Entrevista a artesano de Belén

La Fiesta Nacional del Poncho en los medios nacionales

martes, 9 de julio de 2013 00:00
martes, 9 de julio de 2013 00:00

La semana que viene comienza en la provincia de Catamarca la Fiesta Nacional e Internacional del Poncho, en su edición 43. Entre el 12 y el 21 de julio, en el capitalino Predio Ferial Catamarca uno podrá toparse con los mejores tejidos e hilados zonales. Además, y como toda fiesta de este tipo que se precie de tal, habrá espacio para la artesanía y podrá disfrutarse de lo mejor de la gastronomía, la música y la danza catamarqueña, y de artistas reconocidos a nivel nacional.

Hace algunos años, esta celebración fue catalogada desde el Ministerio de Turismo de la Nación como una de las cuatro más importantes del país, junto a la de la Nieve (Bariloche), el Festival de Doma y Folclore de Jesús María y la Fiesta Nacional del Chamamé (Corrientes). Bien recibido fue el honor asignado; bien merecido en una tierra cuya principal producción, la textil, es fiel reflejo de una identidad nacida hace muchísimos años de la mano de los pueblos originarios.

En la antesala de esta fiesta, me pareció buena idea charlar con uno de los participantes, aquellos que, al fin y al cabo, hacen cada día más grande la tradición textil catamarqueña, símbolo de una provincia, marca de cara al país y al mundo. Llamé. Del otro lado de la línea me atendió uno de los dueños de la firma Familia Avar Saracho (http://familiavarsarachostock.blogspot.com.ar/). Ellos fabrican ponchos y textiles de diverso tipo, así como también comercializa artesanías, desde hace más de veinte años. Vive en Belén, ciudad considerada la “cuna del poncho”.

¿De qué materiales son los ponchos que ustedes fabrican?

La fabricación en nuestro caso es artesanal: hacemos el hilado, teñimos y hacemos las telas en lana de oveja, llama y vicuña, que son las tres fibras que hay en esta zona. Nuestra característica es que ofrecemos diseños muy particulares: mapuches, tehuelches, pehuenches, incas, ranqueles; recreaciones de piezas históricas de Rosas, San Martín… hacemos piezas muy puntuales.

En cada provincia del país el poncho tiene una característica particular. ¿Cómo es el poncho catamarqueño?

En cada provincia, los colores del poncho que los representa se han decidido por decreto. Hay gente que cree que (el catamarqueño) es un poncho de un color, hay otros que opinan que es de otro… nosotros creemos que el poncho catamarqueño está vinculado a una tela encontrada envolviendo a una momia, que está hoy en el Museo del Hombre, en Fiambalá. Ese dibujo es, para nosotros, el que representa al poncho catamarqueño. Pero legalmente no hay consenso.

Yo pensaba que existía alguna tradición ligada a un color en particular…

No… Dicen que el verdadero poncho catamarqueño es el poncho de vicuña, pero para mí éste, si bien se produce en Catamarca, está más vinculado al inca, es el poncho del inca. Y aunque tuvieron influencia en esta zona, ellos estaban más al norte, en Perú… Así que hoy, cuando se habla del poncho provincial, se hace referencia, por un lado, al de vicuña, y por otro, al de guardas escalonadas, que es el que está en el Museo del Hombre.

Ustedes se caracterizan por llevar adelante una producción responsable, asociada al cuidado del medio ambiente. ¿Cómo realizan su actividad bajo estas bases?

Principalmente, hacemos teñidos vegetales. Nuestra producción, si bien es importante, no modifica en absoluto el medio. Somos artesanos, no tenemos ni buscamos producción industrial. No buscamos utilizar nada que de algún modo modifique lo que nos rodea.

¿Qué significa para ustedes transmitir la cultura y la identidad catamarqueña al resto del país y al mundo?

Nosotros lo que hacemos es continuar con una actividad que se desarrolla desde la época de los incas. La Catamarca precolombina producía principalmente para los incas. Después, ya en 1820, 1830, Catamarca producía todas las sedas, algodones y lanas para Buenos Aires… Siempre se trabajó en producciones que cubrían necesidades importantes. De algún modo lo que estamos haciendo es recrear piezas antiguas y llegar con la cultura no sólo al país sino al mundo.

Luego me contó un poco de la historia del poncho, de cómo las misiones jesuitas tomaron esta idea de prenda de los indígenas y, tras aplicarle sus más “modernas” técnicas de tejido y quitar los diseños locales –por considerarlos “mágicos” y “fetichistas”-, comenzaron a fabricarlos de gran tamaño para sacerdotes y “gente bien”. En la Buenos Aires del siglo XVIII, aquellos con grandes y gruesos ponchos eran, sin dudas, españoles que podían afrontar su compra. Los criollos, en cambio, andaban por la vida con una versión más corta y de hechura en casa cuyo fin era, al fin y al cabo, mantener el calor en los crudos días invernales.

Lindas historias para estos días de frío.
 
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