El último concierto de los Beatles

Hace 42 años los Beatles daba su último concierto desde la terraza Apple Records (en Londres).
sábado, 29 de enero de 2011 00:00
sábado, 29 de enero de 2011 00:00

Hace 42 años, la rutina de los sastres y oficinistas de la céntrica calle Saville Row de Londres se hizo añicos por un inesperado estruendo: eran los Beatles tocando sobre una azotea en el que sería su último concierto: John Lennon, Paul McCartney, George Harrison y Ringo Starr con sus melenas al viento, embutidos en sus gruesos abrigos y entregados, como siempre, a sus instrumentos musicales.

La idea de tocar en el tejado, que hizo enloquecer a medio Londres, surgió como parte del proyecto de grabación del disco 'Let It Be' (1970), en el que la banda quería filmar el proceso creativo para elaborar un documental y culminar con una actuación en vivo.

Tras varios proyectos infructuosos, los Beatles, que llevaban años sin salir de gira y se hallaban inmersos en agrias disputas personales, acordaron tocar en el tejado de Apple Records.

El citado jueves, pues, al mediodía, hora a la que solían actuar cuando hicieron sus pinitos en el club 'The Cavern' de Liverpool, Lennon, McCartney, Harrison y Starr se presentaron en la terraza, acompañados del teclista Billy Preston y de los cámaras de rodaje.

Los Beatles tocaron cinco canciones: 'Get Back' (tres veces), 'Dont Let Me Down (dos veces)', 'I've Got A Feeling' (dos veces), 'One After 909' y 'Dig A Pony'.

Asimismo, el cuarteto interpretó una breve versión del himno nacional británico, el 'God Save The Queen', y un corto ensayo de 'I Want You' (She's So Heavy).

Fueron 42 minutos de puro rock interrumpidos por agentes de Scotland Yard, que accedieron a la azotea y ordenaron detener el concierto, mientras el caos se apoderaba de Saville Row. "Si me decepcionó la policía con algo, fue el que no nos arrestara. Hubiera sido genial terminar el concierto en la azotea con un titular 'Beatles acaban concierto en la cárcel', bromearía más tarde Ringo Starr.

De hecho, el espectáculo podría haber durado más de no ser por las quejas de un comerciante de lana del inmueble adyacente, que tildó la sesión de "vergüenza absoluta" y exigió el fin de "este maldito ruido".
 

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