Cara a cara

“BAILAR ES DARLE VUELO A LA LIBERTAD”

domingo, 16 de junio de 2019 06:00
domingo, 16 de junio de 2019 06:00

HOY:  RITA SORIA

Para ella, bailar es un juego y cuando baila disfruta de manera increíble. Sobre mosaicos o en piso de tierra, su estilo con sello propio manifiesta en cada movimiento la pasión que siente cuando sus brazos parecen alas al compás de una chacarera o una zamba. Esa sensación de volar en libertad se apodera de su cuerpo, y  es allí, casi de manera mágica, que comienza a despertar respeto y admiración. Los martes y jueves desde las 18 dicta clases en un local de la Manzana de Turismo, donde se pone la ropa de trabajadora independiente. En pareja con Roberto Ramos, a los 45 años dice sentirse “en plenitud y contenta con mi edad”. Cierre los ojos y hágase a la idea que los duendes de la cueca se metieron en la piel y el corazón de nuestra protagonista del Cara a cara de este domingo: Rita Laura Soria. DNI: bailarina.

-La pregunta que te habrán hecho mil veces. Vamos por la mil y una: ¿qué significa para vos bailar?
  -La plenitud. Es la plenitud que logro con mi ser. Es la conexión entre el cielo y la tierra. Siento la unidad.  Es muy profundo ese sentimiento, el sentir esa unidad.

-Suponemos además vivir sensaciones muy personales, cosas que se siente y que no son fáciles de explicar.
-Absolutamente personal. Es entrar a la pista y sentir una emoción cuando bailo. Me emociono porque es algo único. Es como que no estoy en la tierra; se siente algo así como la sensación de volar. Me pasa eso.

-¿Recuerdas el primer baile que te haya marcado como bailarina para toda la vida?
-Esa primera confirmación que sentí creo haberla vivido en una fiesta a la que asistí junto a Silvia Serbini, allá por el año 2002. Con seguridad fue en un patio de tierra y en una localidad del interior de la provincia. Me quedó eso: entrar a bailar y sentirme en una plenitud inmensa.

-Verte bailar es comprobar que efectivamente disfrutas a pleno.
-Aprendí que la base es aprender todos los ingredientes que tiene un baile, para luego  tener la seguridad de hacerlo; de allí surge la espontaneidad, la técnica, la coreografía y todo lo que se necesita para poder jugar el baile; para poder entrar desde lo lúdico al conocimiento de cualquier danza, no necesariamente folclórica. Para alcanzar esa plenitud he estudiado desde que era chica, cuando tenía siete, ocho años. Recuerdo por esa época a los “profe” Liliana Murer y Carlos Robledo, en el centro vecinal San Martín, por calle Lavalle al sur. Por la noche, el profesor era Juan Segura y enseñaba a un grupo de adolescentes. Fue cuando le pidieron permiso a mi papá para que me incorpore a este grupo porque consideraban que yo bailaba bien. La respuesta de papá fue negativa e incluso me prohibió que fuera al centro vecinal. Eran tiempos que se aceptaban las decisiones de los padres sin realizar ningún tipo de planteos. Eso quedó ahí, como guardado por muchos años. Tan es así que después, cuando fui a estudiar al profesorado de danzas y expresión corporal en el ISAC, no recordaba que bailaba. Me pasó algo de volver a sentir lo que sentía cuando era niña, y ahí es como si hubiera recuperado la memoria.

-Qué prefieres: ¿bailar en un  ballet, con una coreografía determinada, o hacerlo sola o con un acompañante para expresar la danza a tu manera, gozando de esa libertad?
-Esa es la palabra: libertad. Respecto a la pregunta: son dos expresiones distintas. Ahora, para gozar de esa libertad, sea en un ballet o danzando sola, hay que tener una serie de herramientas y condiciones justamente para poder disfrutar de esa libertad al bailar. No quedan dudas que el conocimiento te hace libre, te quita los temores. En mi caso, disfruto más todo lo que sea espontáneo,  esa conexión con el otro. Lo otro, el ballet, también está bueno, pero me quedo con esto de darle vuelo a la libertad. De todas maneras, de una u otra forma, siempre hay que ensayar y prepararse. 

-Con mucha frecuencia, se te ha visto bailar descalza en distintos escenarios. ¿Por qué?
-(Ríe franca y abiertamente) Creo que forma parte de esa libertad. También de esa seguridad que tengo al bailar. Sé que bailando con los pies descalzos no me voy a lesionar. Es verdad que alguna vez he pisado espinas, piedras y otras macanas, porque lo hago también en patios de tierra. Precisamente tiene que ver con el conocimiento, la intuición y la conexión con la tierra. De un profundo respeto también por el cuerpo, por lo natural, lo genuino. Estoy convencida que todos preferirían bailar descalzos, pero hay determinados prejuicios sobre que no se puede o no corresponde; como que hay ciertos parámetros de sociabilización que hay que tener en cuenta. Pero el placer que se siente al conectarte con la tierra es algo especial; es como que uno siente una energía que lo nutre de vitalidad y fuerza. Es algo increíble.

-¿Alguna referencia especial en la danza?
-Silvia Serbini. También en el ISAC he tenido muy buenos profesores. No quiero dar nombres por temor a olvidarme de alguien y no sería justo, porque de todos aprendí algo. Después están las compañeras, con las cuales no solamente transitamos el camino de la danza, sino también nos une el lugar desde donde podemos transmitir algo. Cuando digo transmitir algo, no me refiero solamente al bailar, la figura o la coreografía; hay cosas muy importantes como comunicar un mensaje que puede ser social, comunitario, solidario. Creo que estos son los condimentos que también identifican el bailar. Me viene a la memoria la figura de (Mercedez) Mecha Díaz. No era una bailarina, pero ¡cuántas cosas me enseñó! Fue una referente que me aclaró y puso en orden la cabeza. Tenía el don de poder transmitir el valor de nuestras raíces, de nuestra cultura, de nuestros ancestros, de las técnicas en alfarería. Fue una impresionante maestra de la vida. Todo eso me fue dejando la danza. Con Mecha aprendía a tener seguridad, por ella siempre me animaba a que baile. Me decía: “cuando vayamos a los patios criollos, vos vas a sacar a la gente a bailar; vos lo podés hacer”. Y lo hacía. Tenía la certeza que podía hacerlo. De hecho he bailado sola y lo  disfruto mucho. Además, surge un efectos contagioso y así me lo hacen saber mis alumnos.

-¿Adhieres al colectivo femenino catamarqueño denominado “Margaritas”?
-Adhiero. Respeto y me gusta mucho lo que está ocurriendo. Pero tengo algunas diferencias. Quiero contar que en los comienzos, el movimiento iba a incluir también a las bailarinas y artistas plásticas, teniendo como base a las mujeres músicas. Después, el grupo se fue cerrando y ahí nacieron algunas diferencias. Queda claro que la propuesta está muy enfocada a las artistas de la música, a las cantantes. De cualquier manera apoyo la iniciativa y cuando se genera alguna actividad participo con mucho gusto. En realidad, trato de participar de todas las actividades culturales, porque me gusta lo que hago y porque uno se nutre y aprende de cada encuentro.

-A todo esto, ¿sabes tocar algún instrumento?
-Estoy aprendiendo a tocar el cajón peruano. Me encanta porque tiene esa raíz negra.

-Tu baile se hace dueño de todos los ritmos musicales. 
-Lo que se ve es lo que siento.
 
-Volviendo al tema del colectivo femenino. Hubo que recurrir a una ley de cupo para ganar espacio en los escenarios, especialmente de los festivales folclóricos. El Poncho, por ejemplo, a lo largo de su historia, tuvo en su programación noches en las que no figura ni una mujer en la grilla.
-Apoyo la lucha por ganar más espacio para las mujeres en los escenarios, pero considero que tendría que haber una mayor apertura y no cerrar tanto el movimiento. Hay ciertas consignas con las que no estoy de acuerdo e insisto: se podría haber hecho algo con mayor amplitud de criterios y más abierto a otras expresiones.

-Hubo una movida que demostró que a la gente le gusta bailar, especialmente el folclore. Así quedó demostrado con los encuentros en los paseos públicos.
-Totalmente. El año pasado me habló Silvia Serbini para contarme que el Ballet Nacional –que ella conduce- hacía una convocatoria con la idea de salir a bailar a las calles en un día del mes de abril. Nos juntamos un grupo de amigos y concretamos la iniciativa aquí. Salió hermoso. Le pusimos toda la energía necesario y los resultados fueron muy buenos. Comenzó en Plaza 25 de Mayo y después el área de Cultura generó un movimiento que incluía algunos talleres gratuitos. Lo más importante es que se pudo hacer. Hay que ponerle energía a las buenas ideas, y de manera especial cuando se trata de acciones colectivas, comunitarias. Recuerdo que hace algunos años propuse y la llevamos a cabo  la inquietud llamada “Viernes de salamanqueada” en el Unku Rancho. Era una convocatoria a bailar folclore y lamentablemente no se pudo sostener en el tiempo. Este año, el 7 de abril, en homenaje a la zamba, hicimos una juntada en la plaza del  barrio 920 Viviendas. Y también salió hermoso. Fue como una reivindicación a la necesidad que tienen los pueblos de manifestarse, en este caso a través de la danza, más aún en momentos tan difíciles como los que estamos viviendo. Está bueno que uno se manifieste bailando y que se generen esas oportunidades.
 

“Siempre van a estar a nuestro lado”

No hace falta abundar en detalles para decir que fue el momento más duro de la entrevista: recordar la trágica desaparición de amigos en común: Laura Cecilia Herrera, María Fernanda Cauterucci y Alberto Salman, sin olvidarnos del pesar que causó asimismo la muerte del belicho Julio Gutiérrez. Visiblemente conmovida, Rita se expresó en estos términos: “Soy amiga de los tres primeros. De Laurita guardo el recuerdo que siempre admiré su templanza, era un ser amoroso. Irradiaba paz, como que siempre estaba en eje. En armonía con el universo, con su entorno. Transmitía en su canto lo que sentía en la vida. Fernanda tenía una fuerte personalidad. Siempre se manifestaba segura en lo que decía y en lo que creía. De temperamentos distintos, son seres que dejan un vacío inmenso; cada uno con sus virtudes. Trabajadores incansables en favor de la cultura desde sus propios lugares. De Alberto me queda la imagen de un gran colaborador y gestor. Una persona alegre que cantaba muy bien y que se lució cuando formó el grupo musical Wara. Todos han sido muy queridos y muy conocidos. Tenían un compromiso muy grande con lo que hacían. Cada uno en su espacio deja un legado muy valioso para nuestra cultura. Por el sentimiento que le ponían a lo que hacían. Estoy segura que no se van a ir nunca, que van a estar siempre a nuestro lado. El dolor que ahora sentimos no encuentra comprensión ni explicaciones. No los quiero recordar llorando porque fueron seres muy alegres, de mucha luz. Muy triste lo que pasó”.

En pocas palabras

  -Nombres y apellidos: Rita Laura Soria.
  -Padres: María Victoria Varela y Oscar Soria. “Mi mamá era de Ipizca”.
  -Lugar de nacimiento: “Nací en Belén, pero desde muy chiquita vine a la Ciudad. Recuerdo que el primer barrio donde viví fue por 25 de Mayo y Mate de Luna, por esa zona, y después nos trasladamos al B° Instituto.”
  -Hermanos: “¡Somos nueve hermanos!, unos cuántos. Siete mujeres y dos varones”, expresa en medio de una indisimulada alegría.
  -Belén: “Creo que la tierra donde nací influyó mucho en lo que posteriormente sería mi vida”.
  -Una escuela: “La número 15, que está frente a la plaza de Villa Cubas. Recuerdo que hice la Primera Comunión en la Iglesia de la Sagrada Familia, ubicada también frente a la plaza de Villa Cubas”.
  -Amistad: “Coseché muchos amigos. Digamos que soy muy ´amiguera´. No me quedé encerrada solamente en el espacio de la danza. También hice amistades en otras disciplinas alternativas, como yoga”.
  -Cocina: (A pura risa): “Me gusta mucho cocinar, aunque no lo parezca”.
  -Talleres de danza: “Mi vida misma. Mi fuerza, mi trabajo”.
  -Una danza: “Me gustan mucho las cuecas”.
 

93%
Satisfacción
0%
Esperanza
0%
Bronca
0%
Tristeza
0%
Incertidumbre
6%
Indiferencia

Comentarios

Otras Noticias