La mujer esclava en Catamarca

domingo, 21 de abril de 2019 00:00
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Informe: Adriana Romero

A través de una interesante investigación, la magíster Alicia del Carmen Moreno nos introduce en una temática muy particular: el papel que desempeñaron las mujeres esclavas catamarqueñas, durante el período colonial e inicios del independiente.

Su trabajo se basó en diversas fuentes, como libros parroquiales, protocolos, testamentos y recuentos censales, que aportaron información sobre los esclavos y sus propietarios, para reconstruir sus itinerarios de vida.


Fue presentado recientemente en el ciclo “Mujeres en la historia de Catamarca”, ofrecido en el Museo Histórico Provincial, lo cual nos motivó a requerir su aporte para acercarnos a este tópico.
Si bien “desde hace muchos años estoy estudiando a la población negra en nuestro territorio”, dice la autora del libro “Afromestizos en Catamarca: familias y matrimonios en la primera mitad del siglo XIX”, quien nos cuenta la manera singular que la llevó a poner su mirada en las mujeres negras. 

“Hace unos meses, me centré en las mujeres esclavas, después de observar una imagen que, aunque es de la ciudad de Recife, Brasil, me sirvió de inspiración. En ella observamos a un niño blanco junto a una mujer negra. Los datos indican que él pertenece a una familia de elite y ella, Mónica, su ama de leche”, describe.

“Más allá de que los fotógrafos de la época trabajaban bastante en hacer posar a los fotografiados, el gesto corporal y la mirada de ese niño, no es simulada. Está al lado de quien lo amamantó y lo crió y le demuestra su afecto. Está cerca, la toca, su cuerpo está confiado y relajado, en una posición casi de reposo, de familiaridad,  diría que hasta se puede sentir su amor infantil”, analiza. 
“Y aunque para Catamarca no encontré daguerrotipos de esclavos (forma previa a la actual  fotografía), me impactó la imagen y el título que llevaba la publicación: ‘Todo Brasil cabe en esta imagen’. Pero en realidad toda Latinoamérica encuentra sus raíces en la fotografía, porque a pesar de que Brasil fue el país que más tardíamente abolió la esclavitud, en 1888, el resto lo hizo apenas algunas décadas antes”, explica.

Moreno asevera que “mi interés en profundizar surgió a partir de esa fotografía, pero para pensar en las negras esclavas y su relación con el grupo de elite, para hablar de ellas como nodrizas, como amas de leche”.

Además de esa fotografía a la que refiere nuestra entrevistada, pudimos encontrar otras de ese tenor, donde se muestra el vínculo materno de los pequeños de la clase alta de la sociedad con las esclavas negras, que desempeñaban los mencionados roles.
Las tareas de los esclavos eran diversas, “trabajaban la tierra en las propiedades de sus dueños, y los que vivían en la ciudad hacían las tareas de la casa, en este rubro ubicamos a las negras, quienes van a cuidar a los niños blancos y la relación que comienzan a mantener entre ellos por la cercanía”, relata. Y ahonda en esta faceta, resaltando que “el papel casi anónimo, que desempeñaron las mujeres en la época de la colonia, no es menos significativo dentro de la estructura socioeconómica de la época. Era una costumbre enraizada entre las madres de las familias encumbradas no darle el pecho a sus hijos y para ello contaban con la asistencia de amas de leche, que solían crear fuertes vínculos de afecto con su crianza. Una costumbre que perduró hasta el siglo XX”. 

“Estas mujeres denominadas nodrizas o amas de leche, recién habían dado a luz o tenían niños pequeños que aún lactaban. Ellas estuvieron en lo que se conocía como la casa grande, la casa del patrón, criando a sus hijos, transmitiéndoles formas de vida, costumbres de su propio grupo. Una cercanía afectuosa, que en algunas regiones se consideraron inapropiadas para la distinción de las barreras étnicas, justamente por la cercana relación que se generaba entre los infantes y las esclavas”, manifiesta. 
La investigadora considera de vital importancia para el conocimiento de la sociedad de la época “la presencia de las mujeres negras en la crianza de la prole de elite, considerando su influencia sobre  interculturalidad en una sociedad en proceso de mestizaje”, ya que “existía un vínculo, un tejido cultural como respuesta al convivir y compartir culturas y formas de vida diferentes de manera cotidiana, que no alcanzaban aquellas esclavas que sólo realizaban tareas de limpieza, el cuidado de la ropa y la cocina, entre las labores cotidianas en la casa del amo”.

“Como estaban muy ligadas a la casa grande, a los patrones y al cuidado de estos niños, tienen que haber influido culturalmente, ya que la mayor parte del tiempo la compartían con ellas”, estima.

Respecto de los derechos de los esclavos, la historiadora indica que “el Código Carolino de 1789 cumplió un papel importante, porque antes de su creación no existía ninguna norma de protección para el grupo negro ni las castas, es decir  mestizos, mulatos, pardos, zambos. A pesar de la existencia de la norma, muchos siglos de considerar al esclavo como un objeto que se podía vender, comprar y maltratar, hicieron casi imposible el apego a la nueva normativa, por lo que fue burlada hasta por las mismas autoridades”.
“Sobre el trabajo de hombres y mujeres esclavos, el Código decía que debían trabajar de sol a sol, quedándole dos horas para emplearlas en manufacturas u ocupaciones en beneficio personal, pocas horas les quedaban libres para realizar otras tareas. Esto se debía a que el esclavo en caso de reunir cierta cantidad de dinero, en un tiempo bastante extendido, podía comprar su propia libertad”.

Detalla que “a pesar de estas restricciones, las mujeres negras esclavas estaban dedicadas al comercio al menudeo, vendiendo manufacturas, en trabajos artesanales, entre otros. Es decir que se dedicaban a los trabajos llamados mujeriles, relacionados con tareas de servicio doméstico, granja, costura, lavados, entre otros”.

 

Valor económico y libertades

En cuanto al valor económico de las mujeres negras, Alicia Moreno comenta que “los esclavos eran considerados simples objetos de compra y venta, aunque su  valor era elevado y se determinaba por las tachas o cualidades físicas. En el caso de las mujeres, su juventud aseguraba mayores posibilidades de procreación, muy conveniente para los amos porque cada uno de esos niños significaba la posesión de un nuevo esclavo, incrementando sus bienes. Por eso se las prefería jóvenes y sanas. La edad las determinaba como buenas piezas y no era necesario tanta descripción”.

Para entender esta realidad, es importante consignar que “jurídicamente, el esclavo era considerado una cosa, un objeto. Sin embargo, su dueño estaba limitado en el dominio, no podía matarlo, mutilarlo, ni herirlo, pero podía ser objeto de compraventa, donación, arrendamiento, cesión de uso, usufructo y embargo, entre otros”. 

En este sentido, apunta que “la legislación otorgaba a hombres y mujeres esclavos el derecho a la vida, a la integridad física, a ser instruidos en la fe católica y a contraer matrimonio, pudiendo unirse con personas libres. También existían algunas restricciones, les estaba prohibido portar armas, usar joyas, encajes, sedas o perlas, como así también asistir a ciertos lugares en horas de la noche. Contravenciones que estaban destinadas a mantener un estricto control social para continuar con una sociedad estratificada”.

En este contexto, “los esclavos también tuvieron la posibilidad de emanciparse según lo permitían las normas. Se producía cuando sus amos por diversas razones les otorgaban la libertad. Numerosos propietarios otorgaron Cartas de Libertad a sus esclavos, mientras que otros, los dejaron para hijos y demás parientes, como parte de herencia, incluidos entre otros elementos materiales”, dice. 

Con relación al camino para la obtención de la libertad, define que “era prolongado y poco seguro. El esclavo podía expresar a su amo numerosas muestras de fidelidad, lo que no le aseguraba recibir el ansiado premio de la libertad, o sólo conseguirlo en algunos casos, parcialmente o en la vejez. En esta última etapa de su vida no representaba económicamente una pérdida onerosa para el amo”.

En muchos casos, cuneta que “hasta debían realizar una contraprestación, ya sea de servicios, dinero, o con el cumplimiento acabado de ciertas obligaciones, como el caso ocurrido en 1815 en que don Juan Nicolás Robín declara que luego de su fallecimiento ‘…den libertad a mi esclava Bernardina con la pensión y gravamen de que cuide y asista a mi hijo Gregorio…’.  Esto indica que a las mujeres se les otorga otras obligaciones posteriores  a su supuesta libertad. Es común encontrar en los testamentos cláusulas a cumplir posteriormente”. 

 

Malos tratos

Respecto de los malos tratos y castigos corporales, Moreno dice que “se registraron casos en distintos puntos de América, y como consecuencia de ello, los esclavos fueron hospitalizados. Si bien la legislación determinaba que no había que golpearlos, esta práctica era frecuente y socialmente aceptada”.

En Catamarca, “los casos de agresiones y escarmientos corporales no eran comunes de acuerdo a los registros judiciales investigados. Aunque no es posible generalizar los espacios donde se sucedieron las relaciones amos-esclavos, porque cada región tuvo sus particularidades. No podemos afirmar que todos los amos dieran un trato benigno a sus esclavos, un ejemplo de ello es la causa que se lleva a cabo en 1829, caratulada como ‘nulidad de venta y agravios’, en la que doña Petrona Cano se presenta ante la justicia para impedir la nulidad de la venta de la esclava Hipólita”.

En este caso particular, “la reconstrucción de los hechos demuestra que la esclava fue castigada por ser considerada una ladrona, el médico confirma no solamente los golpes y los azotes que le produjeron un principio de gangrena, sino que por la brutalidad de los mismos, Hipólita está quebrada y escupe sangre”, relata la profesional, agregando que “éste es el primer caso en el que descubrimos que el mal trato corporal se ve reflejado en un registro judicial”.

“A menudo, los derechos de los esclavos fueron ignorados y si bien la mayoría de éstos desconocía el modo de recurrir a la Justicia, otros estaban al corriente y apelaron a las autoridades”. 
Como resultado de su trabajo, la investigadora manifesta que “en este intento por acercar estos mundos, el blanco y el negro, que parecen tan distantes y separados, la vida cotidiana, la actividad diaria, en definitiva, los espacios de sociabilidad compartidos, llevaron a que amos y esclavos hicieran una vida en común, más allá de las leyes que marcaban la distancia o las diferencias entre los grupos. Y es innegable la presencia de las mujeres en todo este entramado social”.

 

   Los esclavos negros en la provincia y el NOA

A la consulta de quiénes eran considerados esclavos, Moreno explica que “solamente los negros, con el mestizaje se van blanqueando, pero la condición jurídica era libres o esclavos. En el caso de los indios no se los consideró nunca esclavos”.

“La población negra se fue mestizando, blancos, indios y negros, entonces llegó un momento en que el Noroeste Argentino superaba el 45%, pero esto no significa que eran todos negros sino que había zambos, mulatos, resultado de la unión de indios y negros, de blancos y negros, y sus descendientes, que se van blanqueando, incluso llega un momento en que no se los puede identificar por el alto grado de mestización”, asevera.

Contextualizando un poco más, la estudiosa afirma que “los primeros africanos ingresados al Noroeste Argentino fueron traídos por Diego de Almagro, Diego de Rojas y Francisco de Aguirre desde Chile en la primera mitad del siglo XVI. Estos hombres y mujeres de color se acrecentarán en los siglos posteriores en toda la región del Tucumán, la más poblada y próspera por sus relaciones comerciales con el Potosí y su riqueza minera, en relación a lo que en el siglo XVIII fue la jurisdicción del Virreinato del Río de la Plata”.  

 

En nuestro territorio

“En Catamarca a fines del siglo XVIII conformaban una importante cantidad dentro de la sociedad colonial, alcanzando 4.225 mulatos, zambos y negros libres y 518 mulatos, zambos y negros esclavos”, expresa con relación a los datos surgidos de su investigación, que luego volcó en su libro sobre los afromestizos en Catamarca.
“Los principales dueños de esclavos en Catamarca eran quienes dentro de la sociedad colonial poseían cierto poder adquisitivo, aunque también, algunos blancos, que no pertenecían a la capa social más alta, pudieron acceder a la posesión de esclavos”, puntualiza.

Con relación al área geográfica que ocuparon en Catamarca, indica que “estuvieron ubicados en el Valle Central, porque ahí vivían los grandes terratenientes, las personas que podían comprar a los negros,  ya que eran bastante costosos. Las negras eran muy caras por la posibilidad de procrear que tenían. La mayor cantidad de propietarios estaban en la ciudad capital y los que tenían  hacienda en Capayán, Valle Viejo, Fray Mamerto Esquiú, que es lo que llamamos el Curato Rectoral y abarca estos departamentos que forman parte de lo que hoy es el Valle Central”.

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9%
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Indiferencia

Comentarios

21/4/2019 | 10:16
#149006
Este informe de Adriana Romero , es hermoso, por que así fue la vida en ese momento .-
21/4/2019 | 10:15
#149005
Este informe de Adriana Romero , es hermoso, por que así fue la vida en ese momento .-
21/4/2019 | 10:03
#149004
Hay que aceptar la historia como tal y como fué , y hay muchos necios que creen que la historia nació en 2003.-

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