Cara a cara

En el Día del Periodista, una historia con sello propio

domingo, 7 de junio de 2020 06:00
domingo, 7 de junio de 2020 06:00

Hoy: Alberto Lindor Ocampo 

Hoy es el Día del Periodista. El protagonista de este especial domingo es un PERIODISTA, así, con mayúsculas. Es, además, un notable creador, de esos hacedores que no se cansan de hacer. Un experto en Turismo. Es bisnieto del exgobernador de Catamarca Mardoqueo Molina y Bazán, hijo de Lindor Alberto Ocampo e Inés Castro Molina (nieta de Mardoqueo Molina y Bazán). Es el orgulloso esposo de María Cecilia Juan, padres de Alberto Andrés, María Rosario, Diego y Alejandro y abuelos de Facundo Alberto, María Cecilia y Bernardita. Es profesor superior de piano y en la  Universidad Nacional de Buenos Aires quedó postergado el título de médico, atrapado definitivamente por la pasión periodística. Representa a un prestigioso docente y sus conocimientos lo llevaron a ser director de los diarios La Unión y El Ancasti y conductor de programas con su sello en “casi todas las radios”. Inspirador de la “Guía Teke” y de inolvidables columnas (¿recuerdan “Entre víboras y culebras”?) con la firma del ALO inconfundible que guardan sus nombres y apellido: Alberto Lindor Ocampo. Fotógrafo de excelencia, tiene un archivo que se cuenta por miles y miles. Es un nombre agradecido y no olvida al profesor Nicolás S. Leiva, ex director de La Unión. Recuerda a Rex González y su dedicación a los parques nacionales. Es, también, un feliz simpatizante de River Plate. Hoy, sigue mirando la vida desde una platea preferencial: el balcón de su casa, por donde pasó y pasa gran parte de la historia provinciana. Feliz día, maestro. Y gracias por tanto. Especialmente por los valores que nos supo inculcar.


  -Arrancamos hablando de periodismo: ¿cómo estamos hoy en relación a otras épocas?
-Considero que hoy estamos con una parafernalia de medios tecnológicos que, si la hubiésemos tenido nosotros en otros tiempos, nos hubiese permitido hacer maravillas en el ámbito del periodismo. Pero lamentablemente estamos con una carencia asombrosa de valores; te diría casi “enfermante”, si cabe el término. Por el uso que se hace del medio, por las prebendas que deben existir. No hay un buen periodismo en general, salvo muy honrosas excepciones, y están utilizando los medios de una manera escandalosa, donde vos al final dejas de creer en el mensaje porque no sabes quién está pagando lo que están diciendo en ese momento. No confías en lo que dice tal o cual periodista o columnista, y  han degradado a la profesión en una forma extraordinaria, lo que termina generando, al menos en mí, más fastidio que satisfacción cuando prendo un televisor o leo un diario. Hace un par de días, por ejemplo, un diario tenía prácticamente el 80% de sus páginas ocupadas con publicidad; entonces, obviamente no tenía contenido y nosotros necesitamos que nos ilustren con contenidos y no con publicidad oficial, sea del lado que sea. Indudablemente se ha perdido originalidad y lo que se ve es claramente una pelea, como dicen en Buenos Aires, por el minuto a minuto. Lo vimos: se efectuaron cortes a notas con una personalidad importantísima para darle lugar al mismo tema  que estaban pasando en otro canal; la cuestión era competir el minuto a minuto.
  -Todo indica que nada es ni será igual desde el punto de vista periodístico.


-Es muy un periodismo muy diferente. Estoy seguro que si nosotros hubiésemos tenido en aquél tiempo a nuestro alcance los medios técnicos que tienen hoy, podríamos haber llegado a hacer cosas muy interesantes en cuanto a la divulgación de la noticia veraz y a su vez educativa; estamos hablando del diario como medio formativo, además de informativo.
-Esta televisión actual, también llamada “caja boba”, que pone al desnudo lo bueno y lo malo, lo mejor y lo peor, ¿te aleja o te acerca como medio de comunicación?


-En mi caso personal, me aleja, sin lugar a dudas. Inmediatamente me paso a Discovery Channel o Animal Planet; es decir a la búsqueda de otro tipo de material, porque es insoportable la reiteración  de los temas, a tal punto que dejaron de ser noticia. Resulta increíble los “Urgente”, los “Último momento”, los “Único medio”, los “Exclusivo” para que todos terminen pasando lo mismo. Una pelea absurda, y no precisamente por la calidad del contenido. Sabemos que es una pelea por los puntos de rating que se trasuntan en definitiva en puntos de pesos, que se manifiesta en sumar alguna publicidad. En nuestra época, cuando nos venían con alguna publicidad que no era razonablemente respetuosa, directamente no la poníamos. No publicábamos algo que podía ser ofensivo para un tercero.  


  -En tu larga trayectoria periodística, entre otras cosas fuiste director de La Unión y El Ancasti. ¿Qué te dejaron esas experiencias? 


 -Satisfacción y honor por todo lo que significaba. Especialmente honor por la distinción desde lo periodístico. Porque estaba convencido que nuestro grupo practicaba un periodismo de alta calidad, y de alto compromiso social, de muchísimo compromiso social. No me han sido tan diferentes los dos diarios. Al pasar de La Unión a El Ancasti, que estaba en plena formación, los periodistas nos quedábamos a veces sin tinta, sin papel o sin chapas, por ejemplo, y hablando entre nosotros nos pedíamos prestado esos elementos. No tenía la idea, nunca la tuve, de que debíamos competir a tal punto de pretender  perjudicarlo o desalojarlo al otro diario. Yo estaba convencido que teníamos  que crecer. Porque a un pueblo se lo conoce por la cantidad de diarios de calidad que pueda tener, y no por la cantidad de folletines a los que ahora estamos acostumbrados a ver. Creo que entre los diarios también debe haber una comunidad espiritual. Debes recordar la época en que solamente el 1º de mayo y el 1º de enero eran las dos únicas fechas en las que no salía el diario, en el resto de los feriados había guardias que hacían el diario. Recuerda que en medio de huelgas terribles hacíamos La Unión entre tres o cuatro periodistas y luego buscábamos a alguien de Fotomecánica, y otro para el tiraje del ejemplar. Digo que me siento honrado porque aprendí mucho con tantas experiencias.
  -¿Qué recuerdas de aquella histórica Redacción de La Unión con esa musiquita de las teclas de las máquinas de escribir?
-(Sonríe) Aquella de las Olivetti y las Remington. Algo inolvidable. Recuerdo que muchos diarios del país habían retomado la forma de tabloide y nosotros seguíamos con el formato sábana; además no podíamos competir a la hora de compra de insumos. Pero fue un desafío descomunal, veíamos que se venía otra época. Un día, la gente de administración estaba escribiendo en una Olivetti, esa que tenía las bochitas redondas y decidí escribir el artículo editorial en esa máquina y lo llevé a Fotomecánica para hacer las copias necesarias acorde al espacio marcado en el diario. La gente de Fotomecánica era un muy capaz, muy idónea. Al día siguiente, salió bárbaro y nos animamos a avanzar con este sistema; hicimos varias notas, de acuerdo a la cantidad de bochas que teníamos. Al poco tiempo compramos una Olivetti, que en vez de bochas tenía margaritas con diferentes tipos de letra, lo que se utilizó mucho para los distintos suplementos. Los títulos se hacían aparte. Este hecho fue un logro muy importante. 


  -¿Hace cuántos años que vives en San Martín al 500, frente a plaza 25 de Mayo?    -Bueno… allí nací y salvo el tiempo en que me casé y estudiaba en Buenos Aires, siempre viví en esta casa. 
  -¿Qué significa ver la vida desde un balcón?


  -Como lo cuento en mis notas en Facebook (historias contadas desde un balcón), desde aquí vi a todos los gobernadores que pudieron haber pasado en las últimas siete décadas; vi las 69 marchas del silencio (caso Morales); vi todos los desfiles patrióticos que puedas imaginar; vi todas las marchas de protesta por parte de instituciones gremiales; vi todos los festejos de los campeonatos de River (no disimula su alegría)…y también los de Boca u otros equipos; vi las caravanas durante  los mundiales de fútbol y hasta vi cuando fue el asalto a una conocida joyería y pude sacar fotos. He visto todo lo que puedas imaginar, para bien y para mal, porque también vi cosas espantosas como cuando moría un señor, que no era un linyera, en uno de los bancos de la plaza.


   -Sos un gran conocedor –y defensor- de Catamarca, de punta a punta. Incluso estuviste al frente del área de Turismo un tiempo. ¿Cómo estamos desde el punto de vista turístico?
  -Nos falta estructura. Alguna vez, alguien me dijo: “Aquí están todos los paisajes de gran parte del mundo”. 

Aquella histórica cobertura

Todo está guardado en la memoria y en la historia. Un 14 de julio de 1977, la crueldad del entonces gobernador de Tucumán, Antonio Domingo Bussi, se puso de manifiesto en lo que se conoce como “la siembra de mendigos”, tirados desde un camión militar en descampados de Catamarca. Eran entre 15 o 20 personajes que vivían de la mendicidad, entre los que estaban “El Loco” Vera (cantaba acompañado de una escoba que hacía las veces de guitarra) y “Pachequito” (arrastraba una pierna infectada). No se sabe si fue antes o después de una visita protocolar que hizo el presidente de facto Rafael Videla. El único medio del país que estuvo en esa cobertura fue La Unión, a través de Alberto Lindor Ocampo. Así recuerda aquel histórico trabajo periodístico su principal protagonista:
  -“Con mucha pena debo decir que solamente un par de medios franceses y El Correo de la Tarde, de Francisco Manrique, que en esa época hacía periodismo. Fueron los únicos que dijeron algo, todo el resto del periodismo nacional se calló la boca. En esto tengo un profundo agradecimiento, que lo debiera tener toda la provincia, al padre (Gerardo) Sueldo y a monseñor (Alfonso) Torres Farías. Recuerdo que una tarde noche de esos días de furia en Tucumán, apareció en la Redacción de La Unión una persona que después supe cómo se llamaba, con una nota firmada por los vecinos de Los Altos, de Alijilán y otras localidades del Este de la provincia. En esa nota denunciaban que había aparecido una cantidad de mendigos que habían traído desde Tucumán. Al otro día, muy temprano, me fui en mi vehículo, pasé la cuesta de El Totoral y llegué a La Viña. Me habían dicho que en la iglesia de esta localidad había algunos mendigos pernoctando. Seguí hasta la zona de Los Altos y luego bajé hasta La Merced. Con eso tuve la certeza de que lo denunciado por los vecinos era la verdad. Había efectivamente una siembra de mendigos y esa noche terrible, por lo que me contó gente del lugar, hizo un frío con 8 grados bajo cero. Algunos  estuvieron bajo el puente de la ruta que une Huacra con la zona de Lavalle y otros en otras partes. Volví muy tarde y debo decir que al Obispado entraba familiarmente; entré por la cocina y subí directamente hasta la habitación del padre Sueldo y le dije: ‘Padre, he visto tal cosa’ y me respondió: ‘Esto no puede quedar así. Vamos a hablar con monseñor Torres Farías’. Le explicamos lo sucedido a monseñor y él, con toda la valentía, nos dijo: ‘Esto no se puede callar’. A la mañana siguiente fui con un periodista y otra persona que manejaba el auto y completamos la cobertura. Saqué unas 600 fotos y grabamos cuatro o cinco casetes con los testimonios. Imposible olvidarlo: a medida que recogía los testimonios y sacaba las fotos, no paraba de llorar; nos encontramos con algo terrible. La consigna en Tucumán era: ‘No queremos mendigos en la plaza principal’. Lo más terrible, algo que me hizo llorar a mares, fue que la esposa de un lustrabotas al que le faltaba una pierna también cayó presa cuando quiso averiguar por la detención de su esposo. Y nada es eso: la hicieron violar por un enajenado. Fue cruel e inhumano. Recuerdo que sacamos tres ediciones con el tema. Fue en eso que monseñor Torres Farías recibió una comunicación del entonces gobernador Carlucci, en la que pedía que dejáramos de publicar sobre el hecho en cuestión porque él ya había arreglado las cosas con el gobierno de Tucumán para que vengan a buscar a los mendigos, que estaban en el hospital de La Merced. No obstante ello, nos mantuvimos firmes en nuestra posición, con mucho cuidado y respeto por las personas que estaban involucradas como receptoras de tanta maldad. Vinieron después periodistas franceses y japoneses; los recibimos y les dimos copias de todo el material que teníamos. Me querían dar 50 mil dólares. Mi respuesta fue que no hacíamos negocio con tragedias de la humanidad. Testigo fue ese gran fotógrafo, el Negro (Manuel F.) Bustos”.
 

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