimentos para luego llevárselos a su casa.


“El programa surgió por la crisis alimentaria que ya estaba instalada hace tiempo y que fue agravándose con la pérdida del trabajo de muchas familias. Se decidió una nueva modalidad de ayuda en la que el Estado y las familias beneficiarias trabajan en forma conjunta”, señaló Inés Barros, directora de Promoción Socioalimentaria de la cartera social provincial.
La funcionaria dijo que del total de comedores emergentes, hay 15 en Capital y otros dos en Valle Viejo. En San Fernando del Valle están distribuidos para cubrir toda la ciudad. Funcionan en centros vecinales y espacios comunitarios, principalmente, y demandan el involucramiento “obligatorio” de las familias.

Cobertura integral

Los comedores emergentes constituyen una modalidad de intervención coyuntural en el que la participación comunitaria es fundamental. Lejos de la manera que se hacía durante la crisis de finales de los ’90, cuando el aporte estatal se limitaba casi exclusivamente a la provisión de recursos, ahora se establecen protocolos de trabajo que comienzan con el establecimiento de la población beneficiaria, mediante el relevamiento de trabajadores sociales y una delimitación de roles que permite que el “engranaje” –como dice Inés Barros- funcione sin problemas. “Se establecen grupos para cocinar que van rotando. Cada persona que estará en la cocina es capacitada en manipulación de alimentos y debe contar con carné sanitario, además de elementos como cofia y delantal. Deben saber usar un matafuego en caso de emergencia y conocer como disponer de los alimentos para evitar la contaminación cruzada, entre otras cosas”, explica la funcionaria.


Mujeres y hombres colaboran en la preparación de menús fijos diseñados por nutricionistas. En cada uno de los 17 comedores, cada día, se cocina lo mismo. “Buscamos que la alimentación sea equilibrada. Un día puede haber tallarines con tuco y luego un salpicón de pollo o albóndigas con ensalada. Junto con la comida se entrega pan y dos veces a la semana, fruta para toda la familia”, detalla Barros.  


Sólo en el Espacio de Participación Comunitaria (EPC) Norte, en donde la directora dialoga con El Esquiú.com, se preparan diariamente 200 kilos de comida, para la provisión a 360 personas de la zona.


“Acá vienen hombres que me dicen: ‘Mire, señora, yo mantenía mi hogar y ahora no les puedo dar de comer a mis hijos porque perdí el trabajo’. Por suerte, muchos de ellos se involucran y ya no tienden a ver la cocina como ámbito exclusivo de las mujeres”, acota.

Acompañamiento

Un equipo interdisciplinario acompaña a los vecinos que participan de los comedores emergentes. Los niños son sometidos a controles de peso y talla que dan cuenta del estado nutricional, algo que se había empezado a deteriorar y que fue uno de los motivos por los cuales se abrieron estos espacios.


“La pobreza se acrecentó. Además de los comedores que históricamente funcionaron en Catamarca, de acá llevan alimentos familias completas. En el caso de los chicos se complementa con lo que reciben en las escuelas, así que se va paliando en la medida que se puede”, agregó la responsable.


Los “emergentes” tienen actualmente lista de espera y la demanda va en aumento. “A veces vienen personas que nos dicen que consiguieron trabajo y que no van a retirar más la comida. Pero son los menos. La realidad es que la demanda tiende a aumentar”, mencionó.


La funcionaria rescató que “si bien no es lo ideal que estos comedores estén funcionando, podemos decir que hay otros resultados positivos en términos sociales, como es la conciencia de que con un esfuerzo común la gente puede llevar un plato de comida a su casa. Sólo esperamos que haya nuevos aires y que la situación empiece a cambiar en términos estructurales”, finalizó Barros.
 

Ámbitos de promoción comunitaria

La idea oficial al implementar los comedores emergentes fue que no solamente sirvieran para el apoyo alimentario, sino también que sean ámbitos de promoción social y comunitaria. De esta manera y en articulación con diversos organismos provinciales, se pusieron en marcha acciones como controles de salud básicos (peso y talla), pero también otros más complejos. La directora Inés Barros mencionó que en el Espacio de Participación Comunitaria (EPC) Norte, donde funciona uno de los comedores emergentes, los operativos permitieron diagnosticar casos de cáncer de útero en dos mujeres, en su etapa inicial, activándose rápidamente los tratamientos del caso.


“Lo que buscamos es crear una verdadera red social. Por eso hacemos campañas de vacunación, damos charlas sobre cuidado de la salud y otras relacionadas a la prevención de enfermedades. Hay trabajadores sociales que están relevando permanentemente la situación de las familias para determinar otras modalidades de intervención”, señaló la funcionaria.
En el EPC también se llevan adelante tareas educativas y recreativas. Por ejemplo, los chicos están participando de una propuesta en la que los llevan a recorrer el aeropuerto y a subirse a un avión de Aerolíneas para conocerlo. Recientemente, además, hubo un taller de preparación de comidas navideñas.

La realidad social de las familias

La información estadística del programa de comedores emergentes da cuenta de la realidad de las familias que participan de esta propuesta de contención social.


De las 737 familias que reciben alimentos en los 17 comedores distribuidos en la ciudad capital y Valle Viejo, el grueso son monoparentales (314) y nucleares (322). En cuanto a la cantidad de miembros se observa una predominancia de familias tipo. “Esto se debe a que muchas de las familias con vulnerabilidad socioeconómica que asistimos son conformadas por jóvenes que inician su independencia y conforman familia desde una edad temprana por la llegada de niños, por lo que conforman hogares de cuatro integrantes, en muchas ocasiones en casas o espacios prestados”, remarcaron las trabajadoras sociales que elaboraron el informe al cual tuvo acceso El Esquiú.com.


La categoría “ocupación” del estudio permite conocer la cruda realidad de estas familias en cuanto a la falta de ingresos para asegurar cuestiones básicas.


Sobre 1676 adultos relevados, apenas 24 personas figuran como “ocupado”, es decir, con un trabajo en relación de dependencia. El resto corresponden a personas que hacen changas, reciben la AUH, son amas de casa o desocupados. Dentro del grupo hay 37 jubilados y 66 pensionados que no pueden cubrir requerimientos nutricionales esenciales.


En cuanto a la realidad habitacional de estas familias, el 70 por ciento (515) vive en casas construidas con “materiales cocidos”, lo que en la jerga de los trabajadores sociales quiere decir bloques, ladrillos y cemento. Otras 196 viviendas son “mixtas” (block, chapas y nylon) y 26 corresponden a “rancho/tapera”.


El único dato alentador en este escenario de carencias es el relacionado con la escolaridad: el 100 por ciento de los niños y niñas en este programa, concurre a la escuela. De hecho, se busca que las viandas estén listas a las 13, de manera que las familias puedan comer y de ahí llevar el chico a la escuela.

“Soberanía alimentaria”

A instancias del Consejo Político, Económico y Social (Copes) de Catamarca, referentes de distintas organizaciones públicas y privadas participan de reuniones en las que se dialoga sobre “soberanía alimentaria”. Desde organismos sanitarios y asistenciales a otros netamente productivos de Nación, Provincia y municipios, la idea es que los actores presentes compartan sus experiencias y detecten fortalezas y debilidades de las acciones que llevan adelante para asegurar el derecho básico a la alimentación. Los encuentros seguirán hasta fin de año y se trazarán algunas líneas estratégicas de trabajo, según se anunció.

“Argentina sin hambre”: el plan más urgente para asegurar un derecho básico en todo el país

El lunes pasado, el candidato del Frente de Todos, Alberto Fernández, presentó el plan  “Argentina sin hambre”, con el que, en caso de ser ungido presidente el 27 de octubre, buscará hacer frente al complejo escenario social que vive el país.
En la elaboración de la propuesta tomó parte central el actual diputado Daniel Arroyo, quien ocuparía la cartera de Desarrollo Social en una eventual presidencia de Fernández.


Los ejes del plan son “mejorar la alimentación y la nutrición”, “bajar el precio de los alimentos”, “crear empleos”, “implementar un sistema de alimentación sustentable y sostenible desde la producción hasta el consumo”, entre otros. Punto por punto, la iniciativa busca lo siguiente:


- Creación de un Consejo Federal formado por universidades, sindicatos y organizaciones sociales.
- Promoción de canales de comercialización de alimentos y economía social.


- Acceso a la Canasta Básica de Alimentos, donde se propone que “Precios Cuidados” tenga estatus de ley y además promueve la puesta en marcha de una nueva lista alimentaria con productos “saludables” mediante la creación de “una gran red de círculos de productores locales y consumidores para comprar a precios baratos frutas, verduras, lácteos y carnes”.


- Creación de un Consejo Federal “Argentina sin hambre”, que se propone como un “espacio institucional de articulación entre el Estado Nacional, junto a los estados provinciales y municipales”, formado por “universidades, sindicatos, cámaras empresariales, iglesias, organizaciones sociales y actores locales”.


- Devolución del IVA (Impuesto al Valor Agregado) a familias en situación de vulnerabilidad
- Reducción de los precios de los productos saludables


- Sanción de una ley de Góndolas “para garantizar variedad de marcas en los productos alimenticios y mayor competencia”.
- Conformación de una figura colectiva de cooperativa de la agricultura familiar, con un régimen especial impositivo, para promover la comercialización conjunta y a escala.


- Creación de un Programa Nacional de Seguridad Alimentaria que incluye “alimentos frescos como frutas, verduras, carnes y lácteos en las políticas públicas de alimentación y nutrición compradas por parte del Estado a los sectores de la economía social y popular”.


- Creación de “Fondo Federal de Alimentación y Nutrición sobre un la base de un porcentaje del presupuesto nacional”.
- Compra por parte del Estado a los “productores de la economía social y popular, de la agricultura familiar y campesina y a micro y pequeñas empresas”.

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