Religiosas

Esquiú será el Santo de la Unidad

Hoy se cumplen 193 años del natalicio de Fray Mamerto Esquiú, una jornada propicia para reflexionar sobre la temática que nos propone el profesor Mario Daniel Vera, a través de su columna especializada.
sábado, 11 de mayo de 2019 06:00
sábado, 11 de mayo de 2019 06:00

Fray Mamerto Esquiú vivió en una época de grandes convulsiones sociales y divisiones políticas e ideológicas; la mayor parte de su vida (1826–1883) transcurre durante las cruentas guerras civiles argentinas. Pero siempre, en sus sermones, en sus discursos y en sus escritos bregó por la paz y la unidad de todos los argentinos. 

La ley de la discordia
El político e historiador riojano Joaquín Víctor González, en su libro publicado en 1910 con motivo de celebrarse el Centenario de la Revolución de Mayo, analiza el primer siglo de la historia nacional. Dice González: “Una ley histórica invariable, había presidido y preside aun los movimientos de nuestra vida política: la ley de la discordia. A través de trescientos años se incuba en el fondo de la sociedad… Toda América se ha manchado con la sangre producto del odio, la ambición y la discordia, pero en ningún otro pueblo echó raíces más hondas que en el pueblo argentino”. (Joaquín Víctor González. El juicio del siglo. Rosario, 1910, pág. 20). 


Si observamos nuestra historia durante el siglo XIX, veremos que las rivalidades personales y de facciones entre los integrantes de las juntas ejecutivas hacen fracasar su accionar y naufragar sus nobles objetivos; las asambleas legislativas o constituyentes apenas se reúnen o se dispersan asoladas por las desavenencias y las rencillas entre sus integrantes.
En los ejércitos, las rivalidades entre los jefes, sus ambiciones y querellas, destruyen la fuerza moral de las tropas y traen como consecuencias el desaliento, la sublevación y la derrota. Valiosos hombres debieron exiliarse calumniados, perseguidos y otros fueron fusilados; las posturas irreconciliables de personas, facciones y partidos hicieron fracasar los numerosos intentos de sancionar una Constitución y postergaron por medio siglo la tan ansiada organización nacional. En nuestras primeras décadas de historia el odio, las traiciones, los atentados y los degüellos ensangrentaron y enfermaron por varias generaciones el corazón de la Patria.

Las palabras de Esquiú pacifican al país
Desde la Iglesia Matriz de Catamarca se escuchó la voz sensata y vigorosa del Padre Esquiú: “La Patria quedó tendida en el suelo, plagada de hondas heridas, que maleficiadas con el calor de la anarquía y de la rebelión se han convertido en un cáncer pestilente, que hacía caer a pedazos el cuerpo de la sociedad argentina. […] Nosotros que hemos pasado por las más grandes angustias, que hemos vivido uncidos al carro de los tiranos, que no hemos sentido más que alegrías frenéticas, ni más placer que los placeres feroces de la venganza y de la ira…” (Sermón pronunciado por Esquiú el 28 de marzo de 1854).  Seguidamente el Padre Esquiú exhortó a los argentinos a buscar la paz, a respetar la Constitución Nacional y a trabajar por la unidad y su fogosa palabra, difundida a todo el país por el Gobierno Nacional, pudo atenuar la enorme guerra civil argentina del siglo XIX. 

El país de las posturas antagónicas
Durante las dos centurias del turbulento proceso histórico argentino existieron y existen posturas irreconciliables, odios profundos, insalvables diferencias y proyectos antagónicos. En el seno de la Primera Junta de Gobierno de 1810, se enfrentaron morenistas y saavedristas; en la Junta Grande los diputados de Buenos Aires miraban con ojos xenófobos a los representantes de las provincias; en la Asamblea del Año XIII había enemistad entre diputados porteños y diputados artiguistas; en el Congreso de Tucumán de 1816 los liberales y los sacerdotes tuvieron fuertes encontronazos; en la década de 1820, la disputa fue entre poder centralista y autonomías provinciales. Luego el país se divide en rosistas y antirosistas, hasta que aparece la célebre frase sarmientina de civilización o barbarie, donde los “civilizados” fueron más salvajes y asesinos que los “barbaros” del interior.   
Durante la segunda mitad del siglo XIX existía gran hostilidad entre el centralismo porteño y los pueblos del interior, ejército nacional contra las montoneras federales, oligarquías provincianas contra los caudillos; los librecambistas y los proteccionistas dividían las aguas del mundo económico; la clase alta dirigente se dividía en crudos y cocidos, autonomistas y nacionalistas, mientras los masones y liberales enfrentaban al poder de la iglesia.  


En la primera mitad del siglo XX, conservadores contra los radicales y dentro del radicalismo se enfrentaban irigoyenistas y alvearistas; durante las guerras mundiales el país se dividió en aquellos que querían la participación y otros, la neutralidad argentina y más tarde en aliadófilos y germanófilos. Aparece el peronismo y la nación se divide en “cabecitas negras descamisados del aluvión zoológico”, enfrentados a “los contreras gorilas de la oligarquía antipatria”. 


En la segunda mitad del siglo XX, la dicotomía será peronismo - antiperonismo; el radicalismo se divide en balbinistas y frondicistas; los militares, en moderados y acérrimos antiperonistas y luego, en azules y colorados. En tiempos de las democracias débiles y las dictaduras represivas había argentinos que querían los votos y otros, las botas. En la década del ’70, extremistas de izquierda y extremistas de derecha, guerrilleros y grupos parapoliciales sembraron el terror en nuestro país. Más tarde la confrontación será menemismo – antimenemismo; ya en las primeras décadas del siglo XXI, kirchneristas – antikirchneristas y en la actualidad, macristas y antimacristas.  ¿Qué antinomia vendrá después? ¿Quiénes serán mañana los bandos enfrentados?


 

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Comentarios

11/5/2019 | 12:29
#149006
Quizás si hubiera muerto protegiendo a algunos montoneros de la época, hoy, nuestro Papa lo hubiera canonizado
11/5/2019 | 10:42
#149005
Esquiu jamás será Santo, fue un excelente pensador político,obsecuente del gobierno conservador de Mitre y cia y apoyo una constitución copiada a EEUU. Cómo conciliador de los antagonismos del entonces no hay dudas. Pero le falta méritos ante el Vaticano para ser beato. Opinamos y me incluyo como catamarquenos, pero al menos hagamos un cuadro con su imagen rodeado de pobres o haciendo alguna caridad, quizás allí tome pinta de santidad.

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