Eran los días finales de 2009. Fue cuando nació la idea. Parecía una locura fundar un diario tradicional en tiempos de avance tecnológico vertiginoso que, en paralelo, anunciaban cambios radicales en las formas de hacer periodismo.

La situación política de la provincia en aquel momento, sin embargo, ameritaba el riesgo. Existían dos diarios –La Unión y El Ancasti- que, simbólicamente, desarrollaban una lucha titánica por adjudicarse el premio al más oficialista. Ergo: había censura para los opositores y desinformación para la ciudadanía.

Lo que parecía una locura, entonces, no lo era tanto. Había espacio para plantar una opinión diferente y plural. Esa fue la visión de los fundadores de El Esquiú que, para más datos, fueron dos periodistas de carrera y no empresarios asociados a la política o directamente políticos. Uno de ellos, Daniel Nicacio Libardi, dejó el planeta tierra el pasado 4 de febrero. Vaya para él un sentido homenaje de recordación.

Así las cosas, tras largos meses de preparación y pruebas, el 3 de agosto de 2010, alumbró en el firmamento catamarqueño lo que hoy es El Esquiú.

En la retrospectiva, bien podemos decir que no fue un día de fiesta. Aparte del viento huracanado de un agosto impiadoso, las paredes de la ciudad amanecieron tapadas de afiches repudiando el nacimiento de un nuevo medio, al que tildaron de iniciativa kirchnerista –gobernaba el país Cristina Fernández- ideada por dirigentes de ese sector. Gravísima distorsión. El tiempo demostraría que se trataba de un auténtico proyecto periodístico.

Guardando respeto por el gobierno de Eduardo Brizuela del Moral, a quien nadie le puede negar que es un hombre de la democracia, y agregando las acalladas voces del peronismo, El Esquiú cambió el escenario y propuso una disputa electoral para 2011 más justa y con garantías de ecuanimidad. Los que referían pronósticos de “vuelo corto” o proclamaban el cierre “cuando terminen las elecciones” se dieron de bruces con la realidad.

La fuerza de las convicciones de aquella conducción que, en términos de concebir el periodismo, se mantiene hasta el presente, partió del ejemplo que entregó a los argentinos y a los catamarqueños Fray Mamerto Esquiú, sin discusión la figura cumbre en la lucha por la unidad nacional y el imperio de la ley.

El nombre del diario, en este caso, fue causa periodística. No fue casualidad que buscáramos honrar la memoria del asceta más lúcido de la historia provincial. Para satisfacción íntima, el derrotero de Esquiú fue la guía para vencer los escollos que, en diez años, fueron muchos.

Recordar que se prohibía a los canillitas tocar El Esquiú o tratar de influir para que nadie lo nutriera de publicidad no fueron anécdotas. Fueron exteriorizaciones manifiestas de pretender imponer agendas públicas por la fuerza y quebrar a quien osara cambiar el orden establecido entre mediocres y perversos.

Hoy estamos celebrando el décimo aniversario. Lo hacemos con la humildad de 2010. No nos envanece ser líder en el mundo digital y tener una versión papel, con planta impresora propia, que no envidia a nadie. La gran satisfacción es ser vocera, sin distinciones de clase, del conjunto de los catamarqueños. Ese premio, que honestamente nos lo ganamos, no lo cambiamos por nada.