Mientras la inexorable marcha del progreso apunta por estos días que, por la nueva Ruta Provincial 14 -de incipiente desarrollo-, en 54 Kms. de recorrido, se podrá unir Concepción de Capayán con la ciudad de Pomán en poco más de media hora, con los amigos René y Hugo Córdoba, empecinadamente, decidimos hacerlo caminando, por la vieja senda de los puestos.
Lo hicimos cumpliendo el rito de antiguos montañeros, de asistir a la Fiesta por el Aniversario de la Fundación de la “Villa del Puma”, luego instaurado por la Agrupación de Montañas Calchaquí como parte de sus capacitaciones y profundizado por el Prof. René Córdoba, conocido popularmente como “el Loquillo”, cuando en distintas ocasiones encabezó los contingentes de la cátedra de “Vida en la Naturaleza III”, a su cargo, en el Profesorado de Educación Física, que se dicta en el ISEF local.
Por eso fue que esta vez -sin el auxilio de Imanol y Branco, mis últimos guías en estas excursiones-, me entregué más que confiado al GPS “mental” que “el Loquillo” tiene grabado “a fuego” en su cerebro, con cada arroyito, cada quebrada, cada cumbre que puedan ser indiciarios de por dónde va la senda

Sin demasiada exigencia respecto de la altitud, porque el punto más alto se alcanza en los 3.200 msnm de El Portezuelo, que marca la divisoria de aguas y el límite geográfico entre los departamentos Capayán y Pomán, igualmente se deben recorrer unos 80 Km., sobre o a la vera del río o pequeños arroyos, en gran parte secos, mientras “el sol juega en el brillo del pedregal”, como en “El Arriero” nos cantara el inmortal Atahualpa Yupanqui.

La travesía 

La travesía nos demandó dos intensas jornadas de 12 horas el viernes 17 y 11 horas el sábado 18 de setiembre último, en forzada marcha, con una noche de descanso en modo “vivac” (al aire libre), apenas resguardados por las paredes de piedra, sin techo, de un puesto abandonado, a poco de pasar por la vertiente de El Tembleque, donde hicimos un buen aprovisionamiento de agua, para satisfacer las necesidades de la segunda mitad del camino.

El paisaje, inconmensurable como en toda Catamarca, tiene el valor adicional de ir visitando a caracterizados vecinos, que ya son parte de la misma identidad lugareña, como Fidel Villafañe en La Pampichuela, después de dejar las últimas y formales plantaciones nogaleras del faldeo capayense; o pasar extrañando la presencia amiga de Doña Antonia, en Los Nacimientos; avistar la grandiosidad de El Potrero, que también atienden los Villafañe, hasta llegar al solar ganadero del inmenso Lampacito, de Don Peregrino Miranda, que ahora cuida su hijo Daniel, lidiando a diario con “el león” para preservar sus rebaños de unas 250 cabras, 350 vacas y más de 40 caballos.

El tránsito por El Portezuelo nos detuvo en la placa de piedra, que compañeros montañistas dedicaron a la memoria de Ricardo Córdoba. “Que la colosal garganta de los cerros, las grandiosas alas del cóndor y la tierna voz de tu guitarra te acerquen el abrazo y el cariño de tus amigos que te esperan para siempre. Septiembre 2015”, reza el homenaje al recordado andinista catamarqueño, desaparecido en enero de 2013, cuando intentaba el ascenso al Nevado Tres Cruces, de 6.749 msnm, en los “Seis miles” de la cordillera catamarqueña.

La capillita en honor a San Roque fue el último “mojón” de civilización que tuvimos, antes afrontar la marcha final cruzando -por tramos- la huella minera del sector, y avanzando en la ambigüedad de que “ahora es todo en bajada”, como alienta René, a sabiendas de que los repetidos y pronunciados repechos lo contradicen una y otra vez, como siempre le reclamó el “Turco” Miguel Dahbar, cada vez que lo acompañó en este tipo de aventuras.

El rumor del agua, aunque bien abajo, pero ahora con dirección al Oeste nos va marcando que Pomán “se acerca”, no obstante que antes deberemos atravesar el pedregoso e “imaginativo” (vaya imaginación) circuito de atletismo extremo, que el mismo “Loquillo”, junto al “Godo” Silva, consumado atleta, diseñaron con el nada sugestivo nombre de “quiebra huesos”…; así es...
Con el agua ya en nuestros pies, admiramos imaginariamente la visionaria percepción del español acriollado Jerónimo Luis de Cabrera Garay (1586-1662), nieto del fundador de Córdoba por parte del padre, y de Juan de Garay, fundador de Santa Fe y de Buenos Aires, por su madre, cuando el 15 de septiembre de 1633, bautizó a aquellas yermas tierras con el nombre de San Juan Bautista de la Ribera de Londres de Pomán, más tarde verdeciendo en portentosos nogales y hoy esparciendo sus prodigiosas aguas a las extendidas plantaciones de olivares.

Nos quedó el paso por el camping, donde asombramos a unos turistas recién llegados, hasta que alcanzamos la plaza, donde nos desplomamos en el primer banco libre, motivando la atención de los policías de ronda, quienes amablemente nos indagaron por nuestra procedencia y el período por el cual permaneceríamos en el pueblo; justo cuando José (prometido consorte de Joe, la hija casi médica de René, que estudia en La Rioja) estaba dando la vuelta al muy iluminado y concurrido paseo público –con muchas actividades- para trasladarnos de regreso a Catamarca.

Así cumplimos con otra excursión montañera, que dedicamos a nuestros seres queridos por “el aguante”, y a quienes el Prof. René Córdoba, agregó agradecido: “los equipos de conducción y todos mis alumnos de las escuelas N° 238 de la Carrera (FME), N° 52 de Banda de Varela, N° 55 de San Antonio (FME), N°8 José Cubas de Valle Viejo y N° 05 Gobernador Galíndez de la Capital”, quienes permanentemente lo respaldan.
Y a la distancia, con un abrazo al cielo, en ofrenda a dos queridos amigos que, en esas horas de nuestra travesía seguían dando batalla a la ferocidad del Covid, y ahora ya no están entre nosotros: Adrián Dahbar y Víctor Ramón Quiroga.n 

Víctor “Paco” Uriarte