Ayer, 21 de noviembre, se conmemoró el “Día Mundial de la Espina Bífida”, con el objetivo de prevenir esta anomalía congénita y promover una mejor calidad de vida de las personas afectadas desde niños.

La espina bífida es una malformación congénita por la cual la columna vertebral no se desarrolla normalmente en las primeras semanas del embarazo, lo que provoca daños permanentes en la médula espinal y el sistema nervioso, y puede dar lugar a parálisis de los miembros inferiores o problemas funcionales del intestino y la vejiga.

Existen cuatro tipos de espina bífida: oculta, defectos del tubo neural cerrado, meningocele y mielomeningocele. Esta última es la forma más grave y es la segunda causa de discapacidad física en la infancia, después de la parálisis cerebral.

Según la Organización Mundial de la Salud, la mayoría de los niños con espina bífida también desarrollan hidrocefalia, un trastorno que ocasiona la acumulación de líquido cefalorraquídeo en la cabeza y con ello un aumento de la presión y una expansión del cráneo a un tamaño mayor que el normal. También puede provocar convulsiones, visión tubular, discapacidad mental o muerte.

El riesgo de la espina bífida se puede reducir hasta en un 70% si, al menos tres meses antes del embarazo y durante el primer trimestre del embarazo, la persona gestante ingiere diariamente ácido fólico en cantidad suficiente.

Las fuentes de ácido fólico incluyen los cereales integrales; los alimentos básicos enriquecidos, por ejemplo las harinas de trigo y de maíz; las legumbres secas; las verduras de hoja y las frutas o los suplementos que contienen ácido fólico. Si sos una persona en edad fértil acercate a un Centro de Salud y recibí información sobre salud sexual y procreación responsable, y planificación familiar.
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