Cara a Cara

La esquina histórica de La Tablada

HOY: Juan “Lito” Segura (Para que no nos gane el olvido)
domingo, 25 de octubre de 2020 01:21
domingo, 25 de octubre de 2020 01:21

Junín esquina Buenos Aires. Corazón de la Tablada. Cómo negarle a Joan Manuel Serrat cuando dice “pero aquí abajo, abajo cerca de las raíces, es donde la memoria ningún recuerdo omite. Y hay quienes se desmueren y hay quienes se desviven y así, entre todos, logran lo que era un imposible: que todo el mundo sepa que el Sur, que el Sur también existe”. Este, nuestro Sur de cada día, tiene su historia y tiene además quiénes la cuenten. Integrantes de una reconocida familia que sembró y cosechó valores a lo largo de los años e hizo famosa a una esquina a la que la voz de la calle bautizó como “La esquina de Amado”, en honor al hombre que le puso pasión y trabajo a su clara visión comercial. Allí se instalaron hace casi 70 años Rosa Martin y Américo Amado Segura. Y asumieron el desafío a la capacidad de hacer. Y llegaron los hijos: Gladys, Liliana, Graciela, Juan Francisco, César, Alberto y Rubén Amado. Tiempos en que el barrio tenía un clásico indiscutido: Vélez y Policial. Cuando los personajes paseaban sus figuras como parte del mismo paisaje. A modo de insistir con nuestra prédica “Para que no nos gane el olvido”, estuvimos en la histórica esquina que resiste el paso del tiempo. Charlamos con dos de los siete hermanos: Juan Francisco, el “Lito” jubilado bancario (uno de sus hijos, Daniel, siguió sus pasos) y Rubén Amado, destacado locutor y animador de grandes festivales. Gente de buena madera. El álbum de los recuerdos tiene la palabra en el Cara a cara de este domingo.  

- ¿Cuándo comienza la historia de la esquina de Buenos Aires y Junín, en el corazón de La Tablada?


- Aproximadamente a mediados de la década del 50. Fue cuando mis padres Amado y Rosa vinieron de Chumbicha. Llegaron con dos hijos y los otros cinco nacieron aquí, en Capital.

- El papá venía con una profesión y dispuesto a ejercerla aquí.


- Exactamente. Su oficio era de carnicero y especialmente “cortador de carne”. Inicialmente trabajó de carnicero en la calle Maipú 1.310 y alquilaba por Florida al 200. Después adquirió este terreno y construye el salón comercial. El terreno se compró en 1955, así lo dice la escritura.

- Los memoriosos recuerdan un salón de grandes dimensiones.


- El local era bastante grande. Allí funcionó durante muchos años un bar y confitería.

- ¿Tenía nombre?


- Sí: bar y confitería “Julio Sosa”. Y duró unos diez años. Eran tiempos en que se escuchaba música, jugaban al sapo y al truco.

- Después la esquina se convierte en una clásica despensa.


- Así es: la tradicional despensa y, a la par, la carnicería. La despensa se llamaba “Rosita”, como mi madre. Ella la atendía mientras papá se ocupaba de la carnicería. Después, con el paso de los años, los hijos y los nietos fueron aprendiendo las tareas de comerciantes y se ocupaban de ayudar en la despensa y en la carnicería. (Sonríe) Éramos los llamados “empleados sin sueldos”, pero la importancia estaba dada en que ayudábamos a sostener una empresa familiar y aprendimos a valorar la cultura del trabajo desde chicos. Valoramos en su justa dimensión el esfuerzo de nuestros padres y era justo que diéramos una mano. Recuerdo que, aun adolescentes, mis hermanos tenían sus pesos los fines de semana y se juntaban con los amigos del barrio para armar sus salidas. En época de festivales, se iban a Valle Viejo, al Festival del Aguardiente, así como también a los bailes que estaban de moda en esa época.

- En la actualidad, ¿qué es lo que queda en pie de aquella floreciente actividad comercial?


- Bueno, los salones fueron divididos. La esquina prácticamente está cerrada, y quedan un local de productos de limpieza y una agencia de quiniela.

- ¿Aquellos tiempos tenían la característica sobresaliente de la famosa “libreta de los fiados” o “del llevo y anote”?


- Totalmente. La libreta se usaba tanto en la despensa como en la carnicería. ¡La cantidad de libretas que había que sumar! En las cajas de madera en que venían los dulces de membrillo se guardaban las libretas.
 
- Eran tiempos también en que cada barrio tenía la esquina tradicional donde se juntaba la “changada”, especialmente de noche.


- (De manera categórica) ¡Esa esquina era ésta! (la de Junín y Buenos Aires). Era conocida también como “La esquina de Amado”, en memoria de nuestro viejo, que a su vez era un indiscutido punto de referencia: “De la esquina de Amado hacia el norte o sur, depende”. Todavía nos encontramos con gente que nos habla muy bien de nuestros viejos y eso nos llena de orgullo. Algunos nos cuentan que por ahí los gobiernos se atrasaban en el pago de los sueldos, pero este negocio aguantaba y seguía manteniendo las libretas. Cuando escaseaba la carne de vaca, traían carne de cabra, cerdo o pollo, la cuestión era responder a los vecinos. ¡Aguantaban los fiados hasta tres meses! Sin necesidad de tarjetas ni firmar nada. La confianza era de ida y vuelta.

- Hay un rasgo distintivo: la unidad familiar, que se mantiene a través de los años.


- Gracias a Dios, se ha mantenido una fuerte unión familiar. Los hijos y nietos tienen la responsabilidad de darle continuidad.

- Además, es una familia muy numerosa.


- Y... entre hermanos,  hijos, nietos, bisnietos e hijos políticos, en cada reunión por determinado acontecimiento social, llegamos a sumar hasta ¡noventa!

- Por la ubicación, están en un punto medio entre dos grandes clubes como son Policial y Vélez. Pero la familia se inclinó por uno.


- Mayoritariamente la familia se inclinó por Vélez.

- ¿Recuerdan a las familias más allegadas que habitaban este sector por aquellos años?


- Claro. Ahí, enfrente, vivían Joaquín y Ángel Monjes, los Atencio, Bruno Carrizo, el Negro Rojas, la familias Agüero y Ayosa; en uno de los puntos de la esquina estaban los Barros; también estaban los Leiva. Muchos y buenos vecinos, todos apreciados. Disculpas si no los nombramos a todos, son muchos y muy queridos.

- También al frente está la plaza Hipólito Yrigoyen, escenario de los actos radicales. ¿Los Segura están identificados con el radicalismo?


- Exactamente. Ese cuadro (señalando a una de las paredes) lo dice todo: es una colección de fotos familiares y en el medio, un poquito más arriba que mis padres, está un viejo afiche de (Raúl Ricardo) Alfonsín con su clásico saludo. Fue una idea de mi padre.


- Suponemos que también esta esquina recordará a algunos personajes, por ejemplo, del folclore que se destacaban por aquellos años.


- En un tiempo, tuvimos de vecinos a dos que llegaron lejos: Carlitos Bazán y Carlitos Brizuela. Ahí, cruzando la calle, alquilaron un tiempo, cada uno por su lado. Otro que siempre estaba en las guitarreadas era Pepito Coria.


- ¿Otros personajes que recuerden de aquella época?


- Doña Julia Brandán, que siempre venía a la confitería a tomarse un vinito. Ante mi madre renegaba de los que le gritaban cosas en la calle. Cuando dejó de tomar, murió de frío; ahí cerquita, a 500 metros de la esquina. Todos la recuerdan como una mujer muy hermosa cuando era joven. También estaban “La Riojana”, La Edelmira, La Paulina, Luisito, “Arobe arillo” (¿adobe y ladrillo sería?). Todos eran personajes buenitos, siempre y cuando no se les faltara el respeto o los hicieran enojar; por ahí se daban una vuelta “El Duende”, “El Paloma”, “El Velorio”. La mayoría de ellos se llegaban a la confitería confiados en que se les convidaría algo para tomar. Y siempre se les invitaba un trago.


- ¿Cuál era el sello distintivo de aquella generación?


- Considero que fue una generación de muchos valores. Era una generación que prestaba atención a todo lo que nuestros padres nos enseñaban. A veces no hacía falta que nos digan tal o cual cosa para andar mejor en la vida. La sola forma de actuar de ellos servía como modelo, ejemplo y enseñanza de cómo debíamos comportarnos. Después, esas herramientas nos servían para hacerle frente a la vida.

Un club, un sentimiento

El fútbol forma parte de una pasión irrenunciable de la familia Segura. Precisamente en esa tradicional esquina nació el Club Sportivo Buenos Aires, animador de los recordados torneos juveniles que organizaba el diario La Unión, entre otras competencias. Así lo recuerda y nos cuenta Juan Francisco Segura: “Sportivo Buenos Aires nació el 4 de setiembre de 1962. Aquí nació y fue la primera sede. Y comenzaron a llegar changos de distintos sectores. Un ejemplo es (Néstor Isidro) ‘Chichí’ Cano, que vivía lejos de aquí y sin embargo se arrimó para jugar con nosotros. Teníamos la particularidad de recibir a todos con el mismo afecto. El ‘Bebé’ Núñez fue otro ejemplo”. Ante una consulta, y con un dejo de nostalgia, Segura dice: “El club dura hasta hoy en el recuerdo.

Todavía conservamos la costumbre de saludarnos todos los años para el 4 de septiembre. Es propicia la ocasión para recordar a alguien que hizo mucho por la entidad, como fue Polo Moraga. De la entidad salieron grandes jugadores, como Justo ‘Alo’ Barros. Fue una institución que alcanzó a tener una intensa actividad social, además de la deportiva. Vivimos momentos inolvidables. El barrio tenía una fuerte identidad con Sportivo Buenos Aires. Recuerdo que la Comisión de Madres estaba integrada por nuestras viejas. Cómo olvidar el debate por el color de la camiseta: unas querían rojo y amarillo; otras rojo y azul. Al final, Don Lencina,   dijo ‘que sea verde y blanco’. Y esos fueron los colores del Sportivo”. En cuanto a las preferencias por un equipo de Buenos Aires, entre los hermanos varones, tres son de Boca Juniors y uno de San Lorenzo de Almagro (“ningún gallina”, dijo alguien por lo bajo). Lo cierto es que, lo admite “Lito”, nada hubiera sido posible de construir sin la pasión y el esfuerzo que se sentía por el deporte y las ganas de progresar. “Fue fundamental además contar con unos vecinos dignos de todos los elogios”, expresa un Segura que se siente seguro de haber hecho lo que se debía hacer.

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