Más de tres décadas debieron pasar para que, estudios científicos mediante, se precisara sin margen de duda que los restos de Edmundo Federico Marcial descansaban en las Islas Malvinas, lugar donde ofrendó su vida para defender el territorio nacional en medio del conflicto bélico con Gran Bretaña.

Marcial tendría hoy 54 años, pero su vida se apagó en la guerra, que tanto dolor sembró en el pueblo argentino.

Tiene un significado profundo la identificación de sus restos, tanto para la familia y seres queridos como para el pueblo catamarqueño, que debe el reconocimiento de héroe a este santamariano y a tantos otros que lucharon en el archipiélago del Sur.

Unos dejaron su vida allá, otros regresaron con cicatrices visibles o invisibles, que los acompañarán siempre.

La gratitud es el único camino posible para responder colectivamente al accionar de esos jóvenes que fueron llevados a pelear por una cúpula militar desquiciada e irresponsable, que no supo medir las consecuencias de enfrentarse a un enemigo con aliados que superaban por mucho las posibilidades de resistencia argentina.

Una causa justa y un derecho indiscutible resultó bastardeado por un gobierno de facto que quiso utilizar la gesta para provecho propio.

Fue Marcial, nacido en San José, Santa María, y fueron muchos otros Marciales de todo el país, quienes pagaron el precio de aquella maniobra dirigida por un prepotente consumidor de whisky que siempre se mantuvo lejos de los campos de batalla.

Que esta circunstancia triste sirva al menos para llevar paz a sus allegados y permita renovar el reconocimiento de la comunidad hacia los héroes que combatieron en aquellas frías jornadas de 1982.